Estas son las causas por las que no tenemos apetito cuando estamos enamorados
El sentimiento del amor puede dividirse en tres etapas: atracción deseo y apego. Cada una de ellas tiene sus propias hormonas que afectan a nuestro comportamiento

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Madrid - Publicado el - Actualizado
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A más de una persona le ha pasado que al enamorarse siente una pérdida del apetito, pero ¿A qué se debe esto? Tiene una explicación científica. El cuerpo humano no deja de producir hormonas, con la intención de mantener la homeostasis celular, es decir el equilibrio, la condición normal celular. Los científicos dividen el sentimiento del amor en tres etapas: atracción, deseo y apego. Cada una de ellas está caracterizada por sus propias hormonas, que quedan reflejadas en los actos de los individuos.
La atracción funciona por tres hormonas: dopamina, noradrenalina y serotonina. Las dos primeras actúan en la misma región cerebral, al activarse hacen que estemos más atentos y nos despertemos. Son las hormonas que influyen en el sistema de la recompensa, nos hacen sentir con energía, eufóricos, sin ganas de dormir o de comer. Esta falta de apetito se ve aumentada con las dosis de serotonina (hormona de la felicidad). Pero lo curioso de esta hormona es que no se produce en su mayoría en el cerebro, si no en el tracto gastrointestinal. Esto explica la frase tan típica de "sentir mariposas en el estómago".
Las "mariposas" en el estómago
Una función muy importante de la serotonina es precisamente el control del apetito, la sensación de saciedad. Cuanta más serotonina segregamos, menos hambre tenemos. Esta es sintetizada por un aminoácido específico, el triptófano, el cual nuestro organismo no es capaz de producir y tiene que adquirilo mediante la comida. Por lo tanto, las dietas que son ricas en proteínas (contienen mucho triptófano), suelen ser más saciantes que el resto. Aunque parezca que nada tiene que ver, nuestra microbiota intestinal (microorganismos que están en el sistema digestivo), son capaces también de controlar los niveles de dopamina y serotonina. Mientras más pequeña es nuestra microbiota, menos niveles de esas hormonas tenemos. Lo que sentimos cuando nos enamoramos son microorganismos en la tripa, no de mariposas.
En la fase del deseo, la testosterona y el estrógeno son las protagonistas, cuya estimulación procede del hipotálamo (parte muy relevante del cerebro). Los expertos eliminan un gran mito a través de evidencias científicas: ni la testosterona es una hormona típica del hombre ni el estrógeno es característico de la mujer, ambas juegan papeles importantes en ambos sexos. La líbido, por ejemplo, se ve influenciada por la testosterona tanto en hombres como en mujeres. Existe una demostración de que tras el deseo y la atracción intensa, llega una etapa de calma. Esto puede ser malinterpretado por algunos como un sentimiento de amistad, aunque también es concebido por otros como "amor verdadero".
Los celos también son efecto de las hormonas
Aquí entra en acción la tercera etapa, el apego. Este va más allá de las relaciones amorosas de pareja, ya que se siente también entre padres e hijos. En esta etapa se activan la oxitocina y la vasopresina, dos neurotransmisores que ayudan al ser humano a entablar relaciones sociales y crear vínculos emocionales con los de su misma especie. La oxitocina es conocida porque es la que segregan las mujeres durante el parto, es la que hace que creemos lazos de unión y comúnmente llamada "hormona de los abrazos".
Sin embargo, hay aspectos negativos e insalvables dentro del amor, como son la irracionalidad o los celos. Esos comportamientos son también culpa directa del arsenal químico del que disponemos. Los excesos de dopamina y oxitocina durante un período prolongado en el tiempo pueden estar detrás de comportamientos amorosos negativos. Por lo tanto, todas las reacciones que tenemos dentro de una relación, tanto las positivas como negativas, están respaldadas bajo un efecto de las hormonas en nuestro sistema.