Mientras Pedro Sánchez declaraba en Estrasburgo que el problema de Cataluña se debe resolver con un reforzamiento del autogobierno, los líderes secesionistas presos por el intento de golpe de Estado del primero de octubre se empeñan en convertir la vista oral en un espectáculo para deslegitimar el proceso judicial.

A las puertas del juicio en el Tribunal Supremo, los acusados han presentado sus alegaciones de defensa dejando claro que “ni se arrepienten de nada, ni se avergüenzan de nada”. No hay que olvidar que para la estrategia de los encausados este proceso sería de naturaleza política, lo que pretenden usar para cuestionar el sistema democrático español. Una muestra de esa estrategia, recogida en los escritos de defensa, ha sido la lista de los más de ochenta testigos solicitados, entre los que se encuentran el Rey Felipe VI, Mariano Rajoy, Puigdemont o Ada Colau.

Dentro de pocos días veremos hasta dónde llega el bochorno ante la puesta en escena de una narración inverosímil de lo que ocurrió el pasado uno de octubre y los días siguientes en Cataluña, orientada a conseguir una impunidad ilusoria para quienes diseñaron y ejecutaron el atentado más grave contra el Estado de Derecho y la unidad y soberanía de nuestra reciente historia democrática. Sin embargo serán los jueces, de acuerdo a la ley, los que determinen la responsabilidad penal de cada uno. Se acerca la hora de la verdad.