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Críticas de los estrenos de cine del 10 de mayo

Análisis de los estrenos de cine de esta semana: Jerónimo José Martín y Juan Orellana comentan “Objetivo: La Casa Blanca”, “Rebelde (War Witch)”, “El impostor”, “Mussolini va a morir”, “La mula”, “Díaz. No limpiéis esta sangre” y “Stoker”.

Objetivo: La Casa Blanca

Objetivo: La Casa Blanca

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Tiempo de lectura: 10'Actualizado 26 may 2017

OBJETIVO: LA CASA BLANCA (Olympus Has Fallen) *** (6,5)

FICHA TÉCNICA.- Director: Antoine Fuqua. Intérpretes: Gerard Butler, Aaron Eckhart, Morgan Freeman, Radha Mitchell, Dylan McDermott, Angela Bassett, Cole Hauser, Melissa Leo, Ashley Judd, Rick Yune. Guion: Katrin Benedikt y Creighton Rothenberger. EE.UU. 2013. Acción. 119 min. Jóvenes.

Mike Banning (Gerard Butler) es un leal agente secreto de Estados Unidos, cuya carrera se trunca después de un desafortunado accidente de coche, en el que sólo puede salvar la vida del presidente Benjamin Asher (Aaron Eckhart). De modo que Mike deja su puesto de escolta presidencial para trabajar en el Departamento del Tesoro. Hasta que un día un comando norcoreano, liderado por Kang (Rick Yune), ataca la Casa Blanca y toma como rehenes al presidente y a su equipo. Entonces, Banning se ve obligado a entrar de nuevo en acción. Mientras tanto, el presidente del Congreso, Trumbull (Morgan Freeman), intenta apoyar al agente desde fuera sin despertar las sospechas de los norcoreanos.

En esta trepidante película de palomitas, Antoine Fuqua (“Training Day”, “Shooter: El tirador”) da exclusivamente lo que se espera de él. Es decir, secuencias de acción a raudales —más aparatosas que espectaculares—, mucha violencia —a veces, demasiada— y una mínima trama de intriga para articular en ella los básicos conflictos dramáticos y morales de los personajes. Nada de originalidad por ningún lado, y demasiadas situaciones inverosímiles; pero todo desarrollado sin rupturas de ritmo y encarnado convincentemente por el notable reparto, al frente del cual destaca el escocés Gerard Butler, con un divertido toque irónico a lo Bruce Willis. J. J. M.




REBELDE (War Witch) (Rebelle) **** (8)

FICHA TÉCNICA.- Director y guionista: Kim Nguyen. Intérpretes: Rachel Mwanza, Alain Bastien, Serge Kanyinda, Ralph Prosper, Mizinga Mwinga, Jean Kabuya, Jupiter Bokondji, Starlette Mathata, Alex Herabo. Canadá. 2012. Drama. 90 min. Jóvenes-adultos.

El vietnamita-canadiense Kim Nguyen (“Truffe”, “La cité”) dirige esta impactante producción, ganadora de los premios 2012 de cine canadiense y del Oso de Plata a la mejor actriz en la Berlinale 2012, y nominada al Oscar 2012 a la mejor película en habla no inglesa. El argumento se desarrolla en un anónimo país del África negra, donde Komana (Rachel Mwanza), una niña de catorce años, le cuenta al hijo que crece dentro de ella la historia que le llevó a convertirse en una niña-soldado. Todo empezó cuando, a los doce años, fue secuestrada por el ejército rebelde.

Lo más llamativo de esta brillante cinta es cómo consigue contar cosas de una dureza extrema de una manera que, en ciertos momentos, resulta hasta poética. Toda la película está imbuida de una frescura espontánea, que probablemente quiera ser coherente con la edad de los protagonistas. No hay subrayados, ni didactismos enfáticos, sino que todo está contado con un naturalismo nada impostado, desde la preparación del aceite de bayas, hasta el horror de un asesinato a sangre fría. Esta aparente paradoja consigue lo que pretende: mostrar cómo es la vida para un niño de un lugar donde la vida no vale nada. Pero más importante si cabe es la densidad humana de algunos personajes, especialmente de la protagonista: su profunda religiosidad —a caballo entre el cristianismo y el paganismo—, su respeto a las tradiciones y el valor que da a la maternidad y a la familia. A este resultado casi amable, casi documental, contribuyen las emotivas canciones extraídas del álbum étnico “Soul of Angola, Antología de la música angoleña (1965-1975)”.

Dentro de esta historia ocupa un lugar especial una subtrama romántica que nos brinda los momentos más conmovedores de la película. Nos presenta un amor puro, capaz del heroísmo más genuino. El resultado es un largometraje memorable, minoritario, pero de gran valor estético y humanista. J. O.




EL IMPOSTOR (The Imposter) *** (7)

FICHA TÉCNICA.- Director y guionista: Bart Layton. Intérpretes: Adam O’Brian, Anna Ruben, Cathy Dresbach, Alan Teichman, Iván Villanueva, María Jesús Hoyos, Anton Martí, Amparo Fontanet. Gran Bretaña. 2012. Drama. 95 min. Jóvenes.

Este alucinante y premiado documental recrea una historia real que ya reseñó el periodista David Grann en “The New Yorker”. En concreto, relata la increíble odisea de un veinteañero que se hace pasar por Nicholas Barclay, un niño de 13 años de San Antonio, Texas, que desapareció en 1994 sin dejar rastro. Tres años después, el tal veinteañero aparece en España y dice a la policía que él es Nicholas Barclay, que ha sobrevivido a un calvario de torturas a cargo de un grupo de enigmáticos secuestradores y que le han modificado el rostro y hasta el color de sus ojos. Porque, en efecto, además de ser mucho más joven, Nicholas era rubio, y él es moreno y habla el inglés con acento francés. Lo sorprendente es que la familia Barclay, lejos de rechazar al joven impostor, lo acepta y afirma que, en efecto, él es el hijo desaparecido...

Totalmente real, esta inquietante y a veces angustiosa película confirma aquello de que “la realidad supera siempre a la ficción”. Se trata del primer largometraje para el cine del documentalista televisivo Bart Layton, que muestra una sorprendente capacidad para dosificar las declaraciones de los protagonistas, los pasajes dramatizados y los fuertes giros del guión, alimentando así las diversas intrigas de la historia, como si de un filme de cine negro se tratara. En este sentido, cabe subrayar que las técnicas del cine de género más clásico también alimentan la narrativa de los documentales, en una época en la que el documental está influyendo enormemente en el cine de ficción. J. J. M.




MUSSOLINI VA A MORIR **** (8)

FICHA TÉCNICA.- Director y guionista: Rafael Gordon. Intérpretes: Miguel Torres, Julia Quintana. España. 2012. Drama. 87 min. Jóvenes.

Dongo, norte de Italia, 27 de abril de 1945. Encarcelados en el ayuntamiento del pueblo, el dictador Benito Mussolini (Miguel Torres) y su amante Claretta Petacci (Julia Quintana) pasan juntos sus últimas horas antes de ser fusilados, colgados y masacrados. Dignos de haber sido creados por Shakespeare, estos trágicos seres humanos están a punto de convertirse en un macabro cuadro de Francis Bacon. Ella habla muy poco; sobre todo escucha a Benito, el hombre, repasar su vida y analizar su obra y su pensamiento con su alter ego, el Duce, cruelmente reflejado en un espejo deformante que preside la lúgubre habitación. La lúcida enajenamiento final del creador del fascismo —ésa que “sólo llega cuando es la propia sangre la martirizada”— obliga al espectador a librar su propia batalla ante este ser humano, un fanático populista, que engendró a Hitler y fascinó al mundo durante 23 años, dejando una estela de cincuenta millones de muertos.

Estas son las poderosas líneas de fuerza de “Mussolini va a morir”, singular película de Rafael Gordon, basada en su propia obra de teatro. En ella, el veterano dramaturgo y cineasta madrileño recupera los numerosos recursos narrativos que desplegó en el monólogo “La Reina Isabel en persona” y en la entrevista “Teresa, Teresa”, y los completa con sugerentes insertos visuales abstractos, que ya probó con éxito en “La mirada de Ouka Leele”, nominada al Goya 2010 al mejor largometraje documental. Así, apoyándose en una planificación muy variada, una esmerada fotografía de Gaizca Bourgeaud y una sugerente banda sonora de Jorge Magaz, Gordon suaviza notablemente la innata teatralidad de dos personajes en un escenario único y con unidad de tiempo y acción, y exprime visualmente la excelente interpretación de Miguel Torres, reforzada en todo momento por la presencia de Julia Quintana, muy poderosa en su patetismo.

Este desarrollo audiovisual, minimalista pero muy elaborado, adquiere entidad gracias a un guión de notable calidad literaria y, sobre todo, de gran hondura dramática y moral. Destacan especialmente sus jugosas reflexiones sobre el carácter populista de la mayor parte de las tiranías —“Si no quieres ser yunque, debes ser martillo”, afirma Mussolini en el filme— y sobre la manipulación de la masa —que “no tiene alma” y “no necesita comprender, sino sólo creer”— por los periodistas, intelectuales y poetas al servicio del poder, “cuyo oficio es convertir una mentira en una verdad irrefutable”. Además, subraya acertadamente las comunes raíces paganas, ateas y anticristianas del fascismo, el nazismo y el comunismo, tres ideologías profundamente deshumanizadoras y mucho más cercanas entre sí de los que muchos creen. Hasta se atreve a afirmar que el capitalismo salvaje es el “fascismo perfecto, pues convierte al proletario en un consumista compulsivo”.

“Mussolini —ha señalado el propio Rafael Gordon— fue un joven idealista al comienzo del siglo veinte, pero degeneró en un fanático genocida. La naturaleza humana no cambia en milenios; la mujer y el hombre de hoy están unidos en el tiempo con Mussolini, Hitler y Stalin. No debemos confiarnos en que el fascismo es sólo imperialismo y dictadura: Ceaucescu, Sadam, Gadafi... El fascismo eterno es control y sometimiento del pueblo al pensamiento único. Estado tutelar, producción salvaje y masa consumista es fascismo latente. Los jóvenes de hoy lo viven en su angustioso nihilismo. Vivimos un presente donde el ciudadano se ve obligado a desfilar en el funeral del humanismo. Nacemos para ser ciudadanos de una “Metrópolis” regida por los hombrecitos de la regla de cálculo. Dos docenas de Mussolinis light dictan la ley de la supervivencia. “Mussolini va a morir” no refleja la imagen de un símbolo, o de un monstruo; nos habla del pequeño Mussolini que todo humano lleva dentro. Conocer nuestro instinto cainita y primitivo es el propósito de la película”. Sugestivas palabras que vienen a confirmar que, tras el cierto desconcierto que mostró en la demasiado compleja “Bellos suicidios”, Rafael Gordon ha vuelto a arriesgar y a acertar. J. J. M.




LA MULA ** (4,5)

FICHA TÉCNICA.- Directores: Michael Radford y Sebastien Grousset (sin acreditar). Intérpretes: Mario Casas, María Valverde, Antonio Gil, Luis Callejo, Secun de la Rosa, Pepa Rus, Jorge Suquet. Guión: Juan Eslava Galán y Michael Radford (sin acreditar), basado en la novela homónima de Juan Eslava Galán. España y Gran Bretaña. 2012. Tragicomedia. 95 min. Adultos.

Sierra de Córdoba, 1939, durante la recta final de la Guerra Civil española. Juan Castro (Mario Casas) es un sencillo cabo acemilero del ejército nacional, que intenta no hacer daño a nadie. Un día se encuentra una mula blanca extraviada, a la que llama Valentina, y a la que cuida con la intención de quedársela cuando termine el conflicto. En ésas, Juan se enamora de Conchi (María Valverde), una chica guapa y decente, que regenta un hotel en un pueblo cercano al frente. Y, para conquistarla, se hace pasar por un hacendado, con la ayuda de El Chato (Secun de la Rosa), un amigo suyo de la infancia, al que presenta como su criado. La mula y Conchi distraen un poco a Juan y a El Chato de los últimos y crueles coletazos de la lucha fratricida que desangra a España.

Rodada hace cuatro años, esta accidentada adaptación de la novela homónima del jienense Juan Eslava Galán —basada libremente en la historia real de su propio padre— podría haber sido una buena película, pues cuenta con un tono esperpéntico cercano al de “La vaquilla”, de Luis García Berlanga. En este sentido, “La mula” goza de un buen ritmo narrativo y de unas cuantas secuencias divertidas, que subrayan la entrañable humanidad de los personajes principales. En este punto brilla con luz propia la excelente interpretación —con trabajado acento andaluz— de Mario Casas, justamente premiada en el Festival de Málaga 2013 con la Biznaga de Plata al mejor actor. El resto de los intérpretes principales no lo hacen mal, aunque unos cuantos de los secundarios e incidentales caen en el histrionismo o en un amaneramiento desagradable.

En cualquier caso, “La mula” resulta fallida y a ratos irritante sobre todo por su enfoque de la Guerra Civil, mucho más convencional y parcial de lo que sus autores han asegurado por activa y por pasiva. Por ejemplo, a la brutal persecución religiosa en la zona republicana sólo se le dedica una fugaz referencia radiofónica, al tiempo que se ofrece una grotesca visión de los católicos del bando nacional, sobre todo en una ofensiva secuencia caricaturesca, protagonizada por un obispo. En realidad, la película ofrece más de lo mismo: una grosera insistencia en las obsesiones sexuales de los soldados, una apolillada invocación a la lucha de clases como causa principal de la Guerra Civil y una romántica y complaciente visión del bando republicano, eso sí, algo suavizada al presentar con cierta humanidad a algunos personajes del bando nacional. Esa humanización, por cierto, dificultó la calificación por edades de la película durante la etapa más beligerante del zapaterismo, quizás porque atentaba contra los dogmas esenciales de la llamada memoria histórica. El caso es que, en septiembre de 2011, los productores de la película se querellaron contra Mercedes Elvira del Palacio Tascón, por entonces Subsecretaria del Ministerio de Cultura. Otra pista falsa que hizo pensar a muchos que este filme ofrecería por fin una mirada diferente.

A este gravísimo defecto de fondo se añaden las secuelas formales que ha dejado en la película el total desencuentro con la productora española Gheko Films del cineasta británico Michael Radford (“1984”, “El cartero (y Pablo Neruda)”, “El mercader de Venecia”, “Un plan brillante”), coautor del guión y responsable de las inmensa mayoría del rodaje, pero que no ha participado en el montaje final de la película y ha retirado su nombre de los títulos de crédito. Tampoco aparece en ellos su sustituto en la recta final, el realizador publicitario francés Sebastien Grousset, fichado in extremis por la productora Alejandra Frade. Ciertamente, la participación de Radford no habría arreglado la deformada perspectiva de la película —ya presente en la novela de Eslava Galán—; pero, al menos, habría mejorado su puesta en escena, su continuidad y su montaje, dominados tal y como están por una llamativa falta de personalidad. En fin, otra ocasión perdida de afrontar la Guerra Civil española con rigor, ponderación y afán de reconciliación. J. J. M.




DIAZ, NO LIMPIÉIS ESTA SANGRE (Diaz, Don’t Clean Up this Blood) ** (5,5)

FICHA TÉCNICA.- Director: Daniele Vicari. Intérpretes: Claudio Santamaria, Jennifer Ulrich, Elio Germano, Davide Iacopini, Ralph Amoussou, Fabrizio Rongione. Guion: Daniele Vicari; basado en un argumento de Daniele Vicari y Laura Paolucci. Italia, Rumanía y Francia. 2012. Drama. 127 min. Adultos.

La noche del 21 al 22 de julio de 2001, nada más finalizar la reunión del G8 en Génova, tras varios días de multitudinarias manifestaciones antisistema, más de 300 policías asaltaron la escuela Diaz, supuestamente en busca de militantes de un violento grupo anarquista. Dentro de la escuela se encontraban 90 activistas, la mayoría estudiantes europeos, y un grupo de periodistas extranjeros, todos ellos preparándose pacíficamente para pasar allí la noche. Cuando la policía irrumpió, los ocupantes levantaron las manos en señal de rendición. Pero los agentes descargaron una violencia calculada y frenética, golpeando indiscriminadamente a jóvenes y mayores, hombres y mujeres, y deteniendo a la mayoría de ellos.

Premio del Público en la Seminci de Valladolid 2012, esta película del italiano Daniele Vicari (“Velocità massima”, “L’orizzonte degli eventi”, “Il mio paese!, “Il passato è una terra straniera”) reconstruye pormenorizadamente los terribles hechos de ese día a partir de los testimonios —judiciales y extrajudiciales— de sus protagonistas. Y concluye que todo se trató de una premeditada y ejemplarizante violación de los Derechos Humanos, perfectamente calculada por los fontaneros más turbios del Ministerio del Interior del Gobierno de Silvio Berlusconi. Esta nítida toma de posición se pondera un poco a lo largo del filme, pues Vicari no oculta los excesos de los grupos antisistema más violentos y narra la acción desde casi todos los puntos de vista: el de los manifestantes —agresivos y pacíficos—, el de los policías —también con diversas actitudes—, el de los periodistas atrapados en la tragedia...

En cualquier caso, esa pluralidad de perspectivas también enturbia un poco la fluidez narrativa de la película, a pesar de los elogiables esfuerzos de todos los actores. Además, Vicari carga la mano en las secuencias más violentas —rodadas con un eficaz y desagradable hiperrealismo, casi documental— y alarga demasiado la acción sin profundizar demasiado en los conflictos vitales y morales de los poco perfilados personajes. Ofrece así un filme de denuncia sin duda impactante, pero irregular y quizás parcial. J. J. M.




STOKER ** (4,5)

FICHA TÉCNICA.- Director: Park Chan-Wook. Intérpretes: Nicole Kidman, Mia Wasikowska, Matthew Goode, Dermot Mulroney, Jacki Weaver, Lucas Till, Alden Ehrenreich, Phyllis Somerville, Ralph Brown, Judith Godrèche. Guión: Ted Foulke y Wentworth Miller. EE.UU. 2013. Drama. 100 min. Adultos.

India Stoker (Mia Wasikowska) es una extraña adolescente cuya vida da un giro trágico cuando cumple dieciocho años, pues ese día su querido padre Richard (Dermot Mulroney) fallece en un accidente de coche. La impasible actitud de la joven oculta sus profundos sentimientos, que sólo su padre comprendía. En ésas se presenta en su casa su desconocido tío Charlie (Matthew Goode), el hermano de su padre, que se hace cargo de India y de su inestable madre Evelyn (Nicole Kidman), que comienza a flirtear con él. Entonces también India se siente atraída por este hombre encantador y misterioso, con el que la chica tiene muchas cosas en común.

El discutido director surcoreano Park Chan-wook (“Old Boy”, “Simpathy for Mr. Vengeance”) debuta en Estados Unidos con esta producción de Ridley Scott. Se trata de un sórdido culebrón de patologías entrecruzadas, demasiado complaciente con las perversiones sexuales de los personajes, por los demás, bien interpretados por un reparto de lujo. En todo caso, sus patentes cualidades formales no elevan la categoría de la película más allá de un brillante pero vacío ejercicio de estilo a lo Hitchcock —son obvios sus homenajes a “La sombra de una duda”, “Psicosis” y “Los pájaros”—, con un tratamiento muy fuerte de la violencia y el sexo, carente casi por completo de perspectiva moral. No parece la fórmula más adecuada para relanzar la carrera de Nicole Kidman. J. J. M.




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