10 años sin Leopoldo María Panero: se extiende la orfandad del malditismo
¡Mis queridos palomiteros! 10 años sin Leopoldo María Panero: se alarga la orfandad del malditismo. Hace 10 años la noticia corrió veloz, como todas las malas noticias. Se había muerto Leopoldo María Panero Blanc y dijeron que fue como consecuencia de un fallo multiorgánico, y no es de extrañar, dado que su vida fue tan apasionadamente orgánica como rara y multiforme. Ocurrió en Canarias, en el psiquiátrico Juan Carlos I, donde estaba tan cómodo, lejos de Madrid, su ciudad natal hace 65 años, donde celebraba sus fiestas indecentes en la calle de Ibiza.
10 años sin Leopoldo María Panero: se alarga la orfandad del malditismo
Se fue también el hombre polemista, a su manera, de los platós de televisión. Recordemos, si no, aquella intervención épica en Crónicas Marcianas, cuando dirigía el programa Javier Sardá o de esa otra con el escritor Sánchez Dragó en su programa Negro sobre Blanco.
También se ha ido la mente preclara que ha marcado un hito en la narrativa española contemporánea, que dio significado y redefinió el concepto de novísimos. También se marchó el ser prolífico que se dedicaba a desayunar croissants, regados previamente en las acequias de París, y el hombre brillante que elaboró un porro con excrementos propios y que después los puso en la boca de su madre muerta, a ver si resucitaba. Nos hemos quedado aún más sin Leopoldo y, sin él, el malditismo se queda huérfano.
Hijo de Leopoldo Panero Torbado -uno de los poetas oficiales del Franquismo- y de Felicidad Blanc tenía dos hermanos a los que asombrosamente había sobrevivido, precisamente él, que tantas veces había intentado suicidarse. Se sabe que mantuvo una celosa rivalidad profesional con su hermano mayor, Juan Luis -fallecido en septiembre de 2013 a los 71 años- porque ambos se disputaban la presencia en la prensa en formato de papel, hasta que un día Leopoldo decidió emprender un camino independiente.
Menos relación personal tuvo con su hermano pequeño, José Moisés ‘Michi’ -fallecido en 2004- y que no cultivó tanto su vena artística, al menos en el papel y más allá de su decisiva responsabilidad en la elaboración del guion del docudrama El desencanto, que coprotagoniza junto a su madre y sus dos hermanos.
El contorno del abismo. Vida y leyenda de Leopoldo María Panero se ha convertido en la más completa biografía que se ha escrito en español
¿Y cómo recordar ahora la vida de Leopoldo María al detalle, tan intensa y apasionante? La mejor muestra es El contorno del abismo. Vida y leyenda de Leopoldo María Panero, que se ha convertido en la más completa biografía que se ha escrito en español. Espléndido y apasionante, el concienzudo trabajo está firmado por el periodista pontevedrés J. Benito Fernández y se ha publicado en Anagrama el año pasado, que amplia y actualiza su volumen homónimo publicado en 1999. Y si además queréis recordar y contrastar ideas y pensamientos con las andanzas por medio de los tres hermanos juntos, no podéis dejar de leer otra gran historia, Jardín perdido. La aventura vital de los Panero, del escritor salmantino Andrés Martínez Oria.
Además, Leopoldo -como sus hermanos y su madre- quedó inmortalizado en la mencionada película documental El desencanto, que filmó Jaime Chávarri en 1976 y que fue producido por Elías Querejeta. Esta aventura es un devastador retrato sobre la degradación familiar, la ruptura con el modelo de familia natural y, por ende, la asimilización de lo antinatural que pasa por desautorizar a la figura del padre en todo su sentido.
Años después, en 1994, el desaparecido director de cine, Ricardo Franco, rodó una secuela, Después de tantos años, ya sin la presencia de Felicidad Blanc, la madre, escritora y actriz de la saga maldita. Por último, en 2009, Luis Miguel Alonso Guadalupe filmó otro documental, Los abanicos de la muerte, sobre los entresijos del rodaje de Chávarri, si bien es cierto que el volumen de películas y de obras de teatro sobre la familia es mucho más amplio.
Por cierto, otro de los recuerdos vivos que tengo de Leopoldo María es una dedicatoria de uno de sus poemarios, de esas veces que tanto le gustaba venir a la capital de España, a la Feria del Libro de Madrid, para evadirse de sus compañeros de ducha. Le dije que me escribiera “A mi amigo y familiar José Luis Panero de su amigo Leopoldo”. Pero lo que se aprecia en la página es un inevitable trazo ligero, alargado, de pocas líneas, casi como un encefalograma plano, imperceptible.
Llegados a este punto, me atrevería a traer aquí lo que figura en el epitafio de El Quijote: “yace aquí el hidalgo que tuvo al mundo en poco/fue el espantajo y el coco/ y a tanto extremo llegó/que prefirió morir cuerdo y vivir loco”. Buscad las diferencias.
En fin, con la muerte de este lejano pariente, la familia Panero-Blanc estará reunida de nuevo disputándose, entre hermanos, las hazañas más elevadas de Luis II de Baviera (momento épico del documental de Chávarri protagonizado por Michi y Juan Luis), la madre, templando gaitas como pueda entre los tres, y el padre, de perfil, seguirá quieto, escribiendo a cada instante, cuando ahora, definitivamente, la estancia está vacía.