¿Qué es la reduflación y cheapflación que la OCU ha detectado en varios productos?

Estos términos, aunque relacionados, describen tácticas distintas que afectan directamente al consumidor, generando debates sobre su legalidad, transparencia y consecuencias

Estos términos, aunque relacionados, describen tácticas distintas que afectan directamente al consumidor, generando debates sobre su legalidad, transparencia y consecuencias
00:00

Inma Guillem, portavoz de la OCU en Cataluña, nos explica qué es la reduflación y la cheapflación

José Miguel Cruz

Barcelona - Publicado el

5 min lectura

En un contexto de inflación y aumento de costos, las empresas buscan estrategias para mantener sus márgenes de beneficio sin perder clientes. 

Dos prácticas comerciales que han ganado notoriedad en los últimos años son la reduflación y la cheapflación

Estos términos, aunque relacionados, describen tácticas distintas que afectan directamente al consumidor, generando debates sobre su legalidad, transparencia y consecuencias tanto para las marcas como para los compradores.

La reduflación una estrategia que permite a las empresas absorber el aumento de costos sin alterar el precio visible

La reduflación una estrategia que permite a las empresas absorber el aumento de costos sin alterar el precio visible

¿Qué es la Reduflación?  

La reduflación (del inglés shrinkflation, combinación de shrink —reducir— e inflation) consiste en disminuir la cantidad o el tamaño de un producto mientras se mantiene o incluso se incrementa su precio. 

Es una estrategia que permite a las empresas absorber el aumento de costos sin alterar el precio visible, lo que podría disuadir a los consumidores. 

Por ejemplo, una bolsa de patatas fritas que antes contenía 200 gramos puede reducirse a 180 gramos, pero seguir costando lo mismo. 

Esta práctica es común en productos de consumo frecuente, como alimentos envasados (cereales, snacks, pastas) y artículos de higiene personal.

El término fue acuñado por la economista Pippa Malmgren, quien lo describió como una forma de “inflación invisible”. 

Aunque puede parecer sutil, la reduflación tiene un impacto significativo en la economía doméstica, especialmente en productos de uso cotidiano. 

Según un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), al menos un 7% de los productos en supermercados españoles han sido afectados por esta práctica en los últimos años.

¿Qué es la Cheapflación?  

Por otro lado, la cheapflación (del inglés skimpflation o derivada de cheap —barato—) implica reducir la calidad de un producto al sustituir ingredientes o materiales por alternativas más económicas, manteniendo el mismo precio y presentación. 

Por ejemplo, una marca de galletas que antes usaba aceite de oliva podría cambiar a aceite de palma para abaratar costos, sin informar claramente del cambio. 

Esta práctica no se limita a alimentos; también afecta a productos como ropa, electrónica o detergentes, donde se emplean materiales de menor calidad.

La cheapflación es más difícil de detectar porque los cambios en la composición no siempre son evidentes a simple vista. Sin embargo, los consumidores pueden notar diferencias en el sabor, la durabilidad o el rendimiento del producto, lo que genera frustración y desconfianza.

En el caso de la reduflación, el nuevo gramaje debe estar indicado en el etiquetado de forma visible.

En el caso de la reduflación, el nuevo gramaje debe estar indicado en el etiquetado de forma visible.

¿Son Legales Estas Prácticas?  

Tanto la reduflación como la cheapflación son legales siempre que se cumplan ciertos requisitos de transparencia. 

Según la normativa de defensa del consumidor, como el Real Decreto Legislativo 1/2007 en España, las empresas están obligadas a proporcionar información clara, veraz y suficiente sobre las características esenciales de sus productos, incluyendo el peso, la cantidad y la composición. 

En el caso de la reduflación, el nuevo gramaje debe estar indicado en el etiquetado de forma visible. Para la cheapflación, cualquier cambio en los ingredientes debe reflejarse en la lista de componentes.

El problema surge cuando las empresas no son transparentes o utilizan estrategias para ocultar estos cambios, como mantener el diseño del envase idéntico o relegar la información a la letra pequeña. 

Aunque las marcas suelen defenderse argumentando que cumplen con la normativa, estas prácticas pueden rozar el límite de lo ético, afectando la percepción del consumidor.

Riesgos para las Marcas  

Si bien la reduflación y la cheapflación pueden ofrecer beneficios a corto plazo, como mantener precios competitivos, implican riesgos significativos para las marcas. El principal es la pérdida de confianza del consumidor

En un mundo donde las redes sociales amplifican las opiniones, un engaño percibido puede convertirse en una crisis de reputación. 

Como señala Eduardo Irastorza, profesor de OBS Business School, “un apóstol de la marca es diez veces menos activo que un ‘hater’”. Un solo comentario viral sobre una bolsa de snacks con menos contenido o un producto de menor calidad puede dañar gravemente la imagen de una empresa.

Además, los consumidores, especialmente las generaciones más jóvenes, son cada vez más exigentes y tienen acceso a una amplia oferta de productos alternativos. 

Cambiar a marcas blancas o competidores es una opción fácil cuando se percibe una práctica desleal. 

Las empresas también corren el riesgo de enfrentar denuncias ante organismos de defensa del consumidor, como la CNMC en España, lo que puede resultar en sanciones o multas.

¿Cómo Puede Defenderse el Consumidor?  

Para protegerse de la reduflación y la cheapflación, los consumidores deben adoptar un enfoque proactivo y prestar atención a los detalles. Aquí algunas recomendaciones:

Revisar el etiquetado: Compara el peso neto o la cantidad de producto con compras anteriores. Por ejemplo, verifica si una caja de cereales ha pasado de 500 a 450 gramos sin un cambio de precio.

Comparar precios por unidad: Calcula el precio por kilogramo o litro, información que suele aparecer en las etiquetas de los supermercados, para identificar si estás pagando más por menos.

Leer la lista de ingredientes: En el caso de la cheapflación, revisa si ha habido cambios en la composición, como la sustitución de un ingrediente de calidad por otro más barato.

Estar atento a la calidad: Si notas diferencias en el sabor, la textura o la durabilidad de un producto, investiga si ha habido modificaciones en su fórmula.

Apoyarse en organizaciones de consumidores: Entidades como la OCU ofrecen información y recursos para identificar estas prácticas y presentar reclamaciones si es necesario.

Votar con la cartera: Si una marca decepciona, considera cambiar a alternativas más transparentes o a productos de marca blanca, que suelen ser más económicos.

Como dijo Abraham Lincoln, “puedes engañar a todo el mundo algún tiempo, pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. En un mercado cada vez más competitivo, la honestidad sigue siendo la mejor estrategia para empresas y la mejor herramienta para los compradores.

Programas

Último boletín

11:00H | 17 MAY 2025 | BOLETÍN

Boletines COPE
Tracking