
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La investidura de Joaquim Torra como presidente de la Generalitat de Cataluña llega con malos presagios. Después de su discurso en el pasado sábado en el Parlament, parece que no tiene otro programa de Gobierno que abrir un proceso constituyente. Un proceso que ya tuvo lugar, para proclamar una república independiente, lo que ya se produjo con resultados desastrosos.
En las intenciones declaradas de Torra hay voluntad de volver a encerrar a Cataluña en el callejón de la secesión donde ha estado en los últimos años. Habrá que estar, como bien ha señalado en este caso el presidente del Gobierno, a los hechos. No se deben confundir las declaraciones incendiarias con la realidad. Una vez que el Rey venga en nombrar a Torra como presidente, quedará levantado el mecanismo de intervención de las instituciones autonómicas puesto en marcha por el artículo 155 de la Constitución. No tiene sentido aplicarlo de modo preventivo como sugieren algunos, es una medida excepcional.
A pesar de que Torra ha declarado su intención de retornar al comienzo de un nuevo proceso de secesión como el anterior, si eso fuera lo que ocurriera habría dos cosas que serían diferentes. Una es el sufrimiento de los catalanes. Un nuevo proceso de ruptura, inmediatamente después del otro, incrementaría de forma exponencial la tensión civil. La otra diferencia es que el Estado ya tiene ensayados los mecanismos para frenar el dislate.