MADRID
Dos tandas de Juan de Castilla y un encastado 'Escolar' no salvan un plano desafío ganadero en Las Ventas
Tarde de escasos resultados tanto para los ganaderos como para los de luces.
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El desafío ganadero entre Rehuelga y José Escolar prometía un contraste de encastes en Las Ventas, pero la tarde acabó marcada por la falta de transmisión de los primeros, la dureza áspera los segundos y la imposibilidad de los toreros de elevar el tono de un festejo plano. Sólo dos tandas de buen trazo de Juan de Castilla y la movilidad encastada de un ‘Escolar’ en el cierre dejaron algún pasaje reseñable en una tarde de silencios.
Miguel Andrades, que confirmaba alternativa y volvía a Madrid tras una destacada actuación como novillero, puso toda la entrega en el toro de la ceremonia, un animal manejable de Rehuelga al que trató de hilvanar faena de rodillas y con disposición, pero sin lograr brillo. La falta de acierto con la espada agravó la impresión, escuchando incluso dos avisos. El tercero estuvo a punto de caer.
Con el sexto, de José Escolar, el gaditano se topó con el toro de mayor interés de la tarde: fino, serio y humillador en el capote, y exigente en la muleta. Andrades acusó la falta de rodaje, siendo desbordado en muchos momentos y llegando a ser prendido por el pecho afortunadamente sin consecuencias.
Sebastián Ritter, padrino de confirmación y que sustituía a Damián Castaño, se mostró bullidor con el capote en sus dos turnos, sacando recursos en quites y poniendo voluntad frente a lotes de escaso fondo. Ni el segundo, de Rehuelga, noble pero sin empuje, ni el cuarto, un ‘Escolar’ correoso y áspero, le ofrecieron opciones de lucimiento. Sus faenas fueron más de lidia que de brillo, y ambas acabaron en silencio.
Juan de Castilla firmó lo más torero de la tarde con el tercero, un cinqueño de Rehuelga al que le administró los tiempos y la distancia, consiguiendo en dos tandas templadas en redondo los momentos de mayor conexión con el público. Alargó en exceso la faena y el fallo a espadas rebajó el resultado a una ovación.
Con el quinto de José Escolar, áspero y de embestida seca, el colombiano tiró de valor y oficio, pero el toro se revolvía con malas intenciones y no permitió lucimiento, quedando todo en silencio.