En la era del turismo digitalizado y las redes sociales, las vacaciones se han convertido en un campo de batalla entre el disfrute y el estrés, donde la presión por acumular experiencias y exhibirlas en línea puede eclipsar el propósito fundamental del descanso.

El fenómeno del turismo frenético, caracterizado por itinerarios sobrecargados y una constante necesidad de documentación en redes sociales, está en aumento, dejando a su paso un rastro de agotamiento y ansiedad.

La urgencia de capturar cada momento, desde la espera para fotografiar la Gioconda en el Louvre hasta las interminables colas para ascender a la Torre Eiffel, refleja una obsesión por acumular experiencias a un ritmo vertiginoso.

Esta tendencia, impulsada en parte por el temor a perderse algo (FOMO) y el miedo a no exhibir nada (FOEN), se ha visto potenciada por la creciente influencia de las redes sociales y la cultura de la imagen.

Según Pablo Díaz, experto en turismo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), esta demanda de turismo intensivo se retroalimenta con una oferta cada vez más orientada a la promoción en redes sociales.

Las empresas turísticas están obsesionadas con su imagen en línea y adaptan sus servicios para satisfacer las demandas de los clientes ávidos de exhibir sus experiencias.

¿Por qué nos resulta tan difícil desconectar durante las vacaciones?

Sylvie Pérez, profesora de Psicología de la UOC, sugiere que vivimos atrapados en la ilusión del control, planificando cada detalle de nuestras vacaciones en un intento de maximizar nuestro tiempo.

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No sé si es deformación profesional, adicción al trabajo o que tengo serias dificultades para desconectar pero aún estando en vacaciones enciendo el ordenador y miro el correo por si tengo algo pendiente.

— Álvaro Palacios ???? (@alvarosanzero) March 29, 2024

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Sin embargo, esta obsesión por controlarlo todo solo aumenta nuestro estrés, privándonos del disfrute del proceso y relegándonos a la búsqueda constante del producto final: una foto en la Capilla Sixtina o en la cima de una montaña.

La presión por cumplir con un itinerario abrumador también ha llevado a una polarización en el perfil del turista. Si bien antes se asociaba el turismo frenético principalmente con los visitantes asiáticos, especialmente los japoneses, ahora es una práctica extendida en todos los grupos demográficos, especialmente entre los millennials.

La entrevista con Sergi Torondel, Psicólogo y Coach Deportivo, arroja luz sobre este fenómeno desde una perspectiva más personal.

Torondel señala que la falta de desconexión durante las vacaciones y la tendencia a mantenernos conectados al trabajo contribuyen al ciclo de estrés continuo.

Recomienda un enfoque más relajado y menos estructurado para aprovechar al máximo el tiempo libre, fomentando la capacidad de disfrutar del ocio sin sentirnos obligados a llenar cada momento con actividades.

"Nos cuesta estar sin hacer nada y hacer nada puede ser estar en la playa, en la montaña, únicamente estando, tener una conversación o leer un libro"

En última instancia, el turismo frenético ha generado un nicho de negocio para aquellos que buscan escapar de esta tendencia.

El turismo "slow" y desconectado está ganando popularidad entre aquellos que anhelan un descanso verdadero y significativo, lejos del bullicio y la presión de las redes sociales.

En un mundo donde la obsesión por acumular experiencias parece ser la norma, es crucial recordar la importancia de desconectar, disfrutar del momento presente y rechazar la presión de la sociedad de exhibir constantemente nuestras vidas en línea.

Al priorizar el descanso y la conexión con uno mismo, podemos encontrar un equilibrio saludable entre el disfrute de las vacaciones y el bienestar emocional.