Julio César Sánchez

Una solitaria oreja a cargo de José Fernando Molina se antoja demasiado poco para las posibilidades que brindaron los bravos novillos de la ganadería madrileña de Montealto, los grandes protagonistas y los que pusieron el verdadero interés de la tarde de hoy en Albacete.

A pesar de tratarse de una novillada con picadores nominalmente, el encierro de Montealto que saltó en la sexta de Albacete fue una verdadera corrida de toros por presencia, con el añadido de un comportamiento bravo en ocasiones y encastado en otras, con lo que ello conlleva de dificultad para una terna tan prometedora como poco rodada.

El primero embistió cómo un tejón; bravo, con enorme movilidad, y yendo hasta donde le mandaba José Fernando Molina, que lo recibió a portagayola y quitó por ajustadas chicuelinas.

Con la muleta el de Albacete intentó someter la codiciosa embestida de "Currito", que así se llamaba el novillo, con la mano baja, llevándolo largo casi siempre, con gran emoción pero con la sensación de no haber aprovechado al de Montealto como este demandaba.

Lo pasaportó a la segunda y paseó una oreja. Quedó la duda - casi certeza- de que si este novillo hubiera saltado con la novillada embalada estaríamos hablando de algo más que una "simple" ovación en el arrastre.

Su segundo fue otra cosa; no imposible pero con complicaciones derivadas del ímpetu sin ritmo que brindó el de Montealto. Molina se conjuntó unas veces más y otras menos con sus embestidas, aunque las ganas nunca le faltaron, optando por arrimarse cuando su antagonista se vino abajo. No hubo trofeo a pesar de la petición después de dejar una estocada atravesada y necesitar del descabello.

Jesús Moreno tuvo el mérito de aguantar sin descomponerse el vendaval de embestidas que derrochó el bravo segundo, tanto con capote (también lo recibió de rodillas a portagayola) como con muleta, si bien no fue capaz de cuajar una faena limpia ni redonda con la lluvia jarreando.

El de Montealto pedía mano rastrera y mandona, y la encontró solo ocasionalmente. Aún así, crédito para un novillero que apenas ha toreado y que se enfrentó a todo un toro por trapío con la exigencia del que, además, es bravo. A buen seguro habría cortado un trofeo de haber acertado con el descabello.

El quinto volvió a tener acometividad, que no clase, y ante él Jesús Moreno le puso entrega y arrojo, aunque se produjeron demasiados tropiezos en las telas, dilatándose además su acierto con los aceros, perdiendo una posible oreja o, al menos, su petición.

Alejandro Peñaranda no fue menos, y también recibió al tercero en la puerta de toriles. Su antagonista también se movió, pero más arrollando que entregándose en los dos primeros tercios (algo desordenado el segundo).

Sin embargo también rompió a embestir con emoción por abajo a la hora de ir tras la muleta, yendo su entrega de más menos, al igual que ocurrió con la faena. La estocada que recetó hizo guardia, afeando el epílogo de su obra.

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Bravo embistió el sexto, que pedía distancia para venirse y con el que Peñaranda consiguió un acople desigual, dejando algunos naturales notables, y otros momentos de menor armonía. Se tiró a matar muy recto, dejando una entera contraria, pero el novillo tardó en echarse y finalmente dio una vuelta después de una petición minoritaria.

FICHA DEL FESTEJO.- Seis novillos de Montealto, muy bien presentados. Novillada brava, en la que destacaron el magnífico primero, bravo y codicioso, el muy buen segundo, y el sexto hasta que se apagó. El resto resultaron encastados en mayor o menor medida.

José Fernando Molina, oreja y vuelta al ruedo tras petición.

Jesús Moreno, palmas tras aviso y ovación tras aviso.

Alejandro Peñaranda, ovación, y aviso y vuelta al ruedo tras aviso.

En cuadrillas, Javier Palomeque saludó tras banderillear al sexto, y Javier Perea por la lidia del mismo novillo.

La plaza registró casi media entrada sobre el aforo máximo del 75%.