Barcelona se ahoga en turistas y está clasificada como la más masificada del mundo
Si nos centramos en Ciutat Vella, el corazón histórico, la densidad turística alcanza los 21.861 visitantes por kilómetro cuadrado, cinco veces más que la media de la ciudad.

¿es realmente así? ¿Qué significa esta masificación para la ciudad y sus habitantes? ¿Y qué pasaría si, de repente, los turistas desaparecieran?
Barcelona - Publicado el
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Barcelona, la joya mediterránea que enamora con su arquitectura, su gastronomía y su vibrante cultura, ha sido señalada recientemente como el destino turístico más masificado del mundo, según un estudio de Nomad que calcula una densidad de 201.722 turistas por kilómetro cuadrado.

la ciudad, con 1,7 millones de habitantes, recibió 15,5 millones de turistas que pernoctaron
Pero, ¿es realmente así? ¿Qué significa esta masificación para la ciudad y sus habitantes? ¿Y qué pasaría si, de repente, los turistas desaparecieran? Vamos a desgranarlo con calma, como si estuviéramos charlando en una terraza del Born.
¿Es Barcelona la más masificada del mundo?
El titular no miente, pero matiza. El estudio de Nomad, basado en datos de visitantes internacionales, población y superficie urbana, coloca a Barcelona en la cima de la masificación turística.
En 2024, la ciudad, con 1,7 millones de habitantes, recibió 15,5 millones de turistas que pernoctaron, además de 1,6 millones de cruceristas que pasearon por sus calles en visitas relámpago.
Si nos centramos en Ciutat Vella, el corazón histórico, la densidad turística alcanza los 21.861 visitantes por kilómetro cuadrado, cinco veces más que la media de la ciudad.
La Rambla, la Sagrada Familia o el Park Güell son imanes que concentran multitudes, especialmente en temporada alta.
Comparada con otras ciudades como Venecia o Ámsterdam, Barcelona lidera en densidad, aunque no necesariamente en número total de turistas. La clave está en su tamaño compacto y la concentración de atractivos en áreas reducidas, lo que amplifica la percepción de saturación.
El turismo representa el 14% del PIB de la ciudad y genera 150.000 empleos, pero también transforma el comercio local en tiendas de souvenirs y cadenas de comida rápida.

La Rambla, la Sagrada Familia o el Park Güell son imanes que concentran multitudes, especialmente en temporada alta.
Las consecuencias de la masificación
Vivir en Barcelona a veces se siente como compartir tu casa con miles de desconocidos. La masificación tiene un impacto directo en la vida diaria: los alquileres se han disparado, con precios que expulsan a los residentes de barrios como el Gòtic o la Barceloneta.
El turismo representa el 14% del PIB de la ciudad y genera 150.000 empleos, pero también transforma el comercio local en tiendas de souvenirs y cadenas de comida rápida.
Los vecinos se quejan del ruido, el incivismo y la pérdida de identidad cultural, con mercados como La Boquería convertidos casi en parques temáticos.
Además, la presión sobre el transporte público y los espacios verdes, como los búnkeres del Carmel, complica la convivencia.
El verano pasado, unas 2.800 personas se manifestaron bajo el lema “Decrecimiento turístico ya”, algunas incluso con pistolas de agua contra turistas, un gesto que, aunque simbólico, refleja la frustración acumulada.
El impacto no es solo local. La masificación agrava la crisis ecosocial, con un aumento de la contaminación por cruceros y vuelos, y afecta especialmente a colectivos vulnerables, como personas racializadas que trabajan en empleos precarios del sector turístico.
La gentrificación, impulsada por los pisos turísticos, hace que barrios enteros pierdan su esencia, reemplazada por una versión “instagrameable” de Barcelona.

La gentrificación, impulsada por los pisos turísticos, hace que barrios enteros pierdan su esencia, reemplazada por una versión “instagrameable” de Barcelona.
El fenómeno expat: ¿turistas permanentes?
A la masificación se suma el fenómeno de los expats, extranjeros que se instalan en Barcelona atraídos por su estilo de vida, clima y oportunidades laborales, especialmente en sectores tecnológicos o creativos.
Desde los Juegos Olímpicos de 1992, el porcentaje de población extranjera ha crecido del 2% al 18% (algunos estiman hasta el 30%). Estos expats, a menudo con mayor poder adquisitivo, contribuyen a la subida de precios de la vivienda y al cambio en la dinámica de barrios como Gràcia o Poblenou.
Aunque aportan diversidad cultural, también generan tensiones, ya que su integración no siempre es completa, y algunos vecinos los perciben como una extensión del turismo masivo. La diferencia está en que los expats no son turistas de paso, sino residentes que, sin embargo, pueden agravar la presión sobre los recursos locales.

El problema no es el turismo en sí, sino su descontrol. El alcalde Jaume Collboni ha propuesto medidas como eliminar 10.000 pisos turísticos para 2028
Soluciones para frenar la masificación
El problema no es el turismo en sí, sino su descontrol. El alcalde Jaume Collboni ha propuesto medidas como eliminar 10.000 pisos turísticos para 2028, aumentar la tasa turística a 7,50 euros por persona y reducir el número de cruceristas. Pero estas son soluciones a largo plazo, y los vecinos piden cambios inmediatos. Otras propuestas incluyen:
Limitar el número de visitantes: Establecer cupos en atracciones como la Sagrada Familia o el Park Güell para reducir la saturación.
Diversificar la oferta turística: Promover barrios menos conocidos, como Sant Andreu, o actividades fuera de temporada alta.
Fomentar el turismo sostenible: Incentivar el transporte público, la bicicleta y el turismo de proximidad para reducir la huella ambiental.
Participación ciudadana: Involucrar a los vecinos en las decisiones sobre el modelo turístico, asegurando que sus necesidades se prioricen.
Regular los alquileres: Endurecer las sanciones a plataformas como Airbnb para garantizar que los pisos turísticos no desplacen a los residentes.
Además, colectivos como SOS Racisme abogan por incorporar una perspectiva antirracista, ya que la precariedad laboral en el turismo afecta especialmente a personas migrantes. La idea es clara: Barcelona necesita un turismo de calidad, no de cantidad.

sin no hubiese turistas, Económicamente, sería un golpe duro: el 14% del PIB desaparecería, afectando a miles de empleos en hostelería, restauración y comercio.
¿Y si no hubiera turistas?
Imagina una Barcelona sin turistas. La Rambla estaría desierta, los bares de la Barceloneta cerrarían por falta de clientes, y el silencio reinaría en la Sagrada Familia.
Económicamente, sería un golpe duro: el 14% del PIB desaparecería, afectando a miles de empleos en hostelería, restauración y comercio.
Los precios de la vivienda podrían estabilizarse, pero la ciudad perdería parte de su dinamismo y proyección internacional. Los expats probablemente seguirían, pero sin el flujo turístico, Barcelona podría volverse una ciudad más tranquila, aunque menos vibrante.
La ausencia de turistas devolvería espacios a los vecinos, pero también podría estancar sectores que dependen de ellos, como la cultura o los eventos.
Sin embargo, este escenario es improbable. El turismo es parte del ADN moderno de Barcelona, y la solución no es eliminarlo, sino gestionarlo mejor.
Como dice Martí Cusó, activista vecinal, “queremos una ciudad que priorice economías más justas”. La clave está en encontrar un equilibrio donde los barceloneses no sientan que su hogar se les escapa de las manos, y los visitantes puedan seguir disfrutando de una Barcelona auténtica, no un parque temático. Porque, al final, todos queremos lo mismo: una ciudad que respire, no que se ahogue.