Madrid - Publicado el - Actualizado
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En estas horas nos felicitamos la Navidad con un deseo sincero de días llenos de paz. Paradójicamente, en las celebraciones de este 2016 nos acompaña el sufrimiento de las víctimas por el atentado de Berlín, el dolor por la Guerra muy cercana de Iraq y de Siria, y una gran perplejidad sobre cómo afrontar estos tiempos extraños. La economía ha mejorado algo, pero desde la crisis de 2008 nada ha vuelto a ser igual. El sólido edificio de la democracia occidental se antoja cada vez más a merced de las tormentas. Y no sabemos por dónde volver a empezar. Perplejidad social y política, también perplejidad personal. A menudo no sabemos cómo conseguir una vida buena en las relaciones familiares y en el trabajo. En estas circunstancias el anuncio de la Navidad suena más pertinente que nunca. “Un Niño se nos ha dado”: es un anuncio que llega mientras pasamos unas horas bonitas con la familia. La Navidad anuncia que el Misterio que está en el origen del Big-Bang y que sustenta el universo en expansión con sus millares de galaxias, ha venido a vivir entre nosotros. La Navidad anuncia que Aquel que mantiene estable la estructura de la materia, el Origen del deseo de días mejores que tiene cada uno de los hombres del planeta, ha venido. Hace 2000 años, entre pajas y bajo el aliento de la mula y el buey. Y desde entonces la historia se prolonga. Navidad anuncia que Dios ha venido a quedarse, para que haya un Compañero que nos abra los ojos, que nos enseñe a mirar bien las cosas, para que nos recoja al caer, para que nos sostenga en nuestra desorientación.