Los hórreos: construcciones que pueblan el paisaje rural
Lee y escucha aquí a la colaboradora de COPE, Silvia Rodríguez

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Ponferrada - Publicado el
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Palleira, piorno, canastro, horro o calabazo son entre otros los diferentes nombres que recibe el hórreo. Estas construcciones forman parte de la arquitectura rural tradicional gallega, leonesa y asturiana desde tiempos ancestrales, empleados como almacén para conservar las cosechas y los alimentos. Estos “graneros en altura” son la respuesta de los agricultores a un clima adverso, por lo que se aislaban del suelo levantándolos sobre cuatro pilares o pilastras denominados ‘pegollos’ con el fin de proteger sus víveres de la humedad del suelo.
Estos ‘pegollos’ culminan en grandes piedras conocidas como ‘Tornarratos’ cuyo objetivo era evitar el acceso de roedores y alimañas al interior del hórreo. De planta cuadrangular o ligeramente rectangular están construidos con madera o piedra, cubiertos por una techumbre de tejas, pizarra o paja, al hórreo se accede por una escalera o ‘patin’.
Dintel, soporte, penales, sobrecenas, tornarratos o tornaformigas son los distintos elementos que conforman el hórreo. En el caso de los inconfundibles hórreos gallegos una de las partes más destacadas que merece mención aparte, son sin duda los remates que adornan los techos. Más trabajados que el resto del hórreo, exhiben múltiples formas: cruces y remates cónicos, piramidales o pináculos son los remates más comunes, situados uno en cada extremo de la techumbre del hórreo y otros excepcionales como círculos, campanarios, ánforas, cálices o representaciones de animales. Es posible que tanto la cruz como el cono cumplan una misión más que estética.
Se cree que el cono o pináculo posee una función de protección y advocación del granero hacia viejas creencias, una deidad que dejó huella en el subconsciente místico rural importado del paganismo al Cristianismo. Con la llegada del Cristianismo, se intentó de alguna manera cristianizar todos los símbolos paganos existentes, por lo que la Cruz se colocó para conseguir la protección divina de la cosecha. En contraposición al pináculo cuya función era la de proteger contra los rayos, el demonio y las ‘meigas’, por eso de que ‘haberlas haylas’ si hacemos caso de las supersticiones populares.
Destacar el impresionante hórreo de Carnota con sus 35 metros de largo, declarado Monumento Histórico Nacional, los 34 hórreos de A Merca en Orense, el conjunto más grande y mejor conservado de Galicia o los hórreos de Combarro con vistas privilegiadas al mar y el más antiguo, el hórreo de San Sadurniño en la Parroquia de Nebra, su estructura de madera y piedra, se remonta al siglo XV y muestra la influencia de la arquitectura Prerrománica.
En la provincia de León, se conservan actualmente cerca de 300 hórreos, muchos de ellos en los pueblos de la montaña oriental leonesa. De planta rectangular y cubierto por un techado de tejas a diferencia del hórreo gallego, el leonés carece de corredor en la fachada. Mencionar el hórreo de Las Bodas (Boñar) declarado B.I.C. El más antiguo y singular de España, que data del siglo XVII y posee unas características excepcionales, con cubierta a dos aguas, cerramientos en las cuatro esquinas, chapado interior de lajas de pizarra, tiene acceso desde una losa de piedra, lo alzan seis pegollos de gran sección y enormes ‘Tornarratas’.
El interior aparece dividido en 3 compartimentos con un pasillo central, sus paredes se rejuntan con una mezcla de arena y cal para garantizar su hermetismo. Asimismo, por la peculiaridad de sus hórreos y su abultado número merece la pena visitar el Valle de Valdeón en los Picos de Europa donde se conservan alrededor de 80 ejemplares repartidos en sus ocho pueblos y entre ellos, son de gran valor los hórreos arcaicos de Soto y Prada de Valdeón.
El hórreo asturiano, compuesto por un cuerpo de forma cúbica cerrado por tablas verticales y con tejado a cuatro aguas, siempre rematado en pico, que puede ser de teja, pizarra o paja de centeno dependiendo de las zonas, se construye con madera a base de piezas que se van ensamblando a la perfección, casan unas con otras sin necesidad de tornillos, pernos ni abrazaderas.
En Asturias el uso del hórreo fue exclusivo en principio de las clases acomodadas, pero proliferó a partir de la época renacentista debido al aumento de la producción de la tierra. Se observan tres estilos de decoración muy marcados en los hórreos. Estilo Villaviciosa, es el más antiguo de todos, adorna hórreos de los siglos XV y XVI con pinturas y tallas en las vigas y tablas de sus paredes.
El estilo Carreño a partir del siglo XVIII en el que destaca sus fachadas cubiertas por una abigarrada talla de florones, jarros y formas geométricas pintadas en vivos colores y por último el estilo Allende, abunda en los hórreos del Occidente de Asturias y se caracteriza por una decoración reducida a grandes discos tallados en las paredes, profusión de discos solares, rosetas y cruces junto a tetrasqueles y entrelazos.
En el siglo XVIII el insigne Melchor Gaspar de Jovellanos, realiza los primeros trabajos de descripción y análisis de los hórreos, que recoge con todo lujo de detalles en sus ‘Diarios’. Se calcula que en el Principado de Asturias puede haber más de 200.000 hórreos. Mención especial merecen los hórreos de Tuña, Bueño, Leiján, Barcia o Espinareu.
El hórreo es pues un elemento identificador de vital importancia en el paisaje rural de estos pueblos. Observador silencioso y omnipresente, es testigo mudo de la tradición, la historia, las vivencias y la cultura de sus gentes que todavía contempla con ojos de ayer empañados por la nostalgia, el horizonte.

Hórreo
Silvia Rodríguez, colaboradora de COPE Bierzo
Silvia Rodríguez es colaboradora de COPE Bierzo desde el 24 de junio de 2019. La podréis leer y escuchar los lunes en la sección de opinión bajo el título ‘Silvia en COPE Bierzo’ y los fines de semana ‘Con otra perspectiva’. Todo ello en Cope.es/Bierzo.
Es licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Salamanca, decidió estudiar esta carrera porque le apasiona la lengua y especialmente la literatura. Además, le encanta leer, escribir y escuchar buena música. Es feliz trabajando en equipo y entiende “que estamos aquí para ayudar y hacer felices a los demás”.
También es socia fundadora del Banco de Alimentos del Sil y colabora con esta ONG que realiza una gran labor en nuestra comarca. Enamorada de su profesión, la enseñanza. Es profesora de inglés, lengua y literatura en la Academia Corcal.
Se define como una persona vital, alegre, optimista y sobre todo con gran sentido del humor. Además, ha realizado el prólogo del libro ‘Chuma. El Valle del Silencio’ del andaluz Miguel Velasco Nevado.

Silvia Rodríguez, colaboradora de COPE Bierzo