La Navidad que cambió el mundo - La llama Viva

La Navidad que cambió el mundo

Estaba sentada viendo las noticias de la televisión, en el salón de mi casa, cuando apareció en la pantalla el Presidente de los EEUU, Ronald Reagan, y el Secretario General del Comité Central del PCUS, Mijail Gorvachov, estrechando sus manos. Ningún gobierno del mundo creyó que ese gesto fuera a significar un verdadero cambio en la Unión Soviética; no entendieron el sentido de la Perestroika.

En aquella época yo era la Presidenta de la Confederación Católica de Padres de Alumnos. Al medio día nos íbamos a reunir en la cafetería que había debajo de nuestra oficina para celebrar la Navidad. Al final de la comida, me levanté para brindar y dije: “El año que viene vamos a viajar a la Unión Soviética para conocer su política educativa…” -en España entonces estábamos iniciando el estudio de un Proyecto de Reforma de la Enseñanza- “…conocemos la realidad de los distintos sistemas educativos de Europa y las soluciones que se proponen. Un ex alto cargo del Ministerio de Educación, Raúl Vázquez, que ha visitado Rusia en 1981, nos ha explicado cómo en la Unión Soviética, con una visión realista y práctica, se cuenta con la familia para la educación de los hijos más pequeños. La referencia que tenemos de Rusia es escasa, nos falta información; por eso, propongo que viajemos para establecer una relación con sus autoridades educativas.”

En 70 años de marxismo nunca ninguna organización católica había podido entrar en la Unión Soviética…

A los pocos días pedí una entrevista en la Embajada de Rusia. La respuesta fue afirmativa. Fui con el Vicepresidente de la CONCAPA. Nos recibió el señor Volkov, que a nuestro saludo nos contestó en perfecto castellano. Le preguntamos que dónde había aprendido nuestra lengua y nos contestó que en la Escuela 82 de Moscú, explicándonos que en la Unión Soviética había distintas escuelas donde se estudiaba en las lenguas más importantes del mundo.

Aceptó enviar la carta que con fecha 18 de enero de 1988 había preparado para Mijail Gorvachov. El 9 de febrero nos contestó la Viceministro de Educación de la URSS, M. I. Zhuravliova. Nos invitaban a cuatro personas durante una semana a compartir “el estudio reciproco de la experiencia en el terreno de la Educación”. Aporto ambas cartas.

El Presidente de la Conferencia Episcopal me dijo que no cumplirían nuestra petición. Yo había pedido visitar una iglesia católica. El Ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordoñez, me citó en su despacho para decirme que nadie sabía lo que estaba sucediendo en la URSS y que había llamado a nuestro embajador, José Cuenca, para pedirle que nos invitase antes de volver para explicarle cuál había sido nuestra experiencia y qué consecuencias pensábamos que podía tener la Perestroika…

No voy a contar aquí el viaje, que dejo para otra ocasión. Cumplieron todo lo que pedimos. Todavía hoy me froto los ojos recordando la ciudad de Zagorsk, centro del cristianismo ortodoxo, a sus monjes bendiciendo a la gente por la calle, a nuestros amigos rusos: M. J. Zhora Vlilova, Victoria Osipova, Mijail Kabachenco y, en primer lugar, al Papa Juan Pablo II, que tanto hizo para que se hiciera posible el milagro de la Navidad.

[PUEDES LEER LA CARTA AQUÍ]

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