Appstinence: el movimiento mundial para desengancharse del móvil
6 de cada 10 españoles miran el móvil nada más levantarse y es lo último que hacen antes de irse a dormir

Appstinence: el movimiento mundial para desengancharse del móvil
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Seis de cada diez españoles miran el móvil nada más levantarse y es lo último que hacen antes de irse a dormir. La media de uso diario es de seis horas y media. Empieza a pesarnos el tiempo que nos roban para hacer otras actividades, y por eso están naciendo iniciativas para ayudarnos a limitar su uso, desde una aplicación hasta premios por prescindir de él en restaurantes o conciertos. Es el movimiento Appstinence.
Discotecas en grandes capitales europeas prohíben el uso de móviles en la pista de baile, restaurantes por todo el mundo ofrecen descuentos por apagarlo durante la comida. Muchos artistas como Madonna, Alicia Keys o Bob Dylan han vetado su uso en sus conciertos, algunos musicales también. La venta de “móviles tontos” los que no tienen internet, se ha triplicado en el último año. Volver al disfrute analógico, dejar de estar hiperconectados durante un rato empieza a estar de moda: hay una creciente conciencia sobre los efectos negativos de la hiperconexión, la sensación de que nos impide disfrutar de otras actividades e incluso, sobre todo en los más jóvenes, de que es fuente de ansiedad.
EL OCIO Y UNA WEB
A todas estas iniciativas se suma además la creación de una estudiante de Harvard que ha generado una aplicación con la que quiere ayudarnos en 5 pasos a desengancharnos totalmente. Es una de las piezas del movimiento Appstinence, nos cuenta Vanesa Caba, investigadora y profesora de Ciberpsicología de la UNIR.
“Fue fundado por Gabriela Engoyen-relata- una estudiante de Harvard, joven, que ella creció en Silicon Valley y que se dio cuenta de que estaba hiperconectada a las redes sociales. Creó una web y un método de cinco pasos que va desde disminuir el acceso a las aplicaciones, una semana después se desactivan las aplicaciones de redes sociales, el tercer paso sería borrar las cuentas, porque las cuentas se borran automáticamente tras un período de desactivación de 30 días, el cuarto, bajarnos a un móvil más básico con una funcionalidad limitada que nos permita el acceso a aplicaciones básicas que necesitemos, como QR o la aplicación del banco, pero que quite las demás, aplicaciones de redes sociales, etcétera, y el quinto paso, el último, que sería abandonar, pues abandonar el uso del teléfono y dejarlo solo para llamada y eso podría llevar semanas, meses o incluso un año o más de un año”.
INUTIL SIN REEDUCARNOS
El mundo en el que no vivimos tampoco nos permite prescindir de esta tecnología de forma radical porque “internet, el teléfono móvil, forman parte de nuestra vida personal, académica y laboral y que tenemos mucho beneficio gracias a internet y las redes sociales: comunicación inmediata, acceso a la información prácticamente ilimitado, podemos entretenernos, entonces tenemos que ser conscientes de que existen esos desafíos y esos riesgos, pero que al final no se trata de demonizar la tecnología o de abandonarla por completo o no usarla, sino saber usarla de forma saludable y recuperando el control, que esa es la verdadera desintoxicación.”
Porque a su entender, las iniciativas que están surgiendo en todo el mundo tampoco son el bálsamo de fierabrás para “curar” esa hiperconexión y los consiguientes efectos negativos “esas iniciativas pueden servir para detener este piloto automático con el que la sociedad en general y especialmente los jóvenes, pues usan las tecnologías de la relación, la información y la comunicación y puede abrir una puerta a la reflexión crítica sobre nuestros hábitos digitales. Pero desconectar temporalmente o eliminar aplicaciones o tener un móvil tonto simplemente por una moda sirve más bien de poco, porque hay muchos factores que están detrás de ese uso problemático de internet, como problemas en las relaciones interpersonales o dificultades emocionales o psicológicas. Entonces la clave no está en apagar el móvil, sino en abordar todos estos factores y tener una conciencia sobre cómo, para qué y con qué efectos estamos usando los dispositivos”.
APRENDER A CONVIVIR
De nada sirve además que desconectemos un ratito si “en ese momento estoy sintiendo miedo a perderme algo, estoy sintiendo ansiedad por no poder conectarme a mi dispositivo y luego cuando llego a casa por la noche, pues en lugar de dormir, compenso todo este tiempo, compenso esa ansiedad usando internet y comprometiendo la calidad de mi sueño. Por eso es importante, como decía, en lugar de demonizar, aprender a convivir con la tecnología de forma saludable, consciente y crítica y entendiendo que la forma en la que afecta a cada persona es diferente y que es clave desarrollar diversas competencias emocionales y digitales para abordar todos esos riesgos a los que estamos expuestos con el uso de internet”.
El movimiento crece sin parar “y también es entendible porque cada vez la tecnología está teniendo un papel más importante en nuestra vida y, por lo tanto, es comprensible que estamos tomando una mayor conciencia sobre cómo está afectando con nuestra salud física y mental y que queramos tomar medidas para evitar que eso siga afectándonos, ¿no? Pero se requiere una prevención integral, un aprendizaje más profundo y sobre todo una enseñanza desde infantil”.