El nuevo episodio de la interminable guerra en Gaza entre palestinos e israelíes, es una trágica repetición de los anteriores. Con el apoyo abierto de Irán, el Movimiento de Resistencia Islámica “Hamás” controla este pequeño territorio de 356 kilómetros cuadrados donde se hacinan más de dos millones de palestinos, la mayoría de los cuales vive gracias a las ayudas de las organizaciones humanitarias.

Pese a la extrema pobreza de Gaza, Hamás se ha dotado de un arsenal impresionante de misiles de fabricación casera que no duda en utilizar en función de sus estrategias. Puede sorprender que, a sabiendas de tener la guerra perdida de antemano, Hamás insista en sus provocadores ataques, que luego pagan con sangre y destrucción los habitantes del territorio, los descartados de esta historia.

Días atrás, Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, decidió aplazar las elecciones que había convocado por primera vez en quince años, con el pretexto de que Israel impedía votar a los palestinos residentes en los barrios orientales de Jerusalén.

Hamás asumió entonces la defensa de las familias palestinas obligadas, por orden judicial, a desalojar sus domicilios en el barrio de Sheij Jarrakh, con el trágico resultado de cientos de muertos y heridos, además de la destrucción masiva de edificios en Gaza, exactamente igual que en agosto de 2014. A su vez, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha encontrado la ocasión de hacer campaña con la guerra ante una nueva y más que probable llamada a las urnas.