Las elecciones municipales y autonómicas, fuera del foco de la victoria del Partido Popular en casi toda España, deja algunos escenarios preocupantes. Es el caso del País Vasco y Navarra, que se complica todavía más con la convocatoria de elecciones generales, aunque en el tacticismo del corto plazo a Pedro Sánchez le pueda favorecer el hecho de que no dé tiempo a sustanciar alianzas con sus socios de Bildu. Los herederos políticos de ETA han crecido de forma notable, lo que revela la distinta percepción que de Bildu se tiene en buena parte del País Vasco y Navarra, con respecto al resto de España.

De hecho, allí se ve cada vez más como una fuerza de izquierda transversal que ha dejado atrás sus viejos demonios. La ignominia moral de incluir miembros de ETA no arrepentidos en las listas no parece haber hecho mella en el voto de Bildu. Doce han sido elegidos concejales en los municipios por los que concurrían y Otegi ha presumido eufórico de que estos son los mejores resultados de la izquierda abertzale en toda su historia. Bildu ha crecido en todas las capitales vascas y se ha quedado muy cerca de conseguir el ayuntamiento de Vitoria y la Diputación en Guipúzcoa.

Todo esto supone, además, un serio aviso para la hegemonía del PNV ante las futuras elecciones en el País Vasco. El PNV y, por supuesto, el PSOE de Sánchez, deberían sacar las correspondientes lecciones. Nada bueno puede derivarse de que Bildu, embravecido al grito eufórico de “independencia” vaya alcanzando cada vez más cotas de poder.