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Reportaje: 'Regreso a Las Ramblas', los ecos del atentado de Barcelona

Escucha este reportaje con el testimonio de las personas que vivieron directamente los atentados de aquel 17 de agosto en Barcelona y Cambrils

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Tiempo de lectura: 3'Actualizado 22 mar 2024

Un año después del atentado David Martínez no se lo quita de la cabeza. Es miércoles y este inspector jefe de la Guardia Urbana de Barcelona recibe a COPE en la entrada de la comisaría de Ciutat Vella. Baja hablando por teléfono y ya nos advierte de que a esa hora, nueve y media, la mañana se complica porque se está desarrollando una operación conjunta con los Mossos d’Esquadra para desmantelar narcopisos. Su comisaría está situada en plena Rambla. A 100 metros del mosaico de Miró, la obra que el artista ideó como saludo a los viajeros llegados por mar y ubicada junto a la Boquería. Donde todavía hoy alguna pintada en inglés sobre un cuadro de luz, recuerda la marea de solidaridad que se vivió en las horas posteriores al atentado. "El terrorista sabía lo que hacía; buscaba arrollar al máximo número de gente posible”, explica el inspector jefe de la Guardia Urbana. Cada día por Las Ramblas pasan más de 250.000 personas. Fueron horas de caos, de gritos y de sirenas. De fallecidos y de multitud de heridos esparcidos en los primeros minutos por el suelo. Algunos se acercaban por su propio pie al centro de urgencias más próximo. El de Atención Primaria Ciutat Vella (CUAP). A 500 metros y que a diario atiende por ejemplo “a población inmigrante, a detenidos o a turistas”. Quien enumera es Ángel Rabines, medico adjunto. En cada turno, coinciden alrededor de 30 personas. Entre ellas, 3 enfermeras. El relato de una, Elisabeth Santiago, es intenso. Los dos reconocen que el trabajo del 17 de agosto de 2017 fue en equipo. “Nos enteramos del atentado cuando llega la primera persona a las 17:07. Fue Xavi. Conseguimos reanimarle y que le trasladaran al Hospital de Sant Pau”. Después no dejarían de entrar pacientes en estado de shock y también personal sanitario que, al enterarse de la noticia durante sus días de vacaciones, se desplazó hasta el centro para ayudar.

Dentro de la confusión inicial, Mossos d’Esquadra y Guardia Urbana se coordinaron desde el primer minuto en la atención a las víctimas, en la aplicación de la denominada ‘Operación Jaula’ así como en la información que facilitaban a los medios de comunicación. “No sabíamos si pasaría o no algo así pero teníamos los hechos objetivos de que nos encontrábamos en un nivel de alerta antiterrorista 4 sobre 5 y también, los antecedentes de otras ciudades muy cercanas a nosotros donde habían sufrido más de un ataque”, explica Patricia Plaja, exjefa de Comunicación de los Mossos, a quien el atentado le pilló en un parque de atracciones con su familia. “El objetivo era trasladar sensación de control dentro de una situación de emergencia. No publicar ningún dato si no estaba confirmado”, añade Eva Abellán, sargento. El medio elegido fue Twitter y los idiomas tres: catalán, castellano e inglés. Después de varias revisiones del texto, el primer mensaje se lanzó en castellano a las 17:16 y en él se hablaba solo de “atropellamiento masivo”. Tuvo que pasar una hora y dieciocho minutos para que la Generalitat empleara la expresión “atentado consumado”. Los servicios del Centro de Urgencias y Emergencias Sociales de Barcelona (CUESB) ayudaron a más de 500 personas aquel día. En paralelo, la ciudadanía se echaba a la calle. Lo hacía en silencio y al igual que París o Manchester, también golpeadas en su día por el yihadismo. Empezaban a aparecer los primeros memoriales improvisados. Altares en el suelo con velas, peluches, flores o notas manuscritas en las que se repetía una misma frase: ¡No tinc por! (¡No tengo miedo!). En el inicio de Las Ramblas, la fuente de Canaletas, la Boquería… “Curiosamente la reacción espontánea del atentado de Hipercor hace 30 años fue también la de ir a Las Ramblas pero solo a escribir con tiza en el suelo”, recuerda Josep Bracons, jefe del Departamento de Colecciones del Museo de Historia de Barcelona (MUHBA). Con el paso de los días se erigieron hasta 150 puntos. “La gente improvisó la manifestación de su dolor de manera muy rápida; muchas veces escribían mensajes en los tickets del bus turístico, en cartones o en post-it y los dejaban”, añade Adela Martínez, una de las conservadoras que ha dirigido los trabajos de catalogación de esos objetos en el Archivo Municipal Contemporáneo de la ciudad.

Por motivos de seguridad y antes de que se deteriorasen las más de 5.000 ofrendas; la noche del 28 de agosto de 2017, un equipo de 30 operarios de limpieza supervisados entre otros, por Monserrat Beltrán, directora del Archivo Municipal y por Daniel Alcubierre, conservador del Museo de Historia (MUHBA), iniciaron las tareas de recogida de manera cuidadosa. Las labores duraron 8 horas ininterrumpidas y se llenaron 27 cajas de documentos y 155 de objetos. El trabajo de inventario y catalogación llevado a cabo durante meses tiene como objetivo final poder dar una unidad a este fondo, que sea consultable a través de plataformas digitales coincidiendo con el primer aniversario, y que permita explicar a futuras generaciones, las acciones de solidaridad que se generaron en Barcelona como respuesta al atentado. Una tarea para la que el ayuntamiento consultó a otras ciudades que también quisieron dar un tratamiento memorial a la respuesta ciudadana a ataques yihadistas, como París y Manchester.

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