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Localizan los pedazos perdidos del mejor meteorito caído en España

Más de cien años después podemos saber quién los tiene

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Tiempo de lectura: 3'Actualizado 11:56

Cayó en 1912 en la localidad granadina de Colomera, aunque no se encontró hasta un año después, y desde entonces los avatares que ha sufrido el mayor y mejor meteorito caído nunca en España han sido tantos que algunos de sus restos han acabado repartidos, y en muchos casos perdidos, por el mundo.

Ahora, un equipo de científicos españoles ha documentado todos esos avatares científicos y judiciales y ha publicado en la revista científica "Meteoritics and Planetary" la historia más completa del ejemplar caído en España, la distribución actual de los fragmentos y los vaivenes judiciales que acabaron por devolver el meteorito a manos privadas.

Antes del Apolo XI

Con un peso de 134 kilos, este meteorito metálico -de los que solo existen 25 en todo el mundo- ha sido troceado y estudiado en diferentes partes del mundo, entre ellas en California, donde científicos estadounidenses analizaron su composición y perfeccionaron las técnicas para datar este tipo de rocas antes de que llegaran a la Tierra las muestras que el Apolo XI trajo de la Luna.

Hoy, dos pequeños fragmentos del excepcional meteorito están en España -en la exposición permanente del Instituto Geológico y Minero-, mientras que otros se encuentran en el Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsonian, en Washington, en el Museo de Historia Natural de Londres, y en diferentes instituciones científicas norteamericanas o británicas, pero varias partes del mismo están ya en paradero desconocido.



Científicos del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) y de la Universidad Rey Juan Carlos han documentado todos esos avatares, que culminaron en 2017, cuando la Justicia obligó al Museo Nacional de Ciencias Naturales a devolver el ejemplar a los herederos del dueño legal.

El investigador del IGME Rafael Lozano, primer firmante de la investigación, ha destacado las características que convierten este meteorito en "único" en el mundo, y entre ellas las cantidades de un mineral (el feldespato potásico) que contiene.

Lozano ha observado que el origen de este tipo de meteoritos metálicos es todavía un misterio para la ciencia y que existen varias hipótesis sobre cuál puede ser el "cuerpo padre" del que procede.

El hallazgo del objeto extraterrestre se produjo en 2013 durante las excavaciones en el patio de una casa de Colmenera para adecuar el alcantarillado, aunque tres años después los propietarios de la casa se trasladaron a Almuñécar (Granada) y en la mudanza incluyeron el meteorito.

Unos años después, un estudiante de farmacia se interesó por la roca y junto a expertos de la Universidad de Granada analizaron su composición, publicaron sus resultados y aconsejaron a sus propietarios que lo depositaran en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, mientras otros fragmentos iniciaban un periplo por Europa.

En la década de los sesenta, los científicos norteamericanos que se iban a encargar de analizar los restos lunares que traería el Apolo XI pidieron al Museo español el meteorito para estudiarlo en el Instituto de Tecnología de California, y hasta allí lo llevó un investigador español de la Junta de Energía Nuclear.

Continuaba el despiece; porque allí se volvió a trocear el meteorito, y durante el periplo americano se perdieron más de 4 kilos en los diferentes cortes y 9 kilos fueron repartidos por diferentes colecciones, aunque los investigadores españoles solo han conseguido documentar el paradero de 4 de esos 9 kilos.

La masa principal (de 105,7 kilos) y dos fragmentos más pequeños sí regresaron a España y permanecieron en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, con salidas puntuales para algunas exposiciones, pero los herederos de la familia que lo encontró iniciaron una batalla legal por recuperarlo y finalmente los tribunales les dieron la razón y lo recuperaron, aunque muy troceado.

Lo recuperaron además con una indemnización de 50.000 euros por los daños y perjuicios que se derivaron del incumplimiento del contrato de depósito, por haber dispuesto del meteorito sin autorización y por haber permitido que grandes fragmentos del mismo se quedaran en Estados Unidos.

Los investigadores que han seguido las pistas de la roca hasta publicar su trabajo en la citada revista científica han descubierto además que en 2017 algunos de esos fragmentos estaban a la venta en Estados Unidos y que estaban ya en manos de un conocido coleccionista de meteoritos.

Este coleccionista adquirió los ejemplares a un mineralogista estadounidense, que a su vez los había recibido del científico al que habían llegado las piezas desde España para su estudio en Instituto de Tecnología de California, pero las gestiones del Museo Nacional de Ciencias Naturales permitieron a este organismo recuperar esos pequeños fragmentos, que se encuentran en la exposición permanente del Museo y que son los únicos ejemplares "públicos" del mejor meteorito caído nunca en España.

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