El regreso al desierto: los niños saharauis cierran en Córdoba su verano de paz

En total, 147 menores se llevan en sus maletas todo lo vivido durante dos meses en tierras cordobesas gracias al programa "Vacaciones en Paz"

Foto del día de la despedida
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Entrevista a Ana Ramos, de Acansa

Fran Durán

Córdoba - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

El recinto de El Arenal volvió a ser este martes punto de encuentro y de despedida. Allí se despidieron los 147 niños saharauis que durante dos meses han vivido en Córdoba gracias al programa Vacaciones en Paz, impulsado por la asociación Acansa. Lo que comenzó en junio como un paréntesis de normalidad y descanso, se cierra ahora con la vuelta a los campamentos del desierto, un regreso inevitable a la hostilidad diaria. 

La presidenta de Acansa, Ana Ramos, reconoce que este es uno de los momentos más difíciles de todo el proceso: “Las despedidas son duras, pero también sabemos que regresan más fuertes, con recuerdos y experiencias que no se borran”. No es solo un adiós cargado de emoción. Cada maleta que sube al autobús guarda mucho más que ropa de verano. En ellas viajan medicinas, alimentos no perecederos, ropa de abrigo, material escolar y pequeños electrodomésticos que serán un apoyo para sus familias en los campamentos. “Cada familia de acogida aporta hasta 25 kilos de ayuda directa. Es una forma de extender la solidaridad más allá del verano y de acompañarles cuando regresan a la dureza del desierto”, explica Ramos.

Este año, además, cuatro menores permanecerán en Córdoba para recibir tratamiento médico o recuperarse de intervenciones quirúrgicas. Es otra vertiente del programa que, más allá de la convivencia estival, trata de ofrecer soluciones concretas a problemas de salud que en los campamentos serían muy difíciles de abordar.

La presidenta subraya que lo que los niños se llevan en su maleta más importante no cabe en ningún equipaje: “Regresan con vivencias que marcan su infancia y con la certeza de que hay personas que piensan en ellos, que no olvidan su situación”. Durante semanas han disfrutado de la piscina, de la playa, de comidas diferentes, de juegos y paseos que aquí parecen cotidianos, pero que en los campamentos son imposibles. Esa normalidad es la que más cuesta dejar atrás.

Los autobuses partieron hacia el aeropuerto cargados de emociones contenidas. Tras las sonrisas y los abrazos, la sensación de que el tiempo ha pasado demasiado rápido se repetía en las conversaciones. El programa no pretende disimular la crudeza de la vida en los campamentos, pero sí ofrece un respiro. “Es un soplo de aire que alivia, aunque dure poco. Por eso cada verano es tan valioso”, resume Ramos.

La logística que hace posible esta iniciativa es compleja: coordinación con las familias de acogida, revisiones médicas, actividades conjuntas y la organización del viaje de regreso. Aun así, Acansa sigue defendiendo el esfuerzo porque, como afirma su presidenta, “la recompensa está en ver cómo los niños regresan con otra energía, con la sensación de haber vivido un verano de paz”.

Ahora el horizonte vuelve a ser el mismo: arena, calor extremo y condiciones precarias. Pero también la certeza de que Córdoba, una vez más, ha abierto sus puertas y ha dejado una huella en sus vidas. Y esa huella, aunque invisible, es quizá el equipaje más valioso que llevarán de regreso al desierto.

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