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2.000 ensayos clínicos para reducir la mortalidad y el ingreso en UCI de pacientes COVID

Los expertos explican en COPE que los nuevos tratamientos COVID han conseguido reducir la mortalidad a la mitad a base de corticoides y antivirales

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Maribel Sánchez Margallo
@maribelmargallo

Redactora 

Tiempo de lectura: 6'Actualizado 23:34

La primera ola de la pandemia cogió a los políticos desprevenidos y los sanitarios tuvieron que luchar por salvar vidas sin las herramientas necesarias para hacer frente a un enemigo desconocido, el SARS-Cov2.

Eso provocó un pico de contagios, hospitalizaciones y muertes entre marzo y abril de 2.020 como no se había visto en la historia reciente de España. Solo entre el 21 y el 27 de marzo ingresaron más de 30.000 personas en unos hospitales saturados y sin capacidad para atenderles.

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El doctor Juan Berenguer, médico del Servicio de Microbiología y Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid y portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología clínica (SEIMC) explica en COPE que “el tratamiento fundamental para los pacientes graves por COVID-19 es la oxigenación por diferentes métodos. Siendo más específico, los medicamentos que se utilizan en esta enfermedad son fármacos dirigidos frente al virus (antivirales) y fármacos dirigidos a modular la respuesta inflamatoria”.

El confinamiento de la población hizo que se frenaran los contagios, pero era una solución temporal ya que vimos cómo se volvían a disparar los casos e ingresos hospitalarios tras un verano en el que se relajaron las restricciones. Después hemos vuelto a sufrir tres oleadas más de la pandemia con diferente repercusión.

Durante todo este tiempo, los científicos y los facultativos han luchado denodadamente por encontrar un tratamiento que salvara la vida de los pacientes críticos de la COVID-19 y, en la actualidad, existen más de 2.000 estudios en marcha que pueden arrojar luz sobre la COVID-19.

PRUEBA-ERROR

El desconocimiento de SARS-Cov2 era tan grande que los sanitarios tuvieron que implementar el método de prueba y error o método científico que sirvió para investigar y encontrar soluciones innovadoras frente a un virus que no paraba de cobrarse la vida de los más vulnerables.

El Dr. Berenguer nos recuerda en COPE que “en los primeros meses de la pandemia, nos vimos obligados a utilizar medicamentos que se creía que podían tener actividad frente a la enfermedad, pero de los que no disponíamos de pruebas científicas sólidas y que fueron posteriormente abandonados. Entre ellos están la hidroxicloroquina (fármaco que se utiliza para la malaria y algunas enfermedades reumatológicas) y fármacos para tratar el VIH, como lopinavir”.

Las tres primeras olas golpearon sobre todo a los ancianos, aunque en la actualidad ha bajado la edad media de los fallecidos. A pesar de ello, los menores de 59 años han representado siempre menos del 10% de los muertos por covid-19 en España. En el lado opuesto encontramos que dos de cada tres fallecidos tenían más de 80 años. Son datos que confirman la estimación de que se produjeron unas 30.000 muertes en el último año solo en las residencias de mayores como consecuencia de la COVID-19.

Por eso, los tratamientos con los que empezaron a trabajar en los hospitales iban destinados a buscar un tratamiento contra las terribles consecuencias de la enfermedad en estos pacientes críticos.

“El principal estudio fue el ensayo clínico Recovery (Random Evaluation of Covid-19 Therapy o Evaluación aleatoria de terapias para covid-19), nos recuerda en COPE el portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas, “que se inició en marzo de 2.020 en el Reino Unido y donde se demostró que el tratamiento con dexametasona (10 miligramos al día, durante 10 días) reducía la mortalidad en pacientes con COVID grave que recibían oxígeno y los que tenían ventilación mecánica”.

Durante la primera ola de la COVID-19 se emplearon fármacos como lopinavir/ritonavir, hidroxicloroquina/cloroquina y azitromicina, pero su falta de eficacia hizo que se dejaran de utilizar. Además, a partir de una mayor experiencia clínica sobre esta enfermedad, se han usado corticosteroides. A esto hay que añadir los inmunomoduladores de los que se tiene una mayor experiencia acumulada disponible, como es con tocilizumab, un anticuerpo monoclonal que inhibe la IL-6.

AYUDA ENTRE PACIENTES

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El Dr. Salvador Oyonarte Gómez, Gerente de la Red Andaluza de Medicina Transfusional, Tejidos y Células, explica en COPE el ensayo clínico con plasma de pacientes curados de coronavirus que está llevando a cabo en España.

El plasma convaleciente se ha utilizado para el tratamiento de enfermedades infecciosas durante más de un siglo, bajo la teoría de que la inmunización pasiva puede “reactivar” el sistema inmunológico para controlar la evolución de la enfermedad hasta que se establezca una respuesta inmunitaria específica en la persona infectada.

El Dr. Oyonarte es el coordinador del Programa de plasma hiperinmune de la Comisión Europea y su trabajo es pionero a nivel europeo, y nos explica en COPE que “el plasma donado por personas que han pasado la Covid-19 contiene anticuerpos, transfundido ese plasma a enfermos de coronavirus induce un efecto antiviral, al complementar la propia respuesta inmunitaria del paciente”. El donante tiene que cumplir las mismas condiciones para donar plasma que para la sangre, aunque sólo podrá hacerlo tres veces en su vida. El proceso dura una media hora y se hace a través de una máquina, que va separando los hematíes y va recogiendo el plasma.

En los estudios llevados a cabo en EEUU, recuerda el Dr. Oyonarte, “se ha demostrado que es un plasma muy seguro y en los últimos días han salido publicaciones que han demostrado que el tratamiento con plasma de convaleciente puede reducir la mortalidad casi en el 50%. Los estudios sobre este procedimiento deben ser ensayos clínicos o estudios observacionales”.

De hecho, los resultados de varios estudios internacionales que se han publicado esta semana en la revista 'Journal of Clinical Investigation' demuestran que el plasma de convalecencia puede mejorar la supervivencia en Covid-19 grave.

CORTICOIDES QUE SALVA VIDAS

El Dr. Berenguer reconoce en COPE que “el primer fármaco que demostró eficacia para el tratamiento de la COVID-19 fue la dexametasona (corticoide indicado para atenuar la respuesta inflamatoria)”. Tiene más de 50 años de historia pero se convirtió en el medicamento estrella en las primeras oleadas de la pandemia, cuando los enfermos lo intentaban comprar en el mercado negro a través de internet. Desde entonces, los facultativos nos advertían de que es contraproducente si se utiliza erróneamente, dado que es solo para casos graves de enfermos de coronavirus.

La experiencia y preparación del doctor Berenguer le lleva a recordar que “un tercio de las infecciones COVID cursan de manera asintomática. De los dos tercios restantes, un 80% son leves, 15% graves y un 5% críticos. La enfermedad tiene una fase inicial producida por la enfermedad viral y que en algunos pacientes le sigue una fase donde los síntomas están determinados por la respuesta inflamatoria del organismo frente al virus y esto puede dar lugar a una lesión pulmonar grave (como la doble neumonía y tormenta de citoquinas) con shock”.

En estos casos en donde está siendo muy relevante el uso de la dexametasona, pero no es el único medicamento que salva vidas entre los pacientes críticos con COVID-19.

Los estudios llevados a cabo por la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) demuestran que estos tratamientos tratan de evitar las elevadas tasas de moralidad que en el pico de la pandemia oscilaron del 30 al 60% de los pacientes COVID ingresados en la UCI. Además, de un 20% un 30% de los pacientes hospitalizados en España requirieron ser ingresados en la UCI y más del 80% necesitaron ventilación mecánica. Otro objetivo de estos tratamientos es también reducir las secuelas de una enfermedad que provoca alteraciones respiratorias en el 82% de los pacientes que necesitaron respiración asistida, la mitad tienen sensación de ahogo y un 30%, fatiga muscular.

ANTIVIRALES Y ALGO MÁS

En enero de 2021, un año después de que la crisis sanitaria provocada por la COVID-19 impactara en las vidas de todo el planeta, el BOE publicó la modificación que hacía la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) para incluir remdesivir y la dexametasona, como dos alternativas consideradas “eficaces” para tratar el nuevo virus.

Es lo que el Dr. Berenguer define el remdesivir en COPE como “el segundo medicamento que ha demostrado su eficacia frente a la COVID. En este caso, es un antivírico. El estudio más importante que lo demuestra es el llevado a cabo por los institutos nacionales de la salud de EEUU, con más de 1.000 pacientes con COVID grave. Se demostró una diferencia significativa en el tiempo que tardaban en mejorar (11 días con remdesivir frente a 15 días con placebo). También se observó una diferencia en mortalidad cercana al 4% y si además recibían oxígeno la diferencia era mayor”.

Afortunadamente, las investigaciones científicas continuaron y “el tercer medicamento que ha demostrado eficacia en reducir la mortalidad en la COVID-19 es el tocilizumad”, añade este médico del Servicio de Microbiología del Hospital Gregorio Marañón para detallar que “la combinación de tocilizumab y dexametasona reduce la mortalidad en el 50% de los pacientes con COVID-19 grave. Por eso, muchas guías médicas, como la de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas desaconsejan la hidroxicloroquina y el lopinavir y contemplan el uso de estos tres medicamentos: dexametasona, rendesivir y tozilizumao. No existen contraindicaciones para su uso y los que se utilizan en los hospitales de España y del mundo para tratar a estos pacientes”.

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