Con sus grandes llanuras, de fácil paso para cualquier invasor, Centroeuropa ha sido históricamente escenario de muchas guerras. Por eso es hoy Centroeuropa el canario en la mina en una Europa que se había acostumbrado a dar por garantizada una especie de paz y prosperidad perpetuas. Primero fue Polonia, pero su pasado de ocupación soviética hizo que muchos no se tomaran en serio sus advertencias. Ahora es Alemania la que hace sonar las alarmas. Si Donald Trump amenaza con dejar a merced de Rusia a los aliados europeos que incumplan el objetivo del 2% del PIB en defensa, Boris Pistorius, el popular ministro de Olaf Scholz, advierte que hace falta mucho más que eso.

Lo primero, a su juicio, es fortalecer las capacidades del Ejército, para lo que el dirigente socialdemócrata presentará en abril un plan en el Bundestag. Una de las propuestas más llamativas que baraja es el establecimiento de una base militar alemana en Lituania, iniciativa que rompería con la política seguida desde el final de la II Guerra Mundial. Pistorious dice además que, para preservar la paz, la sociedad alemana en su conjunto debe estar preparada para la guerra. Por eso quiere restaurar el servicio militar al modo en que lo ha hecho Suecia, una propuesta que goza de amplio apoyo popular, algo inimaginable antes de la invasión de Ucrania. Este es el estado de ánimo en Centroeuropa ante una Rusia en decadencia, pero cada vez más agresiva, con Vladimir Putin dispuesto a exprimir todo el beneficio posible de su poderío militar. El resto de Europa, ahora sí, empieza a prestar atención a las voces de alarma.