Este es el doctor español que ha salvado miles de vidas gracias a un invento que ahora es imprescindible: “Debe de haber otra forma de quitar el dolor sin apagar la vida”
Un médico oscense se preguntó que podía hacer para solucionar los problemas que tenía con los heridos en su hospital de campaña.

El médico no llegó a ver aplicada su técnica
Barcelona - Publicado el
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El hospital militar improvisado huele a antiséptico y a pólvora. Afuera, los ecos de la guerra siguen retumbando, pero dentro, un joven médico aragonés se inclina sobre un paciente herido en la pierna. La anestesia general es arriesgada, y el enfermo, debilitado, podría no resistirla. El doctor Fidel Pagés cierra los ojos un instante, respira hondo y piensa: “Debe de haber otra forma de quitar el dolor sin apagar la vida”.
Ese pensamiento, repetido durante meses entre bisturís, vendas y gritos ahogados, sería el germen de uno de los avances médicos más importantes del siglo XX: la anestesia epidural.
“Debe de haber otra forma de quitar el dolor sin apagar la vida”.
Un joven brillante en bata militar
Fidel Pagés Miravé nació en Huesca en 1886 y desde joven mostró una curiosidad voraz. Estudió Medicina en Zaragoza y, movido por un sentido de servicio y aventura, ingresó en el Cuerpo de Sanidad Militar. Allí aprendió que, en el campo de batalla, la medicina no es solo ciencia: es rapidez, ingenio y, a veces, intuición.
Sus destinos lo llevaron al norte de África y más tarde a Viena, donde conoció los últimos avances quirúrgicos europeos. En esos años, la anestesia general era la norma, pero sus riesgos —complicaciones respiratorias, lentas recuperaciones— eran demasiado altos. Pagés se obsesionó con la idea de encontrar una alternativa más segura.

Imagen del doctor Fidel Pagés
El instante de la idea
En 1920, mientras trabajaba en un hospital militar en Viena, Pagés empezó a estudiar con detalle las técnicas que bloqueaban el dolor en zonas concretas del cuerpo, como la anestesia raquídea. Pensó que tal vez se podía lograr el mismo efecto actuando en un punto diferente: el espacio epidural, una franja entre la médula espinal y la pared del canal vertebral.
El año siguiente, 1921, publicó en la Revista Española de Cirugía un trabajo revolucionario titulado “Anestesia metamérica”, en el que describía paso a paso cómo realizar esta técnica. Lo novedoso no era solo el lugar de la inyección, sino el concepto: adormecer solo la zona necesaria, mantener al paciente consciente y reducir riesgos.
Lo novedoso no era solo el lugar de la inyección, sino el concepto
La vida que no le dio tiempo a vivir
Pagés tenía 35 años cuando puso por escrito su descubrimiento. Le quedaban muchos proyectos por delante, pero la historia le jugó una mala pasada: el 21 de septiembre de 1923, en Madrid, sufrió un accidente de tráfico que le costó la vida. Murió sin saber que había creado una herramienta que, décadas más tarde, cambiaría para siempre la medicina.
Su trabajo quedó olvidado, sepultado por la falta de difusión internacional y por su ausencia para defenderlo.

Esquema original de la anestesia epidural
Un hallazgo redescubierto
En la década de 1940, médicos argentinos redescubrieron sus investigaciones y comenzaron a aplicarlas sistemáticamente. El mundo médico abrazó la anestesia epidural, primero en intervenciones quirúrgicas de la parte inferior del cuerpo y, más tarde, en partos.
Lo que Pagés había pensado como un método seguro para operar heridos se convirtió también en la salvación para millones de mujeres que podían dar a luz sin el dolor insoportable de las contracciones.
Del campo de batalla a las maternidades
Hoy, la epidural es tan habitual en obstetricia que muchos creen que siempre estuvo ahí. En España, su uso en partos hospitalarios supera con creces el 60%, y cada año se practican millones en todo el mundo. El principio es el mismo que describió Pagés en 1921, aunque la técnica se ha perfeccionado y los fármacos son más seguros.
Su invento también se utiliza en cirugías ortopédicas, urológicas y tratamientos del dolor crónico, ampliando aún más el alcance de su legado.
El reconocimiento tardío
Durante décadas, su nombre apenas aparecía en los manuales. Pero poco a poco, España ha empezado a devolverle el lugar que merece: calles y plazas llevan su nombre, se han erigido bustos y placas conmemorativas, y en el ámbito médico ya no se discute que Fidel Pagés fue el verdadero inventor de la anestesia epidural.
Cada vez que un paciente entra en quirófano sin miedo al dolor gracias a esta técnica, está recibiendo, aunque no lo sepa, el legado de un médico español que no buscaba gloria, sino alivio.
Un héroe silencioso
La historia de Fidel Pagés es la de un hombre que unió el rigor científico con la empatía hacia el paciente. En apenas 36 años, cambió la medicina para siempre. Y lo hizo sin grandes laboratorios, sin un ejército de investigadores, sin redes sociales para difundirlo… solo con su inteligencia, su experiencia y una profunda humanidad.
Quizá él no llegó a escuchar la palabra “gracias” de las millones de personas que se han beneficiado de su invento. Pero cada parto sin dolor y cada cirugía sin sufrimiento llevan su firma invisible, escrita en el lugar donde más importa: la memoria de la medicina y el bienestar de la humanidad.