CASTELLÓN
Roca Rey, tres orejas en Castellón, impone la ley innata de los mandamases del toreo
Manzanares corta una oreja ante un decepcionante encierro de Domingo Hernández.

Andrés Roca Rey, a hombros este sábado en la plaza de toros de Castellón
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Salvador Ferrer
Castellón volvió a abrir sus puertas por la festividad de San Pedro y para homenajear al empresario Manuel Colonques. Casi se llenó la plaza en un ambiente veraniego de día grande de Magdalena. Buena noticia.
Roca Rey, que no se anunció en Magdalena, se pasó en junio tras un mes impresionante en Granada, Toledo, Alicante. Y hoy Castellón... Manzanares venía de hacer pleno de cuatro orejas en Hogueras y Cayetano lleva un año de pena. Más que una temporada de despedida, deberían de despedir -permítaseme la licencia, obviamente están en su derecho- a los empresarios que lo contratan y dejan a los toreros del futuro sentados en el banquillo. Y más después de un San Isidro tan importante y de tantas reivindicaciones.
Hasta el patio de cuadrillas se fue Roca en el saludo capotero del tercero. Mandiles, o delantales, o lances parsimoniosos y lentos. Preciosos y densos. Ofrecido el pecho: sentido el recibo, como la media enroscada. Tafalleras, gaoneras y revolera. Así quitó el peruano en los medios. Ceremonioso Andrés. Pasarían diez minutos desde que se cambió el tercio hasta el pase cambiado en los medios. El buchito de agua, el pelo y la cara refrescada, la montera, el permiso al usía, el brindis, la diana del maestro Soro…
Cumbre de ajuste, enterradas las zapatillas. Macizo, sobrado, puso Roca Rey todo lo que le faltaba al toro, bravura principalmente. Se acabó rajando el de Domingo Hernández ante tal autoridad. Hubo derechazos hondos, un molinete de rodillas en los medios que fue fuego en la faena. Con la gorra. Con la autoridad del mandamás. Lo que han hecho y hacen las figuras toda la vida de Dios. Cortó una oreja con petición de la segunda. Sería lo correcto si a Manzanares no le hubieran concedida una muy inconsistente en su primero.
A la verónica, con tres chicuelinas y una serpentina recibió el peruano al sexto, abiertito de cara y anovillado. Volvió a brindar e inició de rodillas en el tercio. Pases cambiados, un natural ayudado, un de pecho enorme. La plaza en pie antes de levantarse la faena. La ligazón, la quietud, el mando fueron los pilares de la obra. Y los recursos, los tiempos… Todo lo controla Roca. Hasta al torilero. Brilló el toreo al natural, macizo y rotundo. Los pases de pecho abrocharon con majestad las series. “Fa del bou lo que vol” dijo una mujer. Hace lo que quiere con el toro. Sentencia popular. Certera. Dos orejas y tres en total. A hombros. El pan nuestro de cada día.
El anovillado primero salió con poco fuelle. Perdió las manos mientras Manzanares lo lanceó sin apenas sacar los brazos. Suave el inicio del alicantino ante un burel que fue a más. Nobleza a raudales, José Mari supo vestir una faena que no llegó a prender por la escasa emotividad de las embestidas. Hubo excelentes pasajes al natural con una precisión de cirujano.
El cuarto, más cuajadito, estaba cogido con alfileres. Las manitas por delante, el tranquito moribundo. Trató el alicantino de afianzar aquello con el trazo más que a media altura. Lánguido el trasteo.
El primero de Cayetano fue otro toro endeble. Apagado, sin gas.. No lo trató mal con el capote. Brindó el torero al homenajeado Manuel Colonques. Anodina fue la faena de muleta. Imposible el lucimiento. Cayetano no está desde tiempo ha. Un desarme, muchos enganchones, y los pies muy movidos. Tras entrar a matar le hizo el hilo el toro y lo cazó pero sin aparentes consecuencias aunque pasó a la enfermería que capitanea el doctor Gustavo Traver. Salió a matar el quinto.
Ese quinto se movió más que sus hermanos. A su aire pero se movió. No se acopló Cayetano con el capote entre la indiferencia del respetable. Sin ser gran cosa, el toro embistió con nobleza y buen son. Pacífico, que diría el maestro Barquerito. Fue un todo de probaturas y ajustes sin ajustarse, valga la paradoja. Desesperante. Entre toro y torero cabía un vagón... Con la de toreros que hay para subirse al tren de la temporada y del toreo. Aún hubo gente -alucina, vecina- que le pidió la oreja.