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Ed Kemper, el genio de dos metros que violó la cabeza de su madre: “La puse en el estante y le grité una hora”

Edmund, con un cociente intelectual de 145, se convirtió en una leyenda de la crónica negra americana no sólo por sus crímenes, sino por lo que aprendió a hacer en la cárcel

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Paco Delgado
@Delgado_LPacoRedactor de COPE

Tiempo de lectura: 5'Actualizado 16:33

El pequeño Edmund Kemper conversaba un día con su hermana Susan, a la que le explicaba que tenía sentimientos hacia su profesora del colegio, y que estaba convencido de que la única manera de poder besarla era matarla antes. Los juegos y las pruebas macabras eran una constante en el pequeño, que no dudaba en convencer a sus hermanas para que jugasen con él a simular su propia sentencia de muerte. Le pedían que le sentasen en una silla mientras fingían que al pequeño Ed le había llegado la hora de morir por medio de la silla eléctrica.

No obstante, era precisamente con sus hermanas con las que mantenía mejor relación dentro de la casa familiar: su gran enemiga era su madre, Clarnell Kemper, una mujer estricta y de moral regia. Trataba a su hijo con desprecio y, en ocasiones, empleaba malos tratos. Era habitual que el niño durmiese en el sótano de la casa por el mero hecho de que Clarnell tenía miedo a que violase a sus hermanas en mitad de la noche.

Ed Kemper junto a su hermana Allyn jugando en la entrada de la casa

Ed Kemper junto a su hermana Allyn jugando en la entrada de la casa

No obstante, Edmund estaba lejos de ser un niño con dificultades a nivel de aprendizaje. Obsesionado con el actor de cine John Wayne, al que llegó a considerar su ídolo y el referente para intentar forjarse una carrera como agente de policía, el pequeño Ed resultó ser un genio encubierto. A través de una prueba escolar descubrieron que, detrás de la apariencia de un hombre de dos metros y de aspecto tranquilo y pánfilo, se escondía un cociente intelectual de 145, muy por encima de la media.

Pero todo ese potencial le llevó únicamente a cometer el primer crimen con el gato siamés de la familia. La enterró en el patio trasero antes de volver a sacarla para guardarse la cabeza, clavarla en una pica y adornar con ella el cabecero de la cama para montar una suerte de altar de rezo.

Imagen de Ed siendo un niño y de su madre, Clarnell

Imagen de Ed siendo un niño y de su madre, Clarnell

El primer crimen de Kemper

Años después se conocería a Ed como a un asesino de autoestopistas, pero antes decidió estrenarse con alguien mucho más cercano. Su padre, electricista de profesión, había abandonado el núcleo familiar para trasladarse a Los Angeles, a donde llevó a su hijo a vivir un tiempo a su lado. Un período en el que Ed mejoró visiblemente su comportamiento. Algo momentáneo, antes de que le enviasen de nuevo a otra casa, en esta ocasión a vivir con sus abuelos.

Sólo había una pega: el comportamiento de la abuela de los Kemper era similar al de Clarnell, estricto y dirigido a inducir a su nieta que cualquier impulso sexual era el peor de los pecados. La toxicidad de la relación y la compleja relación que Ed establecía entre muerte y sexo le llevó a plantearse “qué pasaría si matase a mi abuela”, llegaría a reconocer más adelante. Un pensamiento que le llevó, todavía siendo un adolescente, a asesinar a la mujer que estaba a su cargo con una pistola. Cuando su abuelo llegó a casa y aparcó el coche, Edmund salió a su encuentro y le asesinó de la misma forma. En esta ocasión, aseguró, por el mero hecho de ahorrarle presenciar lo que acababa de hacer dentro de la casa.

Imagen de los abuelos de Edmund Kemper, asesinados en su casa

Imagen de los abuelos de Edmund Kemper, asesinados en su casa

Los médicos y psiquiatras analizaron la mente de Edmund y le diagnosticaron esquizofrenia paranoide. Así, fue internado durante algunos años en el ala pisquiátrica del Hospital de Atascadero, en el estado de California. Allí, Ed se valió de toda su astucia para hacerse con los mismos manuales que utilizaban los doctores para realizar los exámenes a los pacientes para conocer los resortes de cada prueba. Engañó a los responsables de su tratamiento de una mejoría milagrosa en apenas unos meses, hasta que consiguió hacerse pasar por una persona cabal y preparada para volver a salir a la calle y regresar a casa con Clarnell en Santa Cruz.

The Co-Ed Killer (El asesino de colegialas)

Por razones obvias, la relación del joven con su madre al volver a casa no era la mejor. Ella se había casado y divorciado otras dos veces, mientras Ed seguían canalizando los enfrentamientos con su madre en impulsos homicidas. Las discusiones eran una constante. Edmund llegaría a asegurar que estaba seguro de que “habría golpeado antes a mi madre si fuera un hombre”. Pero, en lugar de ello, el joven salía de cacería. Contaba con un pase para la Universidad de California por lo que, sumado a su aspecto tranquilo y un look moder de bigote y pelo largo, se ganaba la confianza de las jóvenes en una época en la que el autostop estaba más extendido que nunca.

Mary Ann Pesce antes de ser asesinada por Kemper

Mary Ann Pesce antes de ser asesinada por Kemper

La primera de sus víctimas fue Mary Ann Pesce, una joven de 18 años que necesitaba, junto a su amiga Anita, que las llevasen al campus. No fue la idea de Ed, que llevó el coche hasta un lugar apartado, metió a Anita en el maletero, y asesinó a Mary Ann a puñaladas tras un intento fallido de estrangularla con una bolsa y un cinturón. “Le empujé la cabeza hacia atrás y le hice un corte en la garganta. Perdió el conocimiento inmediatamente”. Violó los cadáveres de ambas jóvenes antes de desmembrarlos y deshacerse de ellos entre una montaña y el vertedero. Ed reconocería que volvió a visitar la tumba con frecuencia en una suerte enamoramiento enfermizo post mortem con Pesce.

Una práctica que repetiría con Alice Liu, de 21 años, Rosalind Thorpe, de 23, y con Cindy Schall, de 19. Pero especialmente fue la muerte de Aiko Koo, de 15 años, de quien guardó su cabeza en el maletero del coche el mismo día en el que tenía que comparecer ante el tribunal de examen psiquiátrico de Atascadero, donde le confirmaron que estaba completamente rehabilitado y que debían borrarse sus antecedentes.

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La noche de la catarsis

Ocho víctimas en total antes de que, en una sola noche, Kemper llegase a la conclusión de que todo había terminado. Finalmente se enfrentó a Clarnell: le rajó el cuello con un cuchillo y separó su cabeza del cuerpo, tal y como había fantaseado en alguna ocasión: “Violé su cabeza cortada y cuando terminé la puse en un estante y le grité durante una hora”. Además, Ed reconoció que se divertía lanzándole dardos al cráneo de su madre.

No obstante, había una pega: ese crimen terminaría por delatarle. Nadie se creería que, conocida la animadversión entre ambos, Clarnell decidiese abandonar la casa de la noche a la mañana y marcharse. Por ello, Kemper ideó una coartada. Aprovechó que Sally Hallet, de 59 años y compañera de trabajo de su madre, pasaría aquella tarde por casa para interesarse por su amiga. Ed la esperó calmado y afable hasta que la acompañó al sofá, donde la emprendió a golpes hasta que también acabó con su vida.

No tardó en percatarse que ese segundo asesinato tampoco iba a salvarle de una detención más que segura. La muerte de Clarnell fue un punto y final que le drenó las ganas de seguir matando, por lo que terminó por entregarse.

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Ed Kemper, una figura mediática

El juicio no admitió dudas. La propia defensa de Kemper admitió que no era seguro que Ed estuviese en la calle bajo ninguna circunstancia. En 1973, Ed Kemper fue condenado a cadena perpetua en la prisión estatal de Vacaville sin posibilidad alguna de que le concedan la libertad condicional.

Peculiarmente, Kemper se ha convertido en una figura mediática dentro de la cárcel. El primero de los motivos es que ha llegado a ganar varios galardones por los miles de audiolibros a los que el asesino en serie ha puesto voz desde la cárcel. Y es que Ed, una de las cualidades con las que cuenta es con un tono de voz grave y profundo que le da las características de un gran narrador. Así, varias asocaciones de ancianos llegaron a reconocerle su labor al frente del Proyecto de Ceguera de los Voluntarios de Vacaville. Incluso una pareja de invidentes fueron a visitarle a la cárcel días antes de casarse para agradecerle la compañía.

La otra de las razones es que la de Kemper es una entrevistas más importantes del criminólogo, Robert Ressler, y el agente del FBO John Douglas, recogida en el libro 'Mind Hunter', luego convertido en serie de éxito para la plataforma Netflix. Una serie en la que Ed es uno de los habituales de la primera temporada, encarnado por el actor Cameron Britton.

Cameron Britton da vida a Ed Kemper en la serie de televisión Mindhunter

Cameron Britton da vida a Ed Kemper en la serie de televisión 'Mindhunter'

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