1ª FERIA DE SAN MIGUEL
Juan Ortega y David de Miranda, el toreo y el valor
Ambos diestros han paseado un apéndice en tarde de momentos emotivos. Pablo Aguado ofreció una nueva dimensión en su toreo.
Publicado el - Actualizado
3 min lectura
Manuel Viera
Pocas faenas cuentan con un final tan torero y emotivo. Tras un bello “crescendo”, en detalles de auténtica torería que subían como una lenta marea, la lidia acabó con el único pinchazo dado en la tarde. Una lástima. Porque si la espada encuentra su hueco tal vez un nuevo apéndice hubiese ido a las manos de Pablo. Me ha gustado el torero sevillano. No sólo su torería y naturalidad, sino su escalada en ambición, en poderle a las dificultades que le plantea la lidia. En su faena al sexto, un toro soso y parado por su falta de casta, se sucedieron los oles de pasión. ¡Qué compás a la verónica! ¡Qué toreo más despacio! ¡Qué natural interminable! ¿Qué cosas y cuantas emociones en la despedida de los ruedos y brindis al picador Salvador Núñez. A la que se unió Tejera con su música tras haber vivido la banda el momento más triste del inicio de la tarde con el minuto de silencio en recuerdo de su subdirectora María del Mar Tristán.
Pablo Aguado fue ovacionado igual que le hicieron saludar tras la lidia al basto y complicado tercero. Un sobrero lidiado en sustitución del malogrado titular que se partió un pitón por la cepa al estrellarse contra el burladero. Un toro con un molesto cabeceo al que el sevillano lo intentó con ambas manos sin que el lucimiento alcanzara alta nota. Una estocada le bastó.
Sin embargo, quien sustituyó a Manzanares, avasallador por la dimensión de la lidia al soso y descastado segundo, mostró su valor, y su toreo, en una faena que captó y envolvió al público en su intención más personal y artística. David de Miranda aprovechó una ocasión inmejorable para dejar prendada a la plaza ante una auténtica lidia de valor y toreo. Porque el diestro de Trigueros no sólo se pasó los pitones una y otra vez rozándole los muslos, sino que hizo el toreo despacio, hilvanado y abrochado con los obligados de pecho. Toreó al natural, pero mejor lo hizo con la derecha acortando las distancias y jugándose la cornada . Unas ajustadísimas bernardinas finales fueron antesala del espadazo desprendido con el que finiquitó.
El quinto fue un toro complicado con el hierro de Toros de Cortés al que Miranda le costó meterlo en la muleta. Demasiado toreo lineal con la derecha y con tendencia hacia fuera con la izquierda. Acortó las distancia en el epilogo de la lidia para finalizar con manoletinas ajustadas y estocada.
Juan Ortega le cortó una oreja al cuarto de Victoriano del Rio cuando debieron haber sido dos. Dejó su sello con tres verónicas y la media de exquisito ritmo y belleza. Prologó faena, antes del brindis al público, este virtuoso del arte con un toreo genuflexo con la derecha lentísimo del que brotaron los momentos que definieron su inteligente forma de torear. Después la emoción se sintió en cada tramo del recorrido de pase diestro. Todos lentísimos, con empaque y naturalidad. No en vano, en cada uno de ellos surgió la inspiración de un torero junto a su majestuosa forma de lidiar. Con la izquierda tres naturales resultaron excelsos, no más. Ayudados por alto y por bajo y un espadazo desprendido para finalizar.
El primero no tuvo fuerzas, y su embestida se agotó en los prolegómenos de la lidia. Un lance a la verónica es lo único a destacar junto a un inicio con atisbos de torería en una lidia que no dio para mucho más. La estocada cayó desprendida.