Por muchas que sean las diferencias ideológicas entre una derecha conservadora y una izquierda progresista siempre debería existir un punto de encuentro si es verdad que ambas fuerzas buscan el bien común de la sociedad y la defensa de España como patria común.

Así ha sido desde la Transición, hasta que sus cimientos han sido removidos por una memoria sectaria promovida irresponsablemente por Pedro Sánchez desde su moción de censura a Rajoy hace ahora cinco años.

Apenas publicado en el Boletín Oficial del Estado el adelanto de las elecciones generales, el PSOE ha planteado su campaña como rechazo total de cualquier posibilidad de diálogo con el Partido Popular, al que trata de caricaturizar como remedo de Trump y Bolsonaro.

Sánchez, el perdedor de las recientes elecciones regionales y municipales, no puede ignorar que este planteamiento tan solo va a generar polarización y fractura social.

Su estrategia consiste en dividir a la sociedad y volver a las "dos Españas", que supieron encontrar el punto de encuentro necesario durante la Transición hacia la democracia. En realidad, olvidar esta histórica transición es lo que ha venido promoviendo Sánchez con sus socios de la mayoría Frankenstein.

El resultado ha sido, aunque no quiera verlo, un hartazgo social de una forma de hacer política muy alejada de la socialdemocracia europea. Insistir en la polarización es un nuevo error que tan sólo va a suscitar un mayor rechazo de la sociedad española que, como se ha demostrado el 28M, no está para radicalismos ideológicos ni memorias sectarias.