Un policía de Teruel revive el infierno de la dana en Catarroja: "Fue duro, muy duro, ver aquello"
Al cumplirse un año de la riada, el inspector jefe Pedro González narra en COPE Teruel los días de voluntariado en Catarroja tras la tragedia
Teruel - Publicado el
4 min lectura
Cuando se cumple el primer aniversario de la dana que dejó 237 fallecidos en España, 229 de ellos en la Comunidad Valenciana, todavía resuenan los testimonios de quienes estuvieron allí. Uno de ellos es Pedro González, inspector jefe de la Policía Local de Teruel, quien ha relatado su experiencia en el programa ‘Mediodía COPE en Teruel’. González formó parte de un contingente de 20 agentes turolenses que se desplazaron voluntariamente a Catarroja (Valencia) para colaborar en las labores de auxilio tras la catástrofe.
El inspector jefe ha destacado que el despliegue se realizó de manera completamente altruista. “Fuimos en nuestro tiempo libre, sin ningún tipo de compensación, fuimos de manera voluntaria”, ha señalado. La iniciativa, coordinada por el Gobierno de Aragón, contó desde el primer momento con el respaldo del Ayuntamiento de Teruel. A pesar de la dureza de la situación, González la define como una vivencia transformadora: “Fue duro, muy duro ver aquello, sobre todo por lo que ves de sufrimiento alrededor y lo que sabes que espera, pero policialmente es muy, muy, muy gratificante y es una experiencia vital”.
Una llegada dantesca a la ciudad sin luz
El primer contingente de Teruel llegó a Catarroja “cuatro o cinco días” después de la riada, pero la imagen seguía siendo desoladora. “La llegada a la ciudad fue dantesca”, ha afirmado el inspector. Se encontraron un paisaje de coches amontonados, casas destrozadas y calles impracticables. “Había zonas en las que podías pasar casi lateralmente, era el único espacio que nos quedaba de toda la anchura de la calle”, ha descrito sobre las vías secundarias.
Sin embargo, la imagen más impactante llegó con el anochecer. “Me chocó mucho cuando se nos echó la noche y empezamos a ver una ciudad sin luz, algo que creemos que tenemos conseguido para toda la vida, pero cuando viene un fenómeno de estos, pues podemos llegar a vernos”, ha confesado. Esta oscuridad alimentaba el miedo de los vecinos ante posibles pillajes, y la presencia policial se convirtió en un ancla de seguridad en medio del caos.
La gratitud de la gente fue lo que más podemos destacar en una situación como la que estaban"
En ese ambiente de temor, la respuesta de los ciudadanos fue sobrecogedora. Los agentes, fácilmente identificables por la inscripción de Teruel en sus uniformes, recibieron innumerables muestras de cariño. Según el inspector, el agradecimiento de los afectados fue lo más memorable: “La gratitud de la gente fue lo que más podemos destacar en una situación como la que estaban”. Además, ha recordado con emoción cómo casi cada vecino tenía un vínculo familiar o de amistad con Aragón, lo que fortaleció la conexión.
Seguridad y cadenas humanas para repartir agua
Las labores del contingente aragonés fueron variadas y constantes. La prioridad era “dar seguridad por la noche y por el día” para que el resto de servicios de emergencia pudieran trabajar. Su trabajo consistía en facilitar el paso de tractores, camiones y ambulancias, señalizar peligros como arquetas abiertas o zonas con riesgo de desprendimiento y organizar el tráfico en un entorno caótico, especialmente durante el fin de semana, con la llegada de miles de voluntarios.
Pero su implicación fue más allá de la pura vigilancia. Los agentes no dudaron en sumarse a las tareas más urgentes, como evacuar a personas de sus viviendas o participar en la descarga y reparto de suministros. “Venía de buenas a primeras un tractor con remolque lleno de garrafas de agua, nos subíamos y entre todos con una cadena humana, pues bajábamos todas las garrafas y ayudamos incluso a repartirlo”, ha explicado González.
Empezamos a ver una ciudad sin luz, algo que creemos que tenemos conseguido para toda la vida"
El valor de la prevención y las lecciones aprendidas
Un año después, las imágenes siguen grabadas en su memoria: los “cementerios de coches” apilados a ocho metros de altura, los polígonos industriales destrozados y la arbitrariedad del agua, que arrasaba un local y dejaba intacto el de al lado. Estas vivencias, ha dicho, “nos hace pensar mucho sobre la vida, sobre las cosas importantes, y valorar mucho, pues, día a día que tenemos”. Para el inspector, fue la primera vez que la Policía Local de Teruel prestaba servicio fuera de la ciudad, un hito posible gracias a los procedimientos especiales que se activan en estas emergencias.
Finalmente, el inspector jefe ha destacado el compañerismo forjado entre los distintos cuerpos policiales de Aragón. La tragedia sirvió para unir a agentes de Zaragoza, Huesca y Teruel. “Ahí éramos todos iguales”, ha afirmado. Un año después, mantienen el contacto y tienen pendiente una visita a Catarroja para comprobar la recuperación de una zona con la que, ha dicho, crearon “relaciones brutales”.
Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.