Alberto Segura: "El circo atrapa a abuelos, padres y niños por igual"

Bajo la carpa blanca y roja del Real de la Feria, el Circo Alaska —una dinastía que desde 1930 mezcla tradición con holografías de última moda— despliega su magia este San Juan con La Bella y la Bestia. Alberto Segura, su director y heredero de la saga, confirma el éxito: "¡Atrapa a abuelos, padres y niños por igual!". ¿El secreto? Una fusión de circo, teatro y danza donde malabares y acróbatas de carne y hueso dan vida al clásico de los cuentos. Imaginen a Bestia haciendo equilibrismo sobre una bola de cristal mientras candelabros flotantes (¡gracias a la tecnología!) iluminan a Bella en un vals aéreo. "Somos perrillos viejos en esto —ríe Segura—, ya triunfamos con Aladín y El Rey León, ¡pero este romance nos tiene enamorados hasta a nosotros!".

La magia va más allá del escenario: es un legado familiar reinventado. Alberto, hijo del fundador Jesús Segura, destaca la evolución del circo en el siglo XXI: "Pasamos de leones a hologramas, pero sin perder el alma". Tras la polémica por los animales, ahora apuestan por espectáculos "más humanos y sostenibles" (aunque confiesa con nostalgia sus años como domador de caballos: "¡Los extraño! Ahora los paseo en mis vacaciones"). Detrás del telón, un ejército de 65 personas —tramoyistas, técnicos de sonido, iluminadores— trabaja en sombras para que el público solo vea fantasía. "Sin ellos, la Bestia sería solo un disfraz sudando bajo el calor pacense", bromea Alberto, orgulloso de las carpas climatizadas que combaten el verano extremeño ("¡Aunque a los actores les da un shock si subimos mucho el aire!").

Tras cerrar temporada en Badajoz (¡su única parada veraniega antes de un merecido descanso de tres meses!), el Circo Alaska ya maquina nuevos proyectos. "El público quiere vida en directo, no pantallas", afirma Segura, mientras planea el próximo musical que continuará su reinado en las ferias. Entre risas, lanza una pista: "¿Princesas? ¿Superhéroes? ¡Decidimos en familia mientras yo monto a caballo!". Hasta entonces, Badajoz tiene una cita con el hechizo de La Bella y la Bestia: donde lo imposible se hace real, el sudor se transforma en sonrisas, y hasta un malhumorado bestia baila hip-hop bajo las estrellas. ¡Que no te lo cuenten!