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ESPECIAL SEMANA SANTA 2022

La Semana Santa de Valladolid: una Pasión con cinco siglos de historia

Durante el Barroco alcanzó su máximo esplendor artístico y en los años 20 del siglo XX el arzobispo Remigio Gandásegui puso los cimientos para su reconocimiento internacional

Monumento al Cofrade, ubicado junto a la Iglesia de Santa María La Antigua de Valladolid
Javier Luna

COPE Valladolid

Tiempo de lectura: 5'Actualizado 04 abr 2022

No podría darse una fecha concreta, pero es en el siglo XV cuando la fe toma forma de Semana Santa.

Por aquel entonces en Valladolid no se tiene constancia más que de dos cofradías. La Santa Vera Cruz y la Orden Franciscana Seglar. Ambas, en torno al elemento más central para los cristianos, pero también más sencillo: la cruz de Cristo.

La religiosidad popular comienza a brotar en el siglo XVI. Surgen más cofradías. Por orden de antigüedad: la Sagrada Pasión de Cristo, Las Angustias, La Piedad y Jesús Nazareno. Y surgen también manifestaciones de fe pública en las calles de Valladolid, aunque aún sin el rigor procesional que se les confiere en el siglo XVII.

En el siglo XVII al silencio y a la palabra, que aún hoy siguen identificando a la Semana Santa vallisoletana, se une el poder de la imagen.

Siglo XVII: el esplendor

“En el siglo XVII se junta todo”, afirma el que fuera cronista oficial de la ciudad de Valladolid e historiador, Teófanes Egido.

Pese a haber “bastante años en los que se malogra”, advierte Egido, lo cierto es que Valladolid se convierte en “una auténtica exhibición de hermosura”.

El rey Felipe III, bajo el valimiento del Duque de Lerma, había devuelto la Corte a Valladolid. Y la Semana Santa alcanza su máxima expresión, impactada por los mejores imagineros del Barroco que hicieron de esta ciudad su hogar.

La lista es larga: Juan de Juni, Andrés Solanes, Juan de Ávila, Francisco del Rincón y Bernardo, su nieto, Alonso de Rozas y su hijo José.

Pero uno sobresale de entre todos ellos: Gregorio Fernández. “El gran imaginero”, asevera Egido. No en vano, cuenta la leyenda que al terminar una de sus obras, ‘El Señor Atado a la Columna’, Cristo se le apareció y le pregunto “¿Dónde me miraste, que tan bien me retrataste?”. Gregorio Fernández respondió: “En mi corazón, señor”.

Todos ellos esculpían sus tallas para que salieran en procesión. En su inmensa mayoría, sin que esto reste un ápice de valor a la construcción popular de la Semana Santa, por encargo de las propias cofradías.

Siglos XVIII y XIX: riesgo de desaparecer

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La Ilustración puso coto a las procesiones de Semana Santa. Entonces, se abogaba por prescindir de cualquier manifestación pública de fe. Y aquel pensamiento no tardó en pasar de las palabras a los hechos.

“Aquí, en Valladolid, fue tremendo”, relata Teófanes Egido. “Hasta los responsables de la Chancillería —alto tribunal, propio de la Corona de Castilla—“, añade, “la ‘cogieron’ con las procesiones”. Y se instauró una especie de Semana Santa de interior.

La Semana Santa corría riesgo de desaparecer y, de hecho, dio muestras de ello. Curiosamente, sería un francés, François Kellerman, general al frente del Valladolid ocupado quien, en colaboración con el Jefe de Policía, Timoteo Monasterio, su verdadero promotor, propició un primer ensayo de lo que es hoy la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor un 20 de abril de 1810.

Años 20 del siglo XX: restauración de Gandásegui

Para cuando da comienzo el siglo XX las cofradías históricas de la Semana Santa de Valladolid se encuentran en un estado “muy decadente”, señala el historiador Javier Burrieza.

La Iglesia de San Antón, sede de La Piedad, está “a punto de cerrar”. El templo que da cobijo a La Pasión, en “muy comprometido estado de conservación” y el de la Vera Cruz, que apenas cuenta entonces con poco más de un centenar de cofrades, con “posibilidades de ser derribado”. La situación era también “comprometida”, apunta Burrieza, para la Cofradía de Jesús Nazareno. Y de la Orden Franciscana Seglar no quedaban más que sus terciarios, a la espera del regreso a la ciudad de los Padres Franciscanos. Solo Las Angustias resistió mejor los envites de la Ilustración.

Pero en el año 1920 Remigio Gandásegui es nombrado arzobispo de Valladolid. La Iglesia se ha marcado un objetivo: reconquistar la calle. Y la Semana Santa pasará a convertirse en “la joya de la corona”, afirma Burrieza.

Gandásegui no puede acometer solo la restauración de la Semana Santa. En el seno de la Diócesis encontrará apoyo en José Zurita.

En años anteriores había habido procesiones y las cofradías, pese a haberlas malogrado, se habían conservado. También los pasos procesionales, a buen recaudo en el antiguo Museo Provincial de Bellas Artes tras ser desamortizados en 1841. Pero era necesario prepararlos para su regreso a las calles. Es ahí donde Gandásegui encuentra dos aliados. Por un lado, Francisco de Cossío, periodista, a quien Valladolid le debe también la utilización de la imaginería castellana como reclamo turístico. Y, por otro, Juan Agapito y Revilla, historiador del arte y arquitecto municipal. Ellos iniciarán la reconstrucción de los pasos procesionales, una labor que durará años, para convertirlos en “su catequesis”, explica Burrieza, la de Gandásegui.

Todo está dispuesto para el Viernes Santo de 1922, pero llueve. Habrá que esperar al año siguiente para que salga la primera Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor al estilo Gandásegui. A él no le importa tanto quién alumbre los pasos, como que los propios pasos salgan a la calle. Y aquel Viernes Santo seminaristas, sacerdotes, ‘luises’ y ‘koskas’, entre otros, y pueblo fiel se integran en el cortejo procesional. “A Gandásegui, una persona muy popular y simpática, le gustaba darse esos baños de masas enormemente”, apunta Burrieza. De ahí que preste también especial cuidado a la Procesión de las Palmas del Domingo de Ramos, el otro cimiento de su restauración, pensando en que también los niños, no solo los de las cofradías, salieran a las calles.

Gandásegui “tuvo sus más y sus menos”, desvela el historiador Javier Burrieza, con las cofradías. Tiene predilección por las nuevas formas de asociacionismo religioso

Es, entonces, cuando por primera vez se amplía la nómina de cofradías. El arzobispo de Valladolid canaliza en 1929 la inquietud de un grupo de jóvenes, que se agruparán en la Cofradía de las Siete Palabras, y de los fieles que anhelaban rendir tributo a la sangre derramada por Cristo, que constituirán la Real y Venerable Cofradía de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. El goteo continuará en 1930. Los ‘luises’ y los ‘koskas’ recogen la encomienda de Gandásegui y fundan la Hermandad Penitencial de Ntro. Padre Jesús Atado a la Columna. Y en el Círculo de Recreo germina la Cofradía del Santo Entierro.

En suspenso por la Segunda República

La Segunda República le impide a Gandásegui culminar su restauración de la Semana Santa. De 1932 a 1936 no habrá procesiones. A excepción del año 1935, a juicio de Burrieza, el momento “más conservador” de la Segunda República. “Las propias cofradías suspendían las procesiones”, explica, “porque tenían miedo a no tener garantizada su seguridad”.

El estallido de la Guerra Civil impregna de connotaciones bélicas la Semana Santa, que vuelve a echarse a la calle “porque era una ciudad en retaguardia”, advierte Burrieza, en 1937. La propagando de la época, recuerda, invitaba al cofrade a estar “en el frente, con el arma; y en Valladolid, con el hachón”.

Ese año Remigio Gandásegui fallece, pero su legado continuará, avivado por el nacional catolicismo, con la creación de ocho nuevas cofradías en la década siguiente. Así, hasta las 20 que procesionan actualmente en la Semana Santa de Valladolid.

La “resurrección” y los “líos” de la Semana Santa

La Semana Santa de Valladolid se encuentra ahora en una fase de “resurrección”, en palabras del que fuera cronista oficial de la ciudad e historiador Teófanes Egido.

Las “asociaciones mentales” que, sobre todo en los años 70, llevaron a identificar toda religiosidad popular con “una religiosidad pasada” cree el historiador Javier Burrieza que se han visto “compensadas” con el reconocimiento de la mujer como cofrade de pleno derecho.

Pero no todo son luces en la herencia de Gandásegui. La irrupción de nuevas cofradías, creadas “incluso, ‘ad hoc’ para desfilar pasos prestados por las cofradías propietarias”, señala Burrieza, acabaron derivando en nuevas procesiones distribuidas sin tomar en consideración el orden de la Pasión de Cristo. Unos “líos”, como los define Burrieza, que se han empezado a desenredar con la primera gran reforma en 100 años de la Semana Santa de Valladolid. Una reforma que, si la lluvia y el COVID-19 lo permiten, verá la luz en 2022.

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