Dentro de unas horas vamos a conocer el dato de empleo del mes de febrero. Y volveremos a tener un mal dato de empleo juvenil. Cuatro de cada diez jóvenes en España están en paro. Tenemos la peor tasa de paro juvenil de toda la Unión Europea. Y la crisis provocada por el coronavirus ha afectado especialmente a los que tienen menos de 25 años. Los que tienen trabajo, muchos lo tienen con un contrato temporal y con condiciones precarias. Esta situación puede provocar que España tenga otra generación perdida. Sin un empleo con una mínima calidad es imposible que los jóvenes se desarrollen personal y profesionalmente, tengan estabilidad para crear una familia y tener hijos. Muchos han vuelto, de nuevo, a casa de sus padres.

Por eso es conveniente que los fondos europeos se destinen a resolver este problema. Las soluciones se conocen desde hace tiempo. Una de las decisivas es la mejora de la educación y de la formación para el empleo. A largo plazo sigue siendo necesario reducir el abandono escolar temprano. Hemos avanzado, pero todavía nos queda mucho por hacer para llegar a la media europea. La mejora de la formación profesional sigue siendo una tarea pendiente.

Y todos los expertos recomiendan que se reforme el actual mercado laboral, no en la dirección en la que había sugerido el Gobierno. La reforma buena es la que reduce la temporalidad: así se permitiría a los jóvenes tener más posibilidades de acumular experiencia y a las empresas contar con empleados más capaces.