El castillo de Iznájar, testigo de siglos de historia y protagonista de un turismo con alma

Esta localidad en plena Subbética ofrece turismo patrimonial y de naturaleza, gastronomía y fiestas populares

Especial Iznájar
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Especial Iznájar

Fran Durán

Córdoba - Publicado el - Actualizado

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La provincia de Córdoba atesora rincones que son verdaderos cofres de historia, belleza y tradición. Uno de los más sorprendentes es Iznájar, al sur del territorio, donde el agua del embalse se funde con las casas encaladas y la historia se eleva desde lo alto de su castillo. Conocido como hisn al-Ashar —el castillo alegre—, esta fortaleza andalusí domina el valle del Genil desde al menos el siglo VIII y da nombre a esta villa singular que forma parte de la campaña Castle Love, impulsada por la Diputación Provincial.

En palabras de la delegada de Turismo, Narci Ruiz, “Iznájar representa todo lo que buscamos destacar con este proyecto: patrimonio vivo, identidad local y un turismo que respeta el entorno”. El joven historiador Jaime Campillos profundiza en el origen del topónimo: “Iznájar deriva del árabe hisn Ashar, probablemente en referencia a un personaje epónimo y no tanto al adjetivo ‘alegre’. El castillo fue un enclave militar clave en la frontera andalusí, disputado y reformado durante siglos”.

Jaime Campillo, historiador.

Jaime Campillo, historiador.

Desde los primeros asentamientos árabes del yund del Jordán en el siglo VIII, pasando por revueltas como la de Umar ben Hafsun o la del caudillo Fasl ben Salama —asesinado por los propios iznajeños por miedo a represalias—, hasta su consolidación como villa con mercado en el siglo XII, Iznájar siempre fue tierra de paso… y de poder. Tras la caída del califato, la fortaleza pasó a manos bereberes y posteriormente a los Ziríes, convirtiéndose en punto estratégico del Reino Nazarí.

Trabuquete expuesto

Trabuquete expuesto

El castillo, tal como lo conocemos hoy, refleja esa evolución. De planta triangular, combina torres, barbacanas, caminos de ronda y elementos defensivos como aspilleras, poternas o escaleras acodadas. Especial mención merece el edificio de Pedro I, levantado en el siglo XIV, probablemente como torre de homenaje y espacio de reclusión cristiana. A su lado, un aljibe de más de 180.000 litros de capacidad muestra el ingenio hidráulico medieval, pensado para abastecer no solo a la guarnición sino también a buena parte de la población civil.

“La crónica de Ibn al-Jatib en 1366 describe Iznájar como una ‘herida en la garganta del país’ para el Reino de Granada, tomada por Muhammad V tras una dura campaña. Posteriormente, fue reconquistada por Castilla y, desde 1439, se integró plenamente en el Reino cristiano, bajo la Casa de Aguilar”, apunta Campillos. A partir de entonces, la función militar decayó y el castillo se convirtió en residencia de administradores, almacén e incluso corral.

Durante siglos, sus piedras sirvieron para levantar casas, sus patios se llenaron de ganado y sus muros casi cayeron en el olvido. No fue hasta 1991 cuando el Ayuntamiento adquirió la propiedad y en 1993 se declaró Bien de Interés Cultural. Desde entonces, se han acometido obras de consolidación y rehabilitación que permiten hoy recorrer parte del recinto original.

Interior del castillo

Una de las dependencias del castillo

Y si el castillo es el corazón, el barrio de la Villa es su alma. La iglesia de Santiago, erigida sobre la antigua mezquita, es uno de los grandes tesoros patrimoniales, decorada con escudos nobiliarios del siglo XVI vinculados a los duques de Sessa. A escasos metros, la actual biblioteca ocupa el antiguo pósito de grano de época de Carlos III, con arcos y pilares que conservan la sobriedad ilustrada.

Pero Iznájar no vive solo de su historia. El municipio se ha reinventado como destino turístico sostenible gracias a iniciativas como el Festival de los Balcones, Rincones y Patios, que cada primavera inunda sus calles de flores y actividades al aire libre, o el proyecto Urban Knitting, una singular propuesta artística y comunitaria: más de 200 mujeres tejen a ganchillo una feria de ganado a tamaño real —con cabras, ovejas, burros y gallinas— para instalarla en el recinto ferial. Más de 1.000 figuras hechas con 2.000 ovillos de lana de proximidad, una forma colorida y artesanal de celebrar la identidad rural.

Rosalía Jiménez, coordinadora de Knitting Iznájar

Rosalía Jiménez, coordinadora de Knitting Iznájar

En paralelo, el embalse de Iznájar permite disfrutar de actividades náuticas como kayak, paddle surf o paseos en barco turístico, ideales para las noches de verano. El alcalde, Lope Ruiz, destaca además la calidad del aceite de oliva de la zona y la riqueza de las fiestas locales: desde la Feria Chica en junio a la Real en septiembre, sin olvidar San Marcos, la Candelaria o la Semana Santa.

Lope Ruiz, alcalde de Iznájar

Lope Ruiz, alcalde de Iznájar

“Iznájar es historia, pero también es presente. Aquí se conjugan las piedras con las flores, el agua con la lana, el pasado árabe con las voces de quienes lo habitan hoy”, resume Piedad López, guía local que acompaña a los visitantes por la fortaleza.

Piedad López

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