Un nivel rastrero

Primero ha sido el obispo de Huelva, Santiago Gómez Sierra, luego el arzobispo de Granada, José María Gil Tamayo, y hoy el grupo de obispos que conforman la Conferencia Episcopal Tarraconense, los que han mostrado su rechazo a la pretendida parodia de la Virgen del Rocío, emitida en TV3, el canal público de Cataluña. Como afirman los obispos, el gag en el que aparecía una actriz ataviada como la Virgen del Rocío con un muñeco bebé en brazos, simulando al Niño Jesús, no mantenía la neutralidad religiosa y, además, se mofaba del acento andaluz y lanzaba gracietas de carácter sexual como si fuera lo más rompedor y atrevido del mundo. Este tipo de manifestaciones se escudan en la libertad de expresión que, curiosamente, nunca es reivindicada para hacer bromas sobre cuestiones que pongan en jaque al poder político del que dependen. En realidad, responden a viejos clichés, y ponen de manifiesto que hasta para hacer buen y sano humor hay que tener un mínimo de conocimiento de aquello que se pretende caricaturizar.

Los obispos catalanes recuerdan que una mofa de este tipo hiere muchas sensibilidades, también las de muchísimos catalanes, algunos de origen andaluz. Entre los deberes de la televisión pública está el de respetar todas las creencias religiosas, así como el de no sobrepasar el sentido del humor cuando, como sucede en este lamentable caso, colisiona de forma tan evidente con la dignidad de las personas. No se trata de reivindicar una protección especial para la religión católica sino de denunciar aquello que rompe la convivencia y muestra un nivel ético y cultural rastrero.