Situación insólita en la Universidad de Barcelona: solo dos alumnos matriculados en la carrera de filología románica y un motivo de reflexión

Lo que parece una anécdota es en realidad un "toque de atención" sobre el futuro de las humanidades y una oportunidad para una formación de excelencia sin coste añadido

Alumnos universitarios
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Meritxell Simó, profesora de filología románica, explica y reflexiona sobre esta curiosa situación de dar clase a un solo alumno

José Miguel Cruz

Barcelona - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

El grado de Filología Románica en la Universidad de Barcelona (UB) ha inaugurado el curso con una imagen insólita: una sola matrícula. Lejos de ser un aula vacía, la situación ha destapado un intenso debate sobre el futuro de las humanidades y el modelo educativo actual. Para Meritxell Simó, profesora titular de esta especialidad, este hecho es tanto un “lujo” como un “toque de atención” que obliga a la autocrítica y a la reflexión. Aunque la carrera siempre ha sido minoritaria, nunca se había enfrentado a una cifra tan baja, lo que ha encendido las alarmas sobre la percepción y el desconocimiento que rodean a esta disciplina.

Ni insostenible ni un despilfarro: el coste cero de la excelencia

Una de las primeras reacciones ante este escenario apunta a la viabilidad económica de mantener una clase para una persona. Sin embargo, la profesora Simó desmonta rápidamente este argumento. "Es muy triste porque en este contexto de mercantilización de los estudios, en que parece que la universidad cada vez más ha de ser una empresa, todo el mundo me dice lo mismo: 'Es que esto es insostenible'", lamenta. La realidad, explica, es que el coste es nulo. "Esto nos cuesta cero", sentencia de forma contundente.

La dedicación a este único alumno representa un porcentaje mínimo de su jornada, por lo que la estructura no sufre alteraciones económicas.

Los profesores de Filología Románica en la UB forman parte de una plantilla estable que imparte docencia en otros grados, másteres y doctorados. La dedicación a este único alumno representa un porcentaje mínimo de su jornada, por lo que la estructura no sufre alteraciones económicas. Lejos de ser un gasto, Simó lo define como una inversión de futuro extraordinaria, ya que estos alumnos suelen ser de excelencia y acaban aportando un gran valor a la universidad a través de becas, doctorados y proyectos de investigación de alto nivel.

La curiosa situación de la carrera de filología románica en la universidad de Barcelona con solo dos alumnos matriculados

La curiosa situación de la carrera de filología románica en la universidad de Barcelona con solo dos alumnos matriculados

El 'sueño' de una educación a medida

Para un docente, tener un solo alumno es la materialización de un ideal pedagógico. "Es el gran somni", confiesa Simó. Esta situación permite ofrecer una formación de calidad extraordinaria, similar a los míticos seminarios de Cambridge o de Oxford con grupos ultra reducidos. La profesora celebra la oportunidad de poder hacer un “traje a medida” al estudiante, conociendo sus fortalezas y debilidades para orientar su camino académico y prepararlo para la investigación.

"Cuando hicieron lo de Bolonia dijimos 'esto es fantástico', pero con 100 alumnos en el aula, ya diréis cómo lo hacemos"

Este modelo contrasta con la masificación que a menudo impide aplicar los principios del Plan Bolonia, que promovía una mayor personalización. "Cuando hicieron lo de Bolonia dijimos 'esto es fantástico', pero con 100 alumnos en el aula, ya diréis cómo lo hacemos", recuerda. Ahora, paradójicamente, ellos sí pueden aplicarlo. Esta dinámica crea una relación "brutal" entre profesor y alumno, un lujo metafórico que una universidad pública, según Simó, debería poder permitirse.

Un 'toque de atención' para una disciplina desconocida

Pese a las ventajas, la situación no deja de ser un “grito de atención”. La Filología Románica es una disciplina “desconocida y difícil”. Su ausencia en los planes de estudio de bachillerato, donde se sigue enseñando literatura desde una óptica del siglo XIX, impide que los jóvenes la descubran. "Hay que hacer pedagogía y divulgación, llegar a los institutos y difundir", afirma Simó. Ella misma descubrió su pasión por la romanística de forma casi accidental, tras matricularse en Filología Clásica.

A este desconocimiento se suma otro factor que la profesora considera un problema estructural: la precarización del nivel con el que el alumnado llega a la universidad. "Estamos asistiendo a un proceso de secundarización de la enseñanza universitaria. La gente, y lo siento porque es una obviedad, cada vez viene peor preparada del bachillerato", concluye. Por tanto, el caso del único alumno no es solo una anécdota, sino el síntoma de una crisis educativa más profunda que interpela a todo el sistema.

Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.

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