Estas son las críticas cinematográficas de Eduardo Casanova de los estrenos destacados esta semana:

CIVIL WAR

Alex Garland (Ex Machina, Men), director y guionista, firma esta curiosa trama que conjuga diferentes géneros sin perder nunca la tensión. Aunque a veces dosifica excesivamente las emociones, el tratamiento de los personajes, sus conexiones y la odisea que experimentan atrapan la atención desde el principio al final. Pese al título, no puede considerarse únicamente una película bélica; el drama, el thriller y el terror van alternándose sobre un trasfondo político difuminado. Acerca la tragedia de la guerra a unos ambientes reconocibles y culturalmente cercanos, lo que refuerza su advertencia.

ABIGAIL

Hay que agradecer a sus artífices los esfuerzos por insuflar savia nueva a un subgénero tan manido como el vampírico. Detrás del proyecto están los renovadores de la saga Scream, que ya apuntaron buenas maneras en una empresa, a priori, difícil. Ahora, igual que sucedía con aquel referente del terror adolescente, resuelven el reto dignamente, aunque no terminan de redondear completamente el trabajo. Las interesantes y curiosas novedades que encontramos en esta original propuesta, al menos de partida, decaen paulatinamente. Los estirados compases finales discurren por cauces convencionales. Aun así, reúne suficientes alicientes para que los incondicionales del horror cinematográfico no se la pierdan.

LA QUIMERA

La directora Alice Rohrwacher, igual que hizo en la peculiar Lazzaro feliz (2018), continúa reivindicando la esencia de los clásicos del cine italiano. La fórmula empleada ahora guarda bastantes similitudes con las de aquel premiado filme y los recocimientos obtenidos han sido similares. Ciertos patrones heredados del neorrealismo se fusionan con detalles surrealistas, y unas notas costumbristas muy presentes a lo largo del metraje; todo ello acicalado por unos ligeros tonos poéticos. Esta vez nos habla de las obsesiones y los recuerdos sentimentales imperecederos a los que se quiere volver. Sus formas narrativas, hoy poco comunes, conllevan un riesgo obvio, porque inevitablemente acotan el público que disfrutará plenamente de la película.