La visita apostólica del Papa Francisco a Irak es ya un hito imborrable en la historia de las relaciones interreligiosas. Frente a los escombros provocados por el fanatismo de la violencia nihilista que instrumentaliza el nombre de Dios, el Papa ha delineado el camino de la fraternidad que empieza a echar raíces entre los creyentes de aquella tierra martirizada. Cristianos y musulmanes profesan la fe en un solo y único Dios que es Padre de todos y que nos lleva a mirar juntos al Cielo mientras caminamos en la tierra por las sendas de la historia.

Esta es una gran lección que se desprende del encuentro del Papa con el líder chií Ali Al Sistani, en la senda del documento sobre la fraternidad y la paz firmado en Abu Dhabi por Francisco y la autoridad más representativa del islam sunnita. Ambas ramas del islam han reconocido junto al Papa que Dios no puede ser utilizado para justificar ningún acto de violencia y que el terrorismo no tiene justificación posible.

Este mensaje tiene también un enorme valor para el mundo occidental, afectado por otra forma de nihilismo que amenaza la convivencia. La verdadera religiosidad es siempre un camino de encuentro con los otros, un factor de paz y de construcción del bien común. Occidente no puede desalojar de la plaza pública a las comunidades de fe si no quiere sucumbir a esta otra cara del nihilismo.