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Descubre el trampantojo de la capilla del Bautismo de la Santa Iglesia Catedral

Con el paso de los años esta capilla ha experimentado sucesivos cambios de titulares

Descubre el trampantojo de la capilla del Bautismo de la Santa Iglesia Catedral

Córdoba

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 10:40

Sabemos que en 1411 concedieron a Fernán Gómez de Herrera, mayordomo del condestable don Ruy López Dávalos y veinticuatro de Córdoba, y a su mujer Leonor López un solar para capilla y sepultura en la Catedral cerca del altar de San Nicolás, cuya advocación sería San Matías. Con toda probabilidad, en este mismo sitio y desde el 25 de octubre de 1262 estuvo la capilla de Santa Marina.

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Pero, cuando en 1679 el obispo D. Alonso de Salizanes transformó la antigua capilla bautismal de la collación de Santa María, es decir, del barrio de la Catedral, para dedicarla a la Purísima Concepción, se trasladó a ésta el baptisterio catedralicio, según recuerda la inscripción existente en la viga de la reja-tabique en mayúsculas y bajo el escudo de la Catedral. En 1723 el obispo D. Marcelino Siuri transformó la capilla, dándole la apariencia actual. De esta fecha son la pila bautismal de jaspe negro con aplicaciones de pan de oro, la concha interior de alabastro y la espectacular tapadera de madera tallada y dorada.

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Pero queremos fijarnos especialmente en el programa iconográfico y los versos del retablo barroco pintado en la pared sur, que fueron compuestos en la misma fecha por el padre Juan de Santiago, S. J. El pintor fue don Pedro Moreno. La obra se compone de banco, un cuerpo flanqueado por dos columnas salomónicas y ático. Se trata de una creación muy interesante, pues, aunque se pueden contemplar diversas pinturas murales en la Catedral –como las de la admirable capilla del Sagrario-, hasta ahora no habíamos encontrado un verdadero retablo pictórico.

Se trata de un juego visual, un trampantojo, que, a través de la pintura y el uso de la perspectiva, pretende simular una verdadera estructura arquitectónica. En efecto, según la RAE, es una trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es. Es el empleo de la perspectiva la que consigue engañar al ojo, como ocurre en la capilla del Espíritu Santo. Ciertamente, en muchas ocasiones, palacios e iglesias decoraron sus muros y techos con ilusionismos arquitectónicos, que fingían balcones, puertas, columnas, habitaciones o paisajes de fondo abiertos. Ya en los frescos de Pompeya aparece este tipo de técnica, y la pintura de la Edad Media no fue ajena a la creación de ventanas u óculos fingidos.

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En el renacimiento aparecen estupendos ejemplos de trampantojos, como la ventana abierta en el techo de la cámara de los esposos, de Mantegna, en el palacio ducal de Mantua. Pero fue el barroco el que continuó con esta tradición y la llevó a su culmen. Por ejemplo, el jesuita Andrea Pozzo creó un sorprendente efecto con la falsa bóveda pintada sobre tela que realizó en la iglesia de San Ignacio en Roma, además de la arquitectura abierta con rompimiento de gloria en la bóveda de la nave de la misma iglesia (1685). Incluso Las Meninas de Velázquez se ha llegado a plantear como un ejercicio de ilusionismo, a través del reflejo del espejo, en el que aparecen los monarcas, o del mismo pintor como protagonista de la tela.

Pero el trampantojo no es algo del pasado. Todavía en la actualidad, sigue siendo un recurso muy atractivo en la decoración de ciertas vías públicas. En nuestra ciudad, también tenemos un hermoso ejemplo de trampantojo en una pintura de Julio Romero de Torres, la obra titulada “rosas en la balconada”, pintado por el artista en 1898 para el Círculo de la Amistad.

Pero, volviendo a la capilla que nos ocupa, en el caso de su retablo fingido, se añaden además diversos textos, en latín y en español, que hacen referencia, evidentemente, al sacramento del bautismo. En la calle central del retablo aparece un etíope que se dirige a Dios Padre, solicitando el sacramento, mediante una filacteria en la que aparece el texto Lavabis me et super nivem dealbabor..

Por su parte, el registro superior de la misma calle aparece vacío, dando paso a un cielo abierto, con algunas nubes, motivo que puede parecernos muy original, e incluso moderno, pero que muestra en realidad el destino definitivo de los bautizados. Por último, figuras bíblicas, alegóricas y ángeles completan el singular conjunto.

Al tratarse de la capilla bautismal, se han alojado en ella las grandes ánforas de plata en las cuales el Obispo, en la Misa Crismal, bendice los óleos de enfermos y catecúmenos, y consagra el Santo Crisma. El Catecismo de la Iglesia Católica define que el Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos.

Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión. Por eso, no es extraño que la Iglesia Madre de la Diócesis disponga de su propia capilla bautismal, en la que, a lo largo de los siglos, numerosas generaciones de cordobeses del barrio de la Catedral han sido iniciados en su vida cristiana, cumpliéndose así el mandato de Nuestro Señor Jesucristo [Mt 28, 19]: Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

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