Pablo VI es el tercer Papa canonizado por Francisco, una circunstancia excepcional en la historia de la Iglesia. El hecho remite a las virtudes cristianas de tres grandes Pontífices, pero Juan XXIII, Juan Pablo II y el propio Montini son también referentes de una era de reformas que, aún hoy, constituye la hoja de ruta de un pontificado tan lleno de novedades como el de Jorge Bergoglio. Después de Juan XXIII, el Papa carismático que convocó el Concilio Vaticano II, le correspondió a Pablo VI articular las grandes líneas que han desarrollado después sus sucesores: una Iglesia abierta al diálogo con el mundo, sin tutelas políticas ni más Señor que Jesucristo. Las consecuencias afectaron de lleno a España, donde bajo el influjo de Pablo VI, los obispos fueron actores decisivos en la Transición a la democracia.

Pero lo mismo podría decirse de El Salvador de Monseñor Óscar Romero, otro de los nuevos santos. La entrega de su vida por fidelidad al Evangelio y al pueblo quedó eclipsada durante años por las batallas ideológicas de la Guerra Fría. Por fin hoy, al proclamarlo santo, Francisco deja atrás definitivamente esas controversias y lo propone como modelo, especialmente para sacerdotes y obispos. Una madrileña, Nazaria Ignacia, que pasó la mayor parte de su vida en Bolivia, donde fundó el primer sindicato de mujeres, se suma también a la lista de seis nuevos santos que, en plena celebración del Sínodo de los Obispos, sirven de recordatorio de que la verdadera reforma de la Iglesia es siempre la santidad.