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Las Divinas Palabras con Ernesto Medina. Hoy: Concierto al sol

Tiempo de lectura:2Actualizado11:13

Cuando el director hubo levantado la batuta para iniciar la primera pieza del concierto de marchas procesionales que se celebró el sábado por la mañana en Roldán y Marín, muchos maestros de la banda ya tenían el rostro perlado de sudor. Era un día más veraniego que primaveral. Lo cual no impidió que los músicos concurrieran con traje de etiqueta. Nada de vestir en mangas de camisa. Chaqueta oscura, corbata. Y escapularios, para que cualquiera de las advocaciones invocadas en las piezas que se interpretaron impidiera que al recital se añadiera la percusión de las ambulancias para socorrer a quienes bajo el sol se afanaban en el brillo de la ejecución sin preocuparse por una cercana deshidratación.

El público apuró sus opciones. Trocaron rápidamente la comodidad de las sillas en pos de la sombra que proporcionaban los edificios. Dado que el sol estaba en su cénit, la protección era exigua. Se formó una fila india de espaldas pegadas a la pared. Quien no encontró tal refugio privilegiado, optó por encaminarse hacia las terrazas de la Plaza de las Palmera por mor de tomarse una cerveza. ¡Pobre ilusos! Las mesas estaban vacías, pero acorde con la nueva moda en la hostelería giennense de reservar mesa, los veladores permanecen fieles a su pretendiente con más de una hora de antelación. ¡Curiosa manera de hacer negocios! Añadan, dilectos oyentes, que en algunos establecimientos hay toque de queda cafetero. A mi hermano Ismael no le pusieron un café con leche porque a partir de las once y media sólo sirven cañas o similares. He de comprobar si esta manía de que nos acostumbremos a hábitos saludables condena la consumición de cerveza hasta la susodicha hora.

El despropósito hostelero igualó en el desierto giennense a músicos y espectadores. Sed, sofoco y sudor. En un esfuerzo heroico y titánico los músicos tocaban con majestad. A pesar de que el metal de las flautas, trombones y bombardinos ardía. A pesar de que los platillos lanzaban destellos cegadores que obligaban a que el director utilizase una mano de visera. Los oyentes para evitar que subiera más la temperatura no aplaudían, no. Ondeaban pañuelos con la esperanza de levantar una brisa que confortase a los músicos. Fue en todos los sentidos un concierto de Semana de Pasión.

Con lo fácil que hubiera sido, una vez que la quita de la deuda municipal se ha quedado en agua de borrajas, que nos hubieran quitado el sol con unos toldos publicitarios. A Jaén no lo cuida nadie.


Palabras, divinas palabras.


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