Ad Libitum con Javier Pereda. Hoy: Israel

Jaén - Publicado el - Actualizado
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Los asesinatos terroristas a más de mil personas en territorio israelí, por la organización yihadista Hamás, en plena celebración del Yom Kipur (Día del arrepentimiento), nos evoca los atentados del 11-S en Nueva York. El pueblo israelita ha experimentado a lo largo de su historia el Éxodo, la Diáspora e incluso el Holocausto nazi en la Segunda Guerra Mundial, lo que ha desarrollado su instinto de supervivencia. Por su situación geoestratégica, rodeado de países árabes e islamistas, siempre han pretendido arrojarle al Mediterráneo. En 1929 sufrió la Matanza de Hebrón —donde Abraham fue enterrado y el rey David ungido—, la cual fue instigada por el líder palestino y Gran Mufti de Jerusalén al asesinato de 67 judíos durante el “shabat”; hecho calificado de limpieza étnica, bajo el lema de “Palestina es nuestra tierra y los judíos nuestros perros”. Después del Mandato británico en Palestina (1931-1948), la ONU dividió el territorio entre los árabes y los judíos; el 14 de mayo de 1948, Ben Gurión proclama en Tel Aviv el Estado de Israel. Al día siguiente, la Liga Árabe, formada por los cinco países vecinos, declaran la guerra a Israel e intentan invadirlo.
Desde entonces no han cesado las hostilidades. En la Guerra del Sinaí con Egipto, en 1956, éste nacionalizó el Canal de Suez y bloqueó el estrecho de Tirán, impidieron la salida de embarcaciones israelíes. Con la alianza de Francia y Reino Unido consiguió la Península del Sinaí y Franja de Gaza, pero la ONU le obligó a devolver estos territorios a cambio de protección en la frontera con Egipto. Al desviar Siria y Jordania agua del río Jordán, Israel ataca ese proyecto; treinta años más tarde firmarían un acuerdo de paz. En la Guerra de los Seis Días de 1967 sus efectos perduran hasta nuestro tiempo. Israel combate contra Egipto, Siria, Jordania e Irak, y logra conquistar la Franja de Gaza, los Altos del Golán y la Península del Sinaí. En la Guerra de Yom Kipur de 1973 —ahora hace cincuenta años—, Egipto firma los acuerdos de paz con Israel en Camp David, devolviendo éste la Península de Sinaí. Ese mismo año, en los Juegos Olímpicos de Múnich, los terroristas palestinos de Septiembre Negro asesinaron a once deportistas israelíes; Golda Meir ordenaría al Mossad la ejecución de los terroristas responsables. Los conflictos en la Franja de Gaza —de 41 kilómetros de largo por 7 de ancho, con dos millones de habitantes—, se remontan a 2007, pues Hamás consigue gobernar al vencer a Fatah.
En los salvajes atentados terroristas del 7-O, uno de los mejores servicios de inteligencia del mundo ha sido incapaz de advertir esta matanza. Un plan terrorista perfectamente diseñado por Irán y ejecutado por Hamás, que recuerda el Yom Kipur de 1973, con sólo una cuarta parte de efectivos militares disponibles por dicha celebración. No detectaron los diez túneles y la infiltración terrorista desde la Franja de Gaza mediante parapentes. Con ello se pretende soslayar la firma de los Acuerdos Abraham de paz entre Israel y Arabía Saudí. El Estado de Israel tendrá que responder con contundencia a una de las mayores agresiones sufridas, pero también con inteligencia y proporcionalidad. Sin olvidar a la organización terrorista musulmana chií, Hezbolá, situada en el Líbano, con apoyo sirio e iraní. Parece inevitable la ocupación de la Franja de Gaza, para realizar una operación quirúrgica y eliminar a los terroristas, a la vez que se preserva a miles de palestinos inocentes, a quienes les impiden utilizar corredores humanitarios y les obligan a servir de escudos humanos. Buscarán en cada edificio a los 130 secuestrados, pese al coste humano que ello implica.
Ya lo hicieron con el soldado israelí Guilad Schalit en 2006, al canjearlo por mil soldados palestinos. Estados Unidos facilita el portaviones Gerald Ford al mediterráneo oriental, y con Alemania, Inglaterra, Francia e Italia han efectuado una declaración de condena al terrorismo de Hamás. Como el Gobierno social-comunista de España no es de fiar, nos han apartado para liderar esta batalla moral ante la comunidad política internacional. A los socios comunistas de Sánchez la ideología les ciega para distinguir un fallecimiento de un asesinato; se escandalizan por un beso obsceno, pero miran para otro lado cuando decapitan a bebés, violan a mujeres y masacran a familias civiles indefensas. Entonces, ¡España: tenemos un problema!



