Esto es lo que le pasa a tu cerebro cuando escuchas a alguien comer o respirar: tiene una explicación científica
Hay personas que experimentan una reacción emocional intensa y desproporcionada ante sonidos
Mujer con uñas bonitas comiendo comida vorazmente
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A la gran mayoría nos ha pasado alguna vez, ese escalofrío incómodo al oír una uña raspar una pizarra, el chirrido de un tenedor al rozar un plato o la sensación desagradable de ciertas texturas como una tiza o un plátano muy blando.
Son estímulos que provocan un rechazo inmediato hacia el objeto e incluso la persona, casi visceral y difícil de explicar. Pero, ¿qué ocurre si es una reacción constante ante sonidos como masticar, teclear o respirar?
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Puede parecer una exageración, pero no lo es, hay personas que experimentan una reacción emocional intensa ante sonidos que para muchos pasan completamente desapercibidos.
El crujido de las patatas, los golpecitos con el bolígrafo, los sonidos con la lengua, la respiración nasal, el taconeo de los pies, el crujido de los dedos... pueden desatar una mezcla entre ansiedad, ira y repulsión.
A esta condición se la denomina misofonía y está más extendida de lo que se piensa.
¿Qué es la Misofonía?
La misofonía no es solo una molestia leve o pasajera. Se trata de una alteración neurológica que está empezando a ser reconocida por la comunidad médica como un trastorno que afecta profundamente en la vida cotidiana de quien lo sufre.
Aunque su diagnóstico aún no está estandarizado, muchas personas conviven con ella sin saberlo. Diversos estudios en neuroimagen han revelado que el cerebro de quienes padecen misofonía reacciona de forma anormalmente intensa a ciertos estímulos sonoros. En especial, se ha observado una hiperactividad en regiones asociadas a la conexión entre emociones, memoria y procesamiento sensorial.
Malestar por el sonido de la comida y los cubiertos
Lo más curioso es que los sonidos que desencadenan estas respuestas no suelen ser especialmente fuertes ni inusuales. De hecho, la mayoría provienen de contextos sociales rutinarios como: comer en grupo, viajar en trasporte público, ver la televisión, trabajar en una oficina, etc.
Las consecuencias
Los que conviven con esta condición suelen desarrollar estrategias de evitación que pueden acabar derivando en aislamiento social, ansiedad anticipatoria o incluso síntomas depresivos.
En muchos casos no es el sonido en sí, sino la reacción emocional que genera. Algunos afectados relatan que "te invade una necesidad urgente de alejarte o de que el sonido se detenga de inmediato". Esto lleva a malentendidos con su entorno, ya que su reacción suele percibirse como exagerada, hostil o grosera, especialmente cuando va dirigida a personas cercanas.
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A pesar de todo, la misofonía sigue siendo un territorio poco explorado para la ciencia. Algunos expertos vinculan esto con experiencias negativas en la infancia o con una sensibilidad emocional o sensorial elevada como la que se observa en personas con altas capacidades.
También hay investigaciones que sugieren un posible componente genético o familiar.
¿Cómo manejar esta condición?
Actualmente, no existe una cura definitiva, pero sí estrategias para manejarlo. Técnicas como la reestructuración cognitiva, el uso de dispositivos de sonido blanco, la exposición gradual o incluso la terapia de aceptación.
Una mujer cabreada por los ronquidos de su pareja
En paralelo, investigadores están probando tratamientos experimentales como la estimulación transcraneal que apunta a recalibrar la actividad neuronal en las regiones involucradas. Más allá de lo clínico, la clave está en visibilizar la misofonía y fomentar la empatía.
Entender que no se trata de un capricho ni de una exageración permite generar entornos más comprensivos con esta hipersensibilidad auditiva. Dar nombre a esta molestia aparentemente irracional es el primer paso para recuperar el control de su vida.
Los Sonidos que más molestan
Los sonidos que resultan molestos para quienes sufren de misofonía varían mucho de una persona a otra, pero suelen ser: sonidos corporales (masticar con la boca abierta, chicle, "jugar" con la lengua, sorber, respirar fuerte, roncar), sonidos materiales (morder el tenedor, el cuchillo rayando el plato, los "clics" del bolígrafo, crujirse los dedos, el teclado del pc o móvil, tic tac del reloj), incluso de animales (ladridos constantes, el canto de aves o gruñidos)