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El hígado graso puede conllevar fibrosis hepática y cirrosis con riesgo de padecer un hepatocarcinoma, alerta experta

El hígado graso puede conllevar fibrosis hepática y cirrosis con riesgo de padecer un hepatocarcinoma, alerta experta

Europa Press

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 17:16

Padecer hígado graso, una enfermedad que se caracteriza por el depósito de grasa en exceso dentro de este órgano, puede comportar sufrir desde una forma leve de la enfermedad con escasa inflamación o hepatitis, hasta formas más graves, como una fibrosis hepática y cirrosis con riesgo de desarrollar un hepatocarcinoma, según ha alertado la especialista en Aparato Digestivo de Clínica Planas, la doctora Nadia Chahri.

Así se ha expresado con motivo de la conmemoración, este lunes, del Día Mundial contra la Obesidad y la Salud Hepática. La obesidad es un condicionante de la salud que puede ocasionar el sufrimiento de esta patología, que afecta al 25 por ciento de la población española, y no sólo afecta al funcionamiento cardiovascular.

La última 'Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística' arroja que la obesidad ha tenido una incidencia del 13,7 por ciento en la población española a partir de 16 años en 2017, mientras que el sobrepeso afecta al 36,6 por ciento de la población.

A pesar de que también influyen factores genéticos u otros condicionantes, como tener hipertensión arterial, altos niveles de lípidos en sangre como el colesterol o los trigliricéridos, o la toma de fármacos quimioterápicos o antiarrítmicos, la enfermedad afecta cono más frecuencia a personas obesas y/o diabéticas, tanto niños como adultos. La cifra de personas con hígado graso se incrementa hasta entre el 40 y el 70 por ciento en las personas que sufren diabetes mellitus.

La mayoría de los diagnósticos de hígado graso se producen de forma casual porque no tiene síntomas en las fases iniciales. El diagnóstico tardío se produce cuando el paciente presenta ya una cirrosis hepática o una fibrosis avanzada, lo que aumenta el riesgo de mortalidad de entre el 10 y el 12 por ciento a los 10 o 15 años de su diagnóstico. A esto hay que sumar la mortalidad secundaria a las enfermedades cardiovasculares asociadas.

No obstante, un diagnóstico en fase inicial, que puede llevarse a cabo mediante una analítica sanguínea y una ecografía abdominal, suele tener un buen pronóstico de supervivencia. Se recomienda el control en pacientes con obesidad y diabéticos para diagnosticar a tiempo la enfermedad. Si se detecta la patología, actualmente existen métodos no invasivos para analizar la fase en la que se encuentra la enfermedad.

TRATAMIENTO: PÉRDIDA DE PESO Y FACTORES DE RIESGO METABÓLICOS

El tratamiento contempla dos niveles. Por un lado, la pérdida de peso con una dieta hipocalórica controlada por un especialista y la práctica de ejercicio aeróbico con el objetivo de reducir el peso corporal entre un 7 y un 10 por ciento.

Por otro lado, hay que tratar los factores de riesgo metabólicos cuando se hallen asociados, como la hipertensión arterial, la dislipemia o la diabetes mellitus.

En este sentido, la promoción de hábitos saludables es crucial, según ha incidido la doctora Chahri, ya que "hoy por hoy, no podemos ofrecer a nuestros pacientes un tratamiento dirigido a la eliminación de la grasa hepática de forma específica, pero se están desarrollando nuevos fármacos prometedores con propiedades antiinflamatorias, antifibróticas y de sensibilización a la insulina".

"Pero lo que sí tenemos claro es que debemos promover unos hábitos de vida saludable, tratar las enfermedades asociadas al hígado graso y perseguir el diagnóstico de enfermedad hepática grasa no alcohólica en aquella población de riesgo", ha concluido la experta.

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