El testimonio de la joven Eleia: "Algunos profesores entendían la situación, otros no tanto"

Un informe publica que el 97% de los encuestados asegura que su educación se ha visto alterada y un 40% reconoce haber sufrido problemas de salud mental tras la DANA

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El estudio pionero revela que en muchos casos las chicas adolescentes sufren un impacto diferenciado

Borja Rodríguez

Valencia - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

El desastre natural que golpeó hace medio año a varias comarcas de la Comunitat Valenciana continúa dejando marcas profundas, especialmente entre los adolescentes. Más allá de las pérdidas materiales y de los daños en infraestructuras, el impacto emocional se ha convertido en el gran reto pendiente para muchas familias.

Un nuevo informe elaborado por Plan Internacional saca a la luz el coste psicológico y educativo que ha supuesto la DANA para los jóvenes de ocho municipios afectados. El documento, fruto de semanas de trabajo con casi 300 adolescentes, arroja datos tan preocupantes como reveladores: el 97% de los encuestados asegura que su educación se ha visto alterada y un 40% reconoce haber sufrido problemas de salud mental tras el desastre.

La presentación del estudio ha contado con el testimonio de jóvenes como Leia, estudiante de uno de los centros educativos dañados por la riada, y con la intervención de David del Campo, director de Alianzas de Plan Internacional, quien ha reclamado medidas urgentes de apoyo emocional y educativo.

El testimonio de eLeia: “Si no tienes a tu gente cerca, esto te destroza”  

La joven Eleia, una de las muchas adolescentes que vivieron en primera persona la DANA, ha compartido cómo fue regresar a clase tras semanas de caos:

“Era raro. Tenías que quitarte las botas llenas de barro para ponerte las zapatillas al entrar al instituto. La primera semana no hicimos casi nada, pero después ya empezamos con deberes. Algunos profesores entendían la situación, otros no tanto”, explicaba.

Eleia, como otros muchos compañeros, participó en las tareas de limpieza desde el primer momento. Sin embargo, la vuelta a la rutina escolar no fue sencilla:

“Dentro de clase era como una burbuja. Pero salías y lo primero que veías era el barro, los coches apilados, el colegio destrozado. Eso te devolvía de golpe a la realidad”.

A pesar del apoyo entre amigos, reconoce que no ha sido fácil lidiar con todo:

“Hablábamos mucho entre nosotros, eso ayudó. Fue como una especie de autoterapia. Pero aún hay gente que lo está pasando mal. Conozco a una amiga que sigue necesitando ir al psicólogo”.

Uno de los momentos más emotivos de su relato en Mediodía COPE Más Valencia ha sido cuando ha recordado la solidaridad espontánea que surgió tras la catástrofe:

“Ver llegar a gente desconocida, a bomberos o militares que venían en sus vacaciones a ayudar… eso te hacía sentir esperanza”, ha afirmado emocionada.

Cuando se le pregunta qué necesita ahora la juventud de su pueblo, no duda:

“Que nos ayuden a reconstruir. Que limpien lo que aún está roto. Ver todos los días el colegio destrozado desde mi ventana es muy deprimente. Te recuerda todo lo que pasó”

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Recuerdo de los trabajos de lilmpieza

El informe de Plan Internacional: una radiografía del sufrimiento silencioso  

Durante la presentación, David del Campo, responsable de Plan Internacional, ha desgranado las claves del informe. Según ha explicado, la investigación partió de una necesidad clara: escuchar a los jóvenes, darles voz y analizar con rigor sus vivencias.

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Momento de la entrevista para COPE Más Valencia

“Queríamos saber cómo se sienten, cómo ha cambiado su día a día y qué necesitan para salir adelante. Y lo que hemos encontrado es preocupante: la mitad dice que su vida cotidiana ya no es como antes y casi todos aseguran que su educación se ha visto afectada”, ha señalado.

Los datos hablan por sí solos:

  • El 97% asegura que sus centros educativos fueron dañados por la DANA.

  • El 50% afirma que su vida diaria ha cambiado drásticamente desde entonces.

  • El 40% reconoce sufrir ansiedad, problemas de sueño o nerviosismo persistente.

Pero hay un factor añadido que agrava esta situación: el precedente de la pandemia.

“Estos chicos ya vivieron el confinamiento por el COVID, y ahora esto. Son dos traumas seguidos en apenas cinco años, y eso deja una huella emocional muy fuerte”, explica del Campo.

Además, el informe ha recogido también la visión de la comunidad educativa. Profesores, muchos sin herramientas para abordar el trauma, han tenido que improvisar respuestas.

“Hay docentes que no sabían cómo tratar a los alumnos afectados. Por eso también pedimos que se les forme y apoye, que se les dé recursos”, ha añadido.

Desde Plan Internacional han reiterado que este estudio no debe quedarse en una declaración de intenciones.

“Pedimos a las administraciones públicas que escuchen y atiendan este informe. Que lo conviertan en acción, que planifiquen con estos datos en la mano. No se puede reconstruir una escuela sin tener en cuenta cómo se sienten sus alumnos”. 

La necesidad de respuestas integrales: educación, salud mental y comunidad  

Tanto los testimonios como los datos del informe coinciden en un mensaje claro: la reconstrucción tras una catástrofe no puede limitarse a reparar infraestructuras. Hace falta también reparar a las personas.

Leia lo resume con una frase que resuena con fuerza:

“No es solo limpiar las calles, es limpiar lo que llevamos dentro”.

La salud mental, a menudo ignorada en las primeras fases de la respuesta a emergencias, debe ocupar un lugar central en las políticas públicas.

“Un curso se puede recuperar, pero una mente dañada necesita mucho más tiempo y atención”, ha recordado del Campo.

En este sentido, Plan Internacional ha propuesto una serie de recomendaciones para las autoridades:

  • Implantar programas de apoyo psicológico continuado en los centros educativos afectados.

  • Reforzar la formación del profesorado para detectar señales de estrés o ansiedad.

  • Diseñar espacios seguros y de confianza para que los adolescentes puedan expresarse.

  • Promover actividades comunitarias que refuercen el tejido social y emocional de los municipios. 

El futuro: una oportunidad para reconstruir mejor  

La DANA fue una tragedia, pero también puede ser una oportunidad para mejorar las cosas. Las voces de Leia y tantos otros jóvenes no deben caer en saco roto. Ellos, que han demostrado madurez, solidaridad y una entereza admirable, piden ahora lo justo: ser escuchados y atendidos.

“Pensamos a veces que como son jóvenes pueden con todo. Pero no. Esta generación ha vivido demasiado en muy poco tiempo. Hay que cuidarles”, ha recordado del Campo.

El informe de Plan Internacional es un primer paso. El resto depende de la voluntad política, de la inversión pública y, sobre todo, del compromiso colectivo con la salud emocional de quienes tienen por delante toda una vida por construir.

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