Montones oscuros en el paseo marítimo de Santander: la huella del temporal que puede suponer un ingreso extra si sabes reconocerlo
Tras los temporales marítimos, montones de un material oscuro han aparecido en el paseo marítimo de Santander. Lo que parece simple suciedad esconde una historia sorprendente

Unos montones de un material único han llegado al muelle de Santander
Santander - Publicado el
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Si has pasado estos días por el paseo marítimo de Santander, es fácil que te haya llamado la atención. Entre las rampas y los bordes del muelle se acumulan montones de un material oscuro, todavía húmedo, que el mar ha dejado a primera hora.
No es especialmente vistoso: una masa fibrosa, apelmazada y algo resbaladiza que mucha gente esquiva sin pensarlo demasiado. La escena se repite en cada temporal, pero pocas veces se mira con atención lo que realmente está dejando el Cantábrico sobre la piedra.
Desde lejos parece solo un rastro más del temporal, como restos que la marea devuelve sin orden ni intención. Pero cuando uno se acerca y observa la textura, el brillo que mantiene cuando aún está mojado y la forma en la que se compacta al secarse, empieza a entender que esos montones no son exactamente suciedad.
El mar no ha subido basura a la superficie. Ha traído algo que forma parte de su propio ritmo, como un recordatorio de lo que ocurre bajo él cuando la mar agita el fondo rocoso.
La tradición que escondían estos montones
A simple vista nadie lo diría. Lo que ves hoy desparramado por el paseo fue, durante mucho tiempo, una señal esperada en muchos pueblos de la costa. Tras una marejada fuerte, vecinos de distintas localidades bajaban a la playa para recogerlo.
Algunos lo usaban como refuerzo natural en sus huertas; otros sabían que aquello podía proporcionar un ingreso extra si se llevaba al lugar adecuado. Formaba parte de la vida en localidades marineras como la costa central de Cantabria o el oriente asturiano, donde cada recurso que dejaba la mar se aprovechaba.
En la costa norte, aquella actividad llegó a marcar la memoria de varias generaciones. Familias enteras recogían toneladas cada temporada. No aparece en los grandes libros de historia, pero sí en los relatos orales de muchos pueblos, y en estudios como los del Instituto de Hidráulica Ambiental de Cantabria, donde se sigue analizando la evolución de estos recursos ligados al litoral.

Restos de caloca en Santander
Un rastro del mar que casi nadie mira dos veces
Hoy todo ocurre de forma distinta. Los montones están ahí, mezclados con hojas y pequeños restos arrastrados por la marea, pero siguen teniendo las mismas características que los hicieron útiles. No son fruto del azar. El Cantábrico los libera cuando el mar se agita y el fondo se remueve, dejando al descubierto un recurso natural que crece adherido a las rocas y que depende del equilibrio del ecosistema costero.
Mientras el paseo se llena de gente que esquiva estos restos sin prestarles atención, cuesta imaginar que este mismo material fue clave para una industria completa, muy vinculada al norte de España. Una industria que elaboraba productos alimentarios, cosméticos y hasta soluciones utilizadas en laboratorios.
La clave estaba en un componente natural que se obtenía de esta masa fibrosa, un polisacárido muy apreciado por su capacidad para espesar y estabilizar mezclas. Tanto valor tuvo que su extracción llegó a regularse específicamente por su impacto en los fondos marinos, tal y como recogen documentos del Ministerio para la Transición Ecológica.

Restos de caloca en Santander
qué es y por qué valía dinero
Todo ese recorrido histórico se esconde detrás de los montones que hoy ves en el paseo. Un material humilde, asociado durante décadas a economías familiares, que sigue teniendo utilidad aunque ahora pase inadvertido. Solo cuando uno ata todos los hilos entiende lo que está viendo.
Lo que estos días invade el paseo de Santander es un alga roja abundante en el Cantábrico, conocida desde siempre en nuestra región por un nombre muy sencillo: caloca. Y durante años valía dinero porque de ella se obtenía agar, un extracto natural muy demandado por la industria alimentaria y la biotecnología. Lo que hoy parece un simple resto del temporal fue, durante mucho tiempo, un recurso clave en toda la costa norte.



