Seis meses después de la DANA: el trabajo incansable de Cruz Roja para reconstruir vidas en Valencia
"Basta con mirar con atención para darse cuenta de que aún hay mucho sufrimiento y desazón en los rostros de quienes lo perdieron todo"

Un vehículo de apoyo para el traslado de la ayuda
Valencia - Publicado el
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Esta semana se han cumplido seis meses del 29 de octubre de 2024, una fecha que permanece grabada en la memoria colectiva de la provincia de Valencia. Ese día, una Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) arrasó numerosas localidades, dejando tras de sí una devastación sin precedentes. Ha sido, en palabras de muchos, la mayor catástrofe natural en la historia reciente de la provincia. A medio año del desastre, la recuperación sigue en marcha, y uno de los pilares fundamentales en esta reconstrucción ha sido la labor constante de Cruz Roja.
Para conocer en profundidad cómo ha sido este proceso, hablamos con Mireia Cloquell, portavoz del Plan de Recuperación tras la DANA de Cruz Roja. Ella destaca que, aunque hay signos de avance, todavía queda mucho por hacer: "Cada vez que nos acercamos por la zona afectada, que es muy extensa, esperamos ver una recuperación total, pero basta con mirar con atención para darse cuenta de que aún hay mucho sufrimiento y desazón en los rostros de quienes lo perdieron todo".
Tres fases para reconstruir
El plan de recuperación diseñado por Cruz Roja tiene una duración estimada de tres años y se estructura en tres grandes fases.
La primera, ya superada, fue la fase de emergencia. En los días inmediatamente posteriores a la catástrofe, Cruz Roja desplegó albergues temporales, limpió calles y viviendas, y proporcionó atención sanitaria y psicológica básica a las víctimas. Se trataba de responder a las necesidades más urgentes: alimentación, higiene, descanso y recuperación de suministros básicos.
“Fue una etapa muy intensa —explica Cloquell—. Había que actuar rápidamente, no solo para cubrir necesidades materiales, sino también para contener el shock emocional de las personas que lo habían perdido todo, desde sus casas hasta sus pertenencias más personales”.
La segunda fase, en la que se trabaja actualmente, es la fase de recuperación. Si bien los niveles de avance son desiguales según la localidad y la situación personal de cada damnificado, se han distribuido cientos de kits de manutención, higiene, descanso y equipamiento doméstico. Cruz Roja ha facilitado desde colchones y somieres hasta electrodomésticos, radiadores o productos de apoyo para personas mayores o con discapacidad.
“El nivel de pérdida fue tan grande que mucha gente quedó en una situación de vulnerabilidad sobrevenida”, relata Cloquell. “Personas que tenían una vida autónoma se vieron, de la noche a la mañana, sin cama articulada, sin silla de ruedas, sin audífonos o dentaduras. A eso se suma la incertidumbre económica hasta que llegan las indemnizaciones de seguros, si es que llegan por completo”.
Prepararse para el futuro: resiliencia comunitaria
La tercera fase, que ya ha comenzado en algunos puntos, se centra en la resiliencia y el fortalecimiento comunitario. El objetivo es preparar a la población para futuros desastres naturales, que podrían repetirse dada la frecuencia creciente de fenómenos extremos.
“Se trata de formar a las personas para que sepan qué hacer si vuelve a suceder algo parecido. Desde identificar zonas seguras, preparar kits de emergencia, hasta integrar a personas mayores o con discapacidad en los planes de evacuación. También trabajamos la preparación psicológica, algo clave para reducir el impacto emocional ante un nuevo desastre”, explica Cloquell.
Este enfoque preventivo no sustituye, sino que convive con la fase de recuperación. En muchos municipios, la prioridad sigue siendo la reparación de viviendas, la reposición de bienes básicos y el apoyo psicológico urgente. Pero en otros, ya se están dando pasos hacia esta tercera etapa, que busca evitar que una tragedia como la vivida vuelva a tener consecuencias tan devastadoras.
La salud mental, una urgencia silenciosa
Uno de los retos más apremiantes ahora mismo, según Mireia Cloquell, es la salud mental. “Tras pasar la urgencia de salvar lo básico, ahora surge con fuerza el trauma emocional. Aparecen síntomas de duelo, ansiedad, insomnio, miedo a que vuelva a pasar, aislamiento o problemas en las relaciones personales”.
Cruz Roja ofrece apoyo psicológico individual y grupal, pero también deriva a personas hacia servicios especializados cuando se necesita una atención más intensa o prolongada.
“El cerebro primero se centra en sobrevivir y resolver —comenta Cloquell—. Pero cuando la emergencia baja un poco, es cuando emerge el dolor emocional más profundo”.
Una llamada a no olvidar
A seis meses de la catástrofe, desde Cruz Roja se insiste en algo fundamental: no olvidarse de las víctimas. Muchas de ellas siguen necesitando ayuda, y sobre todo, sentir que no están solas en este proceso largo y complejo de reconstrucción. Como concluye Cloquell, “nuestro objetivo es estar ahí mientras haga falta. Sabemos que no es una carrera corta, sino de fondo”.
Porque, como recuerda Mireia, reconstruir no es solo levantar paredes, sino también recomponer vidas. Y en esa tarea, cada gesto de solidaridad cuenta.