El Gobierno ha dado un paso más en la humillación a la que está sometiendo a toda España. De forma medio secreta, sin luz ni taquígrafos y con la surrealista participación en Ginebra de verificadores internacionales expertos en conflictos bélicos y terrorismo, se ha producido el primer encuentro entre el PSOE y Junts, con Puigdemont en la sombra manejando todos los hilos. Los socialistas tratan de aplicar el habitual maquillaje propagandístico y afirman que es un simple encuentro entre partidos, pero lo que sucede es que el Estado de Derecho se coloca al mismo nivel que un prófugo de la justicia, mientras la figura del mediador da credibilidad al relato del conflicto entre el Estado y Cataluña que siempre han sostenido los independentistas. Es difícil imaginar un despropósito mayor.

Puigdemont ya ha dejado claro que el chantaje será diario y que el horizonte próximo es el referéndum pactado de autodeterminación. Por su parte, Esquerra Republicana, ha utilizado, por boca de Gabriel Rufián, amenazas con analogías mafiosas para recordarle a Sánchez, al más puro estilo de El Padrino, en qué manos está.

El clamor sigue en la calle y también en un gran número de instituciones ante el deterioro palmario al que Sánchez las somete. La resistencia pacífica y creativa se hace más urgente que nunca. Es necesario no desfallecer para frenar, de todas las formas democráticas posibles, apelando a la convivencia cívica y al gran legado de nuestra historia más reciente, la deriva de un Gobierno afanado en levantar muros entre españoles.