Del segundo concierto que ha protagonizado la OCG en el Festival de Granada de este año se podrían escribir muchas cosas. Es cierto que contó con solistas de una talla extraordinaria, Tabea Zimmermann y Jean-Guihen Queyras, que la dirección de su titular Lucas Macías fue certera y que incluyeron en el programa la aventura siempre arriesgada y valiente de un estreno. Pero posiblemente lo más importante fue la oportunidad que se dio, un año más, a los integrantes de su Joven Academia para participar en este prestigio ciclo de espectáculos. Esta iniciativa docente está destinada a músicos noveles a cuya formación contribuye la orquesta. Su actuación solo cabe ser calificada como brillante.

Cuando se creó la OCG en 1990 no hubo más remedio que acudir a la masiva contratación de músicos extranjeros para componer su sección de cuerdas. Treinta y dos años después, el panorama ha cambiado sustancialmente. Los avances educativos, aunque probablemente todavía necesiten ser perfilados, han posibilitado la creación de una cantera de instrumentistas granadinos para cuerda que disponen de un gran nivel.

Albéniz y un estreno de Sotelo

Estos jóvenes talentos, que ya son una auténtica realidad, posibilitaron aumentar prácticamente al doble la plantilla orquestal, requisito imprescindible para el programa que se iba a abordar y que comenzó con la magnífica orquestación de Francisco Guerrero (1951-1997) de El Albaicín de la Suite Iberia de Isaac Albéniz (1860 -1909). Después llegó el momento de un estreno. Este año el Festival ha tenido la iniciativa de contratar como residente al compositor Mauricio Sotelo (1961) y, entre otras labores, le han encargado una obra titulada Cantes antiguos del flamenco para viola y orquesta, con la justificación del Centenario del Concurso de Cante Jondo de 1922. El madrileño ha experimentado fundiendo lo clásico con lo flamenco y fruto de esa línea de trabajo es esta obra en la que con el pretexto de ritmos y aires de este género musical, ha hilvanado una composición en nueve partes, con títulos tan sugerentes como Soléa, Bulería, Granaína o Alegrías. El tiempo será el encargado de dictar sentencia. Cabe de desear que no ocurra como con otros estrenos que a veces parece que tienen el cartel de presentación de despedida. Son muchos años de divorcio entre el público y algunos de los llamados compositores clásicos, situación que parece dilatarse en el tiempo. Cabe desear con que alguna vez se rompa esta tendencia.

Brillante final

Concluyó el concierto con Don Quijote de Richard Strauss (1864 – 1949), obra colosal que puso a prueba las habilidades de los músicos de la OCG y de su Joven Academia. En esta actuación el papel de solista lo compartían el violonchelo de Jean Guihen Queyras y la viola de Tabea Zimmermann que ya había intervenido con maestría en la obra de Sotelo. Aquí ambos brillaron con luz propia en una partitura compleja con un resultado espectacular a tenor, sobre todo, del entusiasmo del público en el momento de aplaudir a los artistas.