Finalmente ha sido la Justicia italiana la que ha resuelto, al menos de momento, el drama humano de los emigrantes que llevaban 19 días a bordo del buque español Open Arms. Tardíamente, el gobierno español en funciones, después de un absurdo dialogo de sordos con el gobierno italiano sumido ahora en una crisis política, había dispuesto ayer mismo el envío de un buque de guerra para recoger a los emigrantes y traerlos a un puerto español. Pero el problema de fondo, es decir, el de la emigración de africanos a Europa así como el de las mafias que trafican con estos seres humanos que huyen en busca de una vida mejor, está muy lejos de haberse solucionado. La Unión Europea, después de tantas “cumbres” y tantas negociaciones internas, no ha sabido afrontar con seriedad este drama que deja cada día un rastro de sufrimiento y muerte en este Mare Nostrum, que no se sabe bien de quién es.

En realidad, la política de rechazo a la emigración ilegal que ha llevado a cabo el todavía ministro italiano del Interior, Matteo Salvini, debería haber provocado ya una enérgica reacción en Europa para afrontar de una vez la crisis migratoria. Sin embargo, lo que ha provocado, de momento, es una crisis en el seno del Gobierno italiano con la dimisión del primer ministro Giuseppe Conte al que se añade el miedo de Bruselas a unas elecciones anticipadas que den la victoria a la Liga, el partido ultraderechista de Salvini, coaligado hasta ahora con el populista de izquierdas Movimiento 5 Estrellas. Sin duda Italia saldrá de esta nueva crisis de gobierno, de las que tan habituada está desde el final de la II Guerra Mundial. Pero el problema migratorio y el papel que desempeñan las ONG en la recogida de náufragos, seguirá tan vivo como ahora. De unas vez por todas, las respuestas deben llegar de Europa, con realismo y solidaridad humana.