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Padre de uno de los 20.000 niños en familias de acogida: es una recompensa

Pablo Aledo y su mujer son una de las familias que en España cuidan de los 20.000 niños que viven en hogares de acogida porque por distintos motivos no pueden estar con sus padres, y explica que hacerlo es una recompensa que les permite dar a ese niño el mismo cariño que recibieron de sus progenitores.,Ponen el rostro a un modelo de familia, que hoy celebran su Día Internacional, establecido por la ONU para crear conciencia sobre su papel fundamental en la ed

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 09:56

Ana Rodrigo .

Pablo Aledo y su mujer son una de las familias que en España cuidan de los 20.000 niños que viven en hogares de acogida porque por distintos motivos no pueden estar con sus padres, y explica que hacerlo es una recompensa que les permite dar a ese niño el mismo cariño que recibieron de sus progenitores.

Ponen el rostro a un modelo de familia, que hoy celebran su Día Internacional, establecido por la ONU para crear conciencia sobre su papel fundamental en la educación de los hijos desde la primera infancia y las oportunidades de aprendizaje permanente que existen para los menores.

En España hay 47.493 niños privados del cuidado de sus padres y por tanto bajo la tutela de las administraciones. Del total de niños que crecen bajo una medida de acogimiento en nuestro país, el 52 % (19.004) lo hace en una familia de acogida, frente a los 17.572 que lo hacen en acogimiento residencial.

Pablo y su mujer tienen en acogida permanente a su hija, de 12 años, con necesidades especiales.

"Lo que necesitaba nuestra hija era una familia" -explica a Efe- y "nosotros lo vivimos como una recompensa cada día; mi mujer y yo hemos recibido tanto de nuestras familia que nos apetece dar lo mismo, es así de sencilla la motivación para convertirnos en familia de acogida".

Ante la retirada de la tutela de un niño a sus padres, la primera medida de cuidado alternativo recomendada por la Ley del Menor es el acogimiento familiar, especialmente para aquellos niños menores de 6 años, un recurso que permite que la vida del niño se desarrolle en un entorno lo más familiar posible.

En su caso, la niña vivió hasta los 9 años con sus padres biológicos y luego pasó a estar tutelada y a vivir con otros niños en un piso supervisado por profesionales las 24 horas del día.

"Los niños están protegidos en los centros, pero hay algo, en materia de afectividad, que te da una familia", explica Pablo, quien destaca que es un reto para las familias de acogida "ser muy respetuosos con la historia de cada niño" y sobre todo "escucharles mucho".

Algunos niños no rompen el vínculo con su familia y siguen hablando de sus padres y de sus hermanos biológicos con naturalidad, aunque vivan en estas nuevas familias que les aportan lo que necesitan para crecer felices.

"Ella entiende que está muy bien, está muy contenta, se siente querida", asegura con orgullo respecto a su hija de acogida y explica que su labor va a ser el de acompañarla por las distintas fases de su crecimiento personal.

"Nuestra labor como padres de acogida es que ella lo integre con naturalidad y en ningún caso culpabilizando a la familia biológica, porque podría ser negativo para ella".

Las familias que deciden sumarse a estos programas reciben el apoyo y el acompañamiento de organizaciones como Aldeas Infantiles, como fue su caso. "Fue un proceso rápido, pero exigente, porque no se trata de asignarnos a un menor en acogida, sino de ver qué podemos nosotros ofrecer a ese niño de la forma más adecuada y según sus necesidades".

El acogimiento familiar tiene carácter temporal y su función nunca pasa por suplantar a la familia de origen, sino por apoyar y facilitar la reintegración del niño con la misma. En los casos en los que la situación es irreversible, el acogimiento es permanente, legalmente hasta que el niño cumple 18 años.

"Las familias entendemos el acogimiento más allá de ese plazo legal; somos la familia de nuestra hijos y lo seremos hasta que ellos quieran y para siempre; es como cuando nos independizamos cualquiera, lo importante que es saber que hay un lugar a donde volver, un lugar físico y afectivo".

"Lo que queremos trasmitir a nuestra hija es que su historia al final está bien hecha; esto que ha sucedido es algo que tenía que vivir y que ha sido bueno para que ella sea feliz", concluye.

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