"Vendí un anillo de 75.000 euros… pero el mejor cliente fue un mecánico con las manos llenas de grasa"
Anécdotas únicas en el mes de las comuniones, bodas y grandes emociones, donde cada cliente tiene su historia

Las alianzas de compromiso son muchas veces las protagonistas de muchas historias únicas
Valencia - Publicado el - Actualizado
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Mayo no es solo el mes de las flores, ni el de la Virgen de los Desamparados. Para el sector joyero, mayo es también uno de los momentos más vibrantes del año. "Después de diciembre, es nuestro mejor mes", reconoce Argimiro, de Argimiro Joyero, en conversación con Mediodía COPE Más Valencia. Comuniones, bodas, aniversarios, celebraciones… todo se concentra en unas semanas donde los escaparates se llenan de ilusión.
Y en el corazón de este movimiento late una joyería que, más allá del lujo, ha hecho de la cercanía y la empatía sus principales piedras preciosas. Porque como él mismo recuerda, “no se trata de cuánto cuesta una joya, sino de lo que significa para quien la regala”.
El nuevo MES DE mayo
Si antes las comuniones eran sinónimo del mes de mayo, hoy el calendario se ha abierto. “Ahora las hay en junio, octubre, diciembre… incluso en febrero. Ya no todo se concentra en mayo como cuando nosotros éramos pequeños”, rememora Argimiro entre risas.
Eso sí, lo que ha cambiado también es la forma de regalar: menos cantidad, más calidad. “Antes era cualquier detalle. Hoy se busca una pieza especial, que perdure. Por ejemplo, una abuela compró hace poco unos gemelos y un pasador de corbata en oro para su nieto. Quería que, cuando él se case algún día, se acuerde de ella”. Y lo curioso es que no compró solo para el que tomaba la comunión ese año, sino también para su otro nieto… de cuatro años.
"Eso es previsión, cariño, y dejar legado", comenta emocionado.
Anillos que cambian vidas
Argimiro no necesita inventar eslóganes: sus historias reales tienen más fuerza que cualquier campaña. Como la de aquel joven mecánico que acudió a por un anillo de compromiso. “Cada vez que le daba una joya para probar, giraba la mano. Al final me di cuenta de que tenía las uñas llenas de grasa”, recuerda.
El joven, avergonzado, le confesó que trabajaba en un taller y que le daba apuro mostrar sus manos. La respuesta de Argimiro fue tan elegante como sus piezas: “Le dije que su mono de trabajo era la grasa, igual que para mí es el traje de chaqueta. Que no tenía nada que esconder”.
El joven acabó comprando el anillo, y se lo entregó a su novia en la Fontana di Trevi, en Roma. Tiempo después volvió a la joyería para agradecer el trato, acompañado por su prometida y con una botella de vino bajo el brazo. Desde entonces, ha seguido acudiendo a por las alianzas, los regalos de aniversario… y hasta los detalles por el nacimiento de sus tres hijos.
“Para él, un anillo de 1.000 euros era un esfuerzo enorme. Y hay que tratar igual de bien al que se gasta eso que al que se gasta 75.000”, resume Argimiro. Porque sí, también los vende: “Un solitario de tres quilates, talla oval, del mejor color y pureza. Un deportista de élite que tenía claro que quería lo mejor para su pareja”. Pero no es lo que más le enorgullece.
El broche de brillantes… y de humanidad
Otra historia que emociona a Argimiro es la de una señora muy humilde que entró en su tienda buscando un broche de brillantes. Al ver su estilo, él no pudo evitar preguntarle si realmente iba a usarlo con frecuencia. La respuesta fue un testimonio de amor materno: “Mi hija es festera en Puzol, y para la procesión necesita uno como el resto. Pero esto no es nuestro nivel”.
Él decidió prestárselo: “Se lo dejo, lo usa y luego me lo devuelve. Esto queda entre usted y yo”. La señora volvió con una caja enorme de bombones y un agradecimiento que se transformó en algo más: la mejor relaciones públicas en Puzol. Desde entonces, son muchos los que acuden desde allí por recomendación suya.
Joyas conmemorativas, empresas y colegios profesionales
Mayo, junio y julio también son meses de reconocimientos profesionales. En Argemiro Joyero preparan regalos para colegios profesionales como el de farmacéuticos, notarios, abogados, nutricionistas o graduados sociales. En sus cenas de verano, imponen pins de oro o plata a quienes cumplen 25 o 50 años de colegiación, y entregan placas de homenaje a los miembros salientes de las juntas.
“Hay una barrera psicológica en verano. Se organizan muchas cenas, y ahí entramos nosotros”, explica. Algunas empresas, incluso, regalan relojes de lujo de hasta 3.000 euros para reconocer décadas de servicio. Porque aunque cueste creerlo en estos tiempos, la fidelización del trabajador todavía existe.
Un servicio que brilla más que el oro
El secreto de Argimiro no está solo en el producto, sino en la filosofía: “Hay que obsesionarse con el servicio. Si alguien se va contento, se convierte en tu embajador. Y no hay mejor publicidad que esa”.
El trato humano, la empatía, el saber estar. Valores que hoy parecen raros, pero que en su joyería siguen siendo norma. Por eso, no es raro que alguien compre un regalo para dentro de 20 años o que vuelva cada vez que un nuevo miembro llega a la familia.
“Nosotros vendemos recuerdos. Porque una joya no es solo un objeto bonito, es un símbolo. Y como tal, debe tratarse con cariño y con respeto”, concluye. Y eso, en mayo, en septiembre o en diciembre… brilla más que cualquier diamante