El noble anglo-francés que provocó la 'Diada' en Cataluña: comparte títulos y apellidos con el duque español más importante
Jacobo Fitz-James fue enviado a España por Luis XIV de Francia para asentar en el trono a su nieto, Felipe V

Duque de Berwick, Jacobo Fitz-James
Madrid - Publicado el
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El 11 de septiembre es, desde hace algunas décadas –Artur Mas y otros líderes independentistas mediante–, un día señalado en el calendario político y social de Cataluña y, por ende, de España.
Junto al 23 de abril, día de San Jorge, y al 24 de septiembre, día de la Virgen de la Merced; el 11 de septiembre es una de esas jornadas festivas en la región, aunque hoy la política la usa más como arma arrojadiza. El motivo: la Diada o el 'Día Nacional de Cataluña'.
Pero, ¿de dónde surge esta celebración? Para encontrar el origen de esta fiesta hay que retroceder hasta comienzos del siglo XVIII, concretamente hasta el 11 de septiembre de 1714. Ese día, tras trece años de contienda –y el que quedaba todavía–, la Casa de Austria, para ser más exactos su cabeza, el archiduque Carlos, perdió toda esperanza de volver a sentarse en el trono español.

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la guerra de sucesión española
El 1 de noviembre de 1700 España colapsa. ¡El Rey ha muerto sin descendencia! Carlos II expiraba en el Real Alcázar de Madrid a sus 38 años –y muchos eran teniendo en cuenta que, según apunta el británico Langdon-Davies: "desde el día de su nacimiento, ya estaban esperando su muerte"–.
Suele decirse que los buitres y los cuervos "huelen la muerte". Lejos de que esta afirmación sea verdadera –quien tenga que demostrarla, que la demuestre–, lo cierto es que allí donde se ve a estos animales carroñeros sobrevolando, hay un cadáver.
Y buitres no son solo aquellos que tienen alas, pico y garras. En el siglo XVIII, como en tantos otros, los buitres vestían terciopelos y sedas, comían y bebían varias veces al día y se paseaban por los grandes salones y palacios europeos.
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Que Carlos II no era el prototipo de belleza ni de autoridad europea ya lo sabemos –habría, no obstante, que revisar cuánto hay de verdad y de propaganda en la imagen que nos ha llegado de este desdichado hombre, el último de los Austrias españoles–. Pero no menos cierto es que desde la muerte de Felipe IV y su ascenso al trono en 1665 con cuatro años muchos pusieron la mirada en España: principalmente porque ceñirse su Corona era dominar unos territorios en los que "no se ponía el sol".
Cuando en las postrimerías del siglo XVII la salud de Carlos comenzó a fallar, sobre Madrid los buitres desplegaron sus alas. La cuestión sucesoria debía ser resuelta urgentemente y así sucedió. El Rey dictó testamento en favor del príncipe elector don José Fernando de Baviera quien, a la muerte de Carlos, heredaría todos los estados, reinos y señoríos de la Monarquía Hispánica. Y así hubiera sido de no ser porque el 6 de febrero de 1699 la muerte fue a buscarlo a Bruselas a la edad de 6 años.
De nuevo se repetía el problema. ¡España volvía a quedarse sin príncipe heredero! No por mucho tiempo. Eso debió pensar Luis XIV de Francia, quien en un año y medio consiguió que "el Hechizado" volviera a dictar testamento. Esta vez en favor de su nieto Felipe, el duque Felipe de Anjou, que también era sobrino-nieto de Carlos.
Así –salvado el peligro de que España quedara anexionada a la Corona de Francia desposeyendo al duque de Anjou de cualquier derecho sobre esta–, "en el caso de que Dios me lleve sin sucesión legítima" –rezaba el Rey en su nuevo testamento–, "mando y ordeno a todos mis súbditos y vasallos (...) le tengan y reconozcan por su rey y señor natural".

Felipe V retratado por Hyacinthe Rigaud tras la muerte de Carlos II
El 1 de noviembre murió el Rey en unas condiciones físicas deplorables, según dejó escrito el médico forense. Cinco días tardó la noticia en llegar a Versalles. Y diez más en enviar Luis XIV a su nieto hacia Madrid, ciudad a la que llegó el 22 de enero de 1701. El testamento era claro: El duque de Anjou era el nuevo monarca español, el quinto de ese nombre. ¿Qué podría salir mal? Todo.
Austria –la anterior casa reinante– no reconocía al nuevo Rey y las potencias europeas –Inglaterra y las Provincias Unidas– desconfiaban de los Borbones por el poder que iban a acumular. Ello llevó a que en 1702 le declararan la guerra a Francia y España, estallando la Guerra de Sucesión Española que, según relata Alberto Gil Ibáñez en La leyenda negra: historia del odio a España se desató "por la presión de las potencias extrajeras que veían con preocupación el peso excesivo que Francia podría ganar en la política internacional y en el comercio con América".
La contienda se extendió hasta 1715, aunque se considera cerrada dos años antes con la firma del Tratado de Paz de Utrecht –con el que perdimos Menorca y Gibraltar–. La guerra enfrentó a los dos pretendientes al trono español: el duque Felipe de Anjou (bando borbónico) y el archiduque Carlos de Austria (bando austracista). El primero estaba representado por el duque de Berwick, Jacobo Fitz-James, mientras que el segundo lo estaba por el príncipe Eugenio Francisco de Saboya.

Duque de Berwick, Jacobo Fitz-James
EL SITIO BORBÓNICO Y LA CAÍDA DE BARCELONA
La guerra, como decíamos, concluyó en 1713 con la victoria del bando borbónico –condicionada por las pérdidas territoriales y de la hegemonía comercial y marítima–. "En España nadie había pedido internamente que intervinieran Austria e Inglaterra para cambiar de rey", dice Ibáñez. De hecho todos habían aceptado a Felipe V tal como pedía Carlos II en sus últimas voluntades.
Sin embargo, los ingleses –firmada, eso sí, la Paz de Utrecht que tanto les beneficiaba– siembran la semilla del miedo en Cataluña. Advierten de la posibilidad de que Felipe V instaurara un sistema centralista al estilo del francés con la consiguiente pérdida de sus fueros e instituciones.
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"¿Qué interés –se pregunta Ibáñez– tenía Inglaterra en defender la causa catalana si no era la de debilitar a España para ejercer así su protectorado sobre Cataluña? En cualquier caso, los catalanes se alinearon con el bando austracista –aunque en un principio habían aceptado al duque de Anjou–.
Comienza así el sitio de Barcelona, una campaña bélica que se extendió entre el 25 de julio de 1713 y el 11 de septiembre de 1714 y que enfrenta a los dos bandos.
La ciudad de Barcelona fue sitiada por un poderoso ejército borbónico franco-español, a cuyo frente se encontraba el duque de Berwick, y durante más de un año sufrió hambre, bombardeos y una dura resistencia organizada por las milicias urbanas y la Generalidad. Los barceloneses se rendirían solo si se conservaban sus fueros, algo a lo que se oponía Felipe V y en su nombre el duque de Berwick, Jacobo Fitz-James.
El 11 de septiembre de 1714, las tropas borbónicas asaltaron finalmente la ciudad y forzaron su rendición. Antonio Villarroel, quien había sido nombrado general comandante del Ejército de Cataluña fue capturado y encerrado en los castillos de Alicante y La Coruña, donde murió en 1726 olvidado y sin reconocimiento oficial.
Ya en la segunda mitad del siglo XIX su memoria fue recuperada y exaltada como héroe de la resistencia, naciendo así el día de la Diada o 'Día Nacional de Cataluña', cuya primera celebración data de 1886 cuando varios jóvenes nacionalistas catalanes celebraron un funeral en memoria de los que murieron "en defensa de las libertades catalanas" el 11 de septiembre de 1714.
Sobre aquella jornada de septiembre escribió Víctor Balaguer: "Así sucumbió Cataluña. Peleó y combatió hasta el último momento en defensa de sus libertades patrias. Sea venerada siempre por los descendientes de aquellos esforzados varones la buena memoria de los que prefirieron morir antes de renunciar a la libertad, y sean los que sucumbieron en la lucha, mártires de su deber, un ejemplo y modelo dignos de ser imitados y seguidos por las generaciones futuras".

¿Qué hubiera pasado con una victoria del bando austracista? Nadie lo sabe. Pero cabe señalar como Ibáñez que "si Carlos [el archiduque] les prometía más, no lo hacía por convicción, sino por mero interés en conseguir más apoyos a su causa y debilitar la de su oponente".
¿Hubiera Cataluña mantenido y mejorado sus instituciones siendo inglesa? El hecho de que Inglaterra absorbiera a la nación y al parlamento escocés en esos mismo años nos hace pensar que no. "Tendría cierta gracia que se apele a la supuesta protección de los ingleses para mantener las cortes catalanas cuando acababan de destruir el parlamento escoces", zanja Ibáñez.
jACOBO FITZ-JAMES, DUQUE DE BERWICK
Pero, ¿quién fue el duque de Berwick que actuó como principal valedor de Felipe V en España? Jacobo Fitz-James Stuart fue un militar anglo-francés, hijo ilegítimo de Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia, primer duque de Berwick, Fitz-James y Liria y Jérica, que combatió en el bando borbónico como general durante la Guerra de Sucesión Española (1701-1715).
La descendencia de Jacobo Fitz-James se asentó en España y, mediante sucesiones y matrimonios con la Casa de Alba en el siglo XIX, se integró con esta familia nobiliaria. Así, el actual Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, XIX duque de Alba, es descendiente directo de sangre de los Estuardo y conserva en su linaje la herencia de este noble llevando tanto el título de duque de Alba, duque de Berwick y duque de Liria y Jérica, como el apellido Fitz-James Stuart.

Duque de Alba en la Feria de Abril de Sevilla
Por su parte, la anterior duquesa, Cayetana Fitz-James Stuart, podía considerarse igualmente descendiente de los Estuardo. Esto llevó a que algunos historiadores y medios señalaran que, según la línea de sucesión histórica de los Estuardo, Cayetana podría haber tenido un derecho simbólico al trono escocés durante el referéndum de independencia de Escocia en 2014.